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Procuren no chocarse con la luna!

jueves, 28 de febrero de 2013

Utopías cap 9: Humanización


La noche que murió mi madre fue… Bueno, obviamente no fue nada bonita, aunque en esos momentos aún no había asimilado por completo el hecho de su muerte. Para comprender la ausencia de alguien y el impacto que te causa, es necesario que transcurra el tiempo. Y desde luego, en el momento que ocurre no podés ni imaginarte lo que significa vivir el resto de tu vida sin esa persona.
No sentía tristeza, ni dolor, sino una mezcla extraña entre resignación… y bronca, una bronca que se acrecentaba a medida que pasaban las horas. Bronca por haber hecho todo el viaje al pedo, bronca por no haber pasado más tiempo con ella, y bronca por no haber llegado antes,  por haber perdido tiempo en estupideces  y haber perdido la pequeña oportunidad de que los remedios la hubieran sanado. En mi cerebro no había espacio para la tristeza, estaba demasiado ocupado reprochándome.  Al mismo tiempo, sentía que sabía que eso iba a pasar tarde o temprano, y en realidad siempre fui consciente de que tal vez mi madre moriría antes de que yo volviera a casa.
Esa noche, mi cabeza era un hervidero de pensamientos que se debatían entre la culpa y la disculpa, entre mis ideales y mi sentido común. Estábamos tirados en el piso de mi casa, con las bolsas de dormir. Ya habíamos enterrado a mamá, en las afueras de la villa, con la ayuda de Frank y las hermanas de Sally. Frank también estaba durmiendo en mi casa, y lo mismo Sally, en contra de todo pronóstico, pues yo estaba seguro de que prefería mil veces dormir en la casa de sus hermanas. Sally no es lo que dice una amiga muy atenta, a pesar de que no sea a propósito; y además siempre le huyó bastante a temas como la muerte, más allá de su alma liberal.
Y en ese momento dormía en una bolsa de dormir  junto a la mía, con una respiración lenta y densa que delataba la profundidad de su sueño. Dios, esa mujer podría dormir en medio de un terremoto y ni se mosquearía. Por extraño que sea, esa noche su respiración se me hacía algo ruidoso y molesto, era algo que regularmente marcaba el paso del tiempo y me envolvía en un sopor de pensamientos ventosos e inconstantes. Yo me sentía medio anestesiado, y probablemente estaba demasiado sensible hacia cualquier cosa. En un momento sentí una puntada de desesperación: necesitaba hacer algo, necesitaba salir del hechizo de las exhalaciones de Sally. Tenía ganas de hacer algo loco y arriesgado, ponerme a gritar y despertar a todos, pero enseguida me dije que era una estupidez, y no tuve el valor de cometer semejante estupidez. Era horrible ser el único despierto, teniendo en cuenta que era mi madre la que se había muerto, y que era obvio que no iba a poder dormir, y sin embargo los demás dormían como idiotas sin preocuparse por si tenía ganas de pegarme un tiro o matar a alguien.
Pero claro, no era el único despierto, y eso calmó un poco mis ansias. Jess estaba sollozando en la puerta de afuera, y desde adentro apenas se escuchaban sus lamentos, como los de un sutil fantasma. Jess parecía sufrir la muerte de mi madre más que yo mismo, sobre todo en esos momentos en los que todavía no había podido procesar la situación. Se la había pasado llorando toda la tarde. Decidí que los dos nos merecíamos un poco de compañía y salí afuera para sentarme a su lado.
-          No tenés que venir a consolarme- Musitó cuando se percató de mi presencia, sin dejar de cubrirse el rostro con las manos. – Mejor acostate y tratá de dormir.
No le hice caso y me acomodé cerca de ella.
-          No voy a poder dormir. – Me limité a decirle en voz baja, y ella no agregó nada.
Nos quedamos en silencio un rato largo. Disfruté de la brisa nocturna, como si por unos instantes ella fuera capaz de liberarme de mis pensamientos, o por lo menos de darme sensación de libertad. Estaba demasiado ofuscado como para tener una conversación, y ella no podía dejar de llorar, o al menos eso parecía. Por momentos daba la sensación de que se calmaba un poco, pero esos instantes eran fugaces. Yo no la entendía, y en un momento se lo dije.
-          Hey, no llores… No tenés porqué llorar… todos tenemos que morir alguna vez, ¿no? – Dije en un intento de sonar despreocupado, para que ella pueda tomárselo más a la ligera.
Jess emitió un gemido. Se quitó las manos del rostro y abrió los ojos, y por un instante me dio un vuelco el corazón. Sus ojos blancos, inundados de lágrimas, parecían brillar en la oscuridad, reflejando la escasa luz de la luna. Era una imagen que impresionaba y aterrorizaba, sobre todo porque los ojos de Jess tenían el poder de hacerte sentir que estabas al borde del abismo. Pero al mismo tiempo, no se podía negar que era algo místico y hermoso. Bueno, cuando superabas la parte escalofriante. Sus lágrimas parecían una extensión de sus ojos, también se veían blancas y resplandecían sobre sus mejillas.
-          Tu madre… no tenía que morir todavía… - Dijo con voz quebrada.
-          … ¿Qué decís?- Exclamé, sin terminar de comprender lo que quería decir con eso. – Está bien, tal vez a veces nos parece que ciertas cosas no deberían haber pasado… pero no te reproches. Que vos sepas todo lo que pasa en el mundo, no significa que podías anticiparte a su muerte. Vos misma lo dijiste, no podés ver el futuro.
Jess negó enérgicamente con la cabeza.
-¡No, no, no! No entendés, yo sí tuve la culpa. Yo estaba en el momento en el que a tu mamá le agarró el ataque. –su voz comenzó a temblar.  – Fue horrible… pero yo no quería que pasara… ¡Perdoname! – suplicó, y ahí se largó a llorar de vuelta.
Yo seguía sin entender nada, pero algo de lo que Jess decía me daba mala espina. De todas formas decidí consolarla, pues sabía que Jess solía hacerse demasiado drama por cosas que en realidad no valían tanto la pena.
-          Hey, tranquila.- Dije mientras torpemente le daba palmaditas en la espalda. – Contame ¿qué pasó cuando a mi mamá le agarró el ataque?
-          Yo… estaba hablando con ella… y la insulté, y ella se puso nerviosa… muy nerviosa, pude sentirlo, estaba aterrada, pero yo no podía pensar en eso… hablé sin pensar, dije cosas sin pensar… y cuando me di cuenta, supe que no me estaba escuchando, que  no respiraba, estaba tiesa, con la cara congelada en una expresión de horror… ¡Estaba muerta! ¡Y había sido por mi culpa!
-          ¿Pero qué le dijiste?- exclamé con un dejo de desesperación- ¿qué pudo haber sido tan terrible que la matara?
Jess dudó unos segundos, pero luego me miró de lleno con sus ojos de ciega brillantes.
-          Le dije… le recordé que vos no eras su hijo.
Tardé un poco en comprender la magnitud de lo que me estaba diciendo.
Mi primera reacción fue reír escépticamente, por supuesto. No era la primera vez que alguien hacía esa suposición, y yo me burlaba de los que la hacían ¿Quiénes se creían ellos para decir quiénes eran o no mis padres? Yo tenía razones para pensar que mi madre era mi madre biológica. Claro, nunca supe quién era mi padre, lo cual tal vez podría explicar mi aspecto, que desentonaba tanto con los demás terrenos. Pero mi madre era mi madre, y el que negara eso se las vería conmigo.
Obviamente, estaba olvidando que Jess no era cualquier persona.
-          Jess, ya sé que…
-          Matt.- Me calló.- Si te lo digo, es porque estoy segura.  Mercedes no era tu madre. Lo sé. Ella estuvo con vos desde que eras un bebé de 6 meses, pero no te parió. No lleva tu sangre.
-          Pero Jess, tengo razones para…
-          ¡Matt, dejá de mentirte! – Casi me gritó, y unas lágrimas atravesaron su rostro- ¡Lo sé, estoy segura, lo vi! Ya sabés de qué te estoy hablando. Sabés que soy capaz de saber esas cosas. Lo sé desde el momento que te conocí…
-          ¿¡Entonces por qué no me lo dijiste antes!? – Estallé, definitivamente enfadado. Por alguna razón, sus palabras me enfurecían.  ¿Por qué teníamos que hablar de esto ahora?
Jess, que de alguna manera siempre me había inspirado compasión, ahora se me hacía un ser cínico y morboso, ¿qué otra explicación había a esa situación? No podía entender a Jess, y en realidad nunca la había entendido.
Hasta su aire de nena buena me daba bronca. Me daba bronca su llanto, su inocencia, y sus buenas intenciones.
-          ¡No te lo dije porque pensaba que tenías que hablarlo con ella!- Me gritó, aunque casi no se le entendió nada, porque parecía ahogarse con sus propias lágrimas. Me sorprendía que los demás siguiesen durmiendo después de todo el lío que estábamos armando. - ¡Pero cuando vinimos acá, supe que ella no tenía intenciones de hablar con vos al respecto! ¡por eso decidí ir a tu casa cuando no estabas y así encontrarme con ella! Pero… Las cosas se me fueron de las manos y… ¡Yo no sabía que iba a pasar esto! – Y ahí pareció que no pudo resistirlo más y se volvió a rendir al llanto, cubriéndose nuevamente el rostro.
Yo estaba enojado, pero deseaba estarlo todavía más. Miraba a Jess llorar desconsoladamente, y sentía que se me iban las fuerzas. Deseaba simplemente odiarlo todo, a Jess, a mi madre, a la villa, a Sally, todo, pero me sentía débil y cansado.  Y mi voluntad para odiar se desinflaba inevitablemente como un globo pinchado. Lo cual era muy malo, porque si no sentía odio ¿qué iba a sentir? necesitaba llenar ese vacío incontrolable.
Tomé los restos de determinación que me quedaban para formular una pregunta importante.
-          En ese caso… ¿Quiénes son mis padres?
Jess gimió, como si mi pregunta le doliera.
-          ¡No sé! –Exclamó con desesperación. - ¡No puedo saberlo! ¡Es terrible Matt!
¡Ah! Mierda, Jess y sus poderes imperfectos. No podía ser de otra forma.
Otra vez deseé poder odiarla, pero mi bronca era una bronca muda, resignada a quedarse para siempre trabada en mi estómago.
Traté de relajarme y darle un descanso a mi mente, pero en cuanto lo intenté sentí como todo lo sucedido en el día impactaba sobre mí como un golpe en el cerebro.
De repente, lo vi todo, la muerte de mi madre, su engaño de toda la vida… Jess lloraba, y yo solo sentía una impotencia enorme, y unas tremendas ganas de desaparecer de la faz de la tierra. Tenía ganas de enloquecer, de destruirlo todo,  pero me sentía tan débil, tan insignificante, tan patético…
No sé cuánto tiempo pasó después de eso. Pudieron haber sido segundos u horas, lo hubiera sentido igual. No dijimos una sola palabra hasta que amaneció. Jess lloraba, y yo creo que también, no estoy seguro. Estaba demasiado metido en mis pensamientos como para saberlo. En algún momento nos calmamos.
-          Perdoname… - Musitó ella. Yo sentí un atisbo de la bronca que antes había tenido, pero ya no era exactamente dirigida hacia ella, si no al hecho de que deseaba terminar con este tema de una vez por todas, irme a dormir, no pensar más en el asunto.
-           No tengo nada que perdonar- Repliqué con sinceridad. Por mucho que quisiera echarle la culpa, sabía que era una manera demasiado fácil de descargarme, y que no era justo.
-          No digas estupideces…- murmuró con voz débil. Pero no dijo nada más. Parecía agotada de tanta angustia, aunque tal vez me lo parecía solo porque yo me encontraba de la misma manera.
En algún momento, cuando el sol ya había salido casi por completo, me percaté de algo y miré a mi amiga con extrañeza.
-          Es la primera vez que te veo llorar…
Jess me miró como si no entendiera a que me refería.
-          ¿Habías llorado antes?
Se quedó un rato mirando hacía ningún lado, demasiado concentrada en sus pensamientos.
-          Creo que… no. No que yo recuerde. – Y se quedó callada, como si aquel planteamiento le hubiera dado algo nuevo en que pensar.
Un poco después me reí sin ganas y le dije:
-          En ese caso, no deberías gastar tus lágrimas en la muerte de una mujer que ni conocés.
-          Matt… No digas eso…- Murmuró con voz ronca.
-          Pero tengo razón. Sabés que la muerte es inevitable, tarde o temprano iba a pasar, siempre lo supe… No podés ponerte así por cada desconocido que ves morir.
-          Pero no era cualquier desconocido… Era tu madre. Y murió por mi culpa…
-          Eso es discutible. Si no me hubiera mentido todos estos años, nada hubiera pasado.
-          Aún así, una muerte no es motivo para alegrarse.
-          ¿Y me lo vas a decir a mi? Pero no importa. Tu vida va a ser demasiado dura si vivís preocupándote de esa manera por todo el mundo. Te lo digo como un concejo.
Jess bajó la vista.
-          ¿Y cómo se supone que haga, si puedo ver el sufrimiento de todos los demás?
Suspiré. Tenía razón, al fin de cuentas. Jess nunca iba a poder librarse de su omnisciencia ni de la carga que ella implicaba (O al menos eso creía). Más allá de todo lo que me estaba pasando, nuevamente agradecía no estar en su lugar.
-          …Tus poderes son una maldita mierda. – Sentencié, con amargura.
Ella se rió, aunque fue una risa medio sollozada. Aun así, me relajé de ver a Jess un poco más feliz.
-          Jess… la verdad es que estoy muy cansado… Me gustaría tirarme un rato, si no te molesta. Ya tuve demasiadas emociones para un día… - Me sentía un poco mal, no sabía si lo correcto era dejarla sola. Tenía miedo de que le agarraran uno de esos ataques vomitivos que le daban cuando estaba triste o de mal humor. Sin embargo, ella me respondió:
-          No, está bien. La verdad es que yo también dormiría un rato.
Eso era raro, Jess casi nunca dormía. Pero decidí dejarla. La verdad, ya no tenía ganas de discutir ni de hacer nada. Solo quería tirarme y no pensar, dormir.
Efectivamente, se cumplió mi deseo, porque apenas me acosté caí en un sueño profundo y sin sueños. Fue algo sanador, aunque desde luego no solucionó ninguno de mis problemas.
Me pareció que solo habían pasado unos segundos cuando desperté, en la tarde, sobresaltado por un grito que provenía de la bolsa de dormir de Jess.
Todavía no me había despertado del todo, cuando veo a Sally entrar en la casa con cara de susto, y luego relajarse un poco para después frustrase.
-          Jess ¡¿Se puede saber qué te pasa? ¡Me pegué un susto horrible!... – Pero una vez que dijo eso, entrecerró sus ojos, como si acabara de darse cuenta de algo- … Estás distinta.
-          ¡No me digas! – Exclamó Jess con desesperación.
Yo todavía estaba medio estúpido por el sueño, así que no entendía muy bien la situación. En un intento por hacerlo, me incorporé y me restregué los ojos. Y cuando vi a Jess… lo primero que pensé fue que no era ella.
Ciertamente, Jess estaba distinta, estaba muy distinta.
Para empezar, su cabello ya no estaba blanco, ahora era oscuro, aunque de un color indefinido. Algo así como un marrón blancuzco. Otros detalles que en ese momento no distinguí muy bien pero que pronto se hicieron muy notorios, fue que sus cejas y sus pestañas tampoco eran blancas ahora. Su color de piel era más rosáceo, y su antigua palidez parecía muy evidente en estos momentos. Ahora era posible imaginar que la sangre corría por sus venas, y hasta el rubor grisáceo de sus mejillas tomó una apariencia más normal.
Y sus ojos… No solo ya no eran blancos, si no que ya no producían esa sensación de vacío… Su ojos eran… eran grises, sí, pero eran ojos al fin y al cabo, completos, con sus pupilas, su iris…
Tenían un brillo particular, podía leerse la emoción a través de ellos.
Jess volvió a chillar, parecía bastante asustada.
-          Jess, ¿qué te pasó?
Lo que dijo a continuación nos desconcertó.
-          Creo… ¡Creo que estoy ciega!- Gritó desesperada.
Sally y yo nos miramos sin entender. Que Jess estuviera ciega no tenía mucho sentido, puesto a que ahora tenía ojos de verdad.
Jess empezó a ponerse muy nerviosa. Jadeaba, gemía, tanteaba para todos lados como si temiera que los objetos a su alrededor desaparecieran. Y entonces, pasó lo que había estado esperando que no pasara, y comenzó a hacer arcadas.
-          ¡Sally, traé una palangana!- Reaccioné.
Sally actuó con rapidez, y yo me levanté y me acerqué a mi amiga. Cuando Sally trajo el balde, Jess se inclinó sobre él y vomitó estrepitosamente un líquido espeso y pegajoso, que, efectivamente, era más rojo de lo normal. Eso no sirvió para calmarla, de todos modos. Temblaba, traspiraba.
-          Tranquila, Jess, todo está bien. – Le dije, aunque decir eso era casi como mentir, porque la situación me daba escalofríos.
-          ¡Tengo miedo, Matt!- Chilló Jess, y a mí se me heló la sangre.
No tardó mucho en volver a dormirse. Cuando tenía estos ataques quedaba exhausta, y se dormía sin poder evitarlo. Pero ni Sally ni yo podíamos sacarnos la sensación que nos invadió.
-          ¿Qué fue eso? – Exclamé.
Sally frunció los labios.
-          Se transformó en una persona normal. Debió haber sido doloroso.

Nuevamente me sorprendía con su acertada sencillez para observar el mundo.
En efecto, Jess se había transformado en una persona normal, o, por lo menos, lo más normal que podía ser. Los supimos poco después que despertó.
No se había quedado ciega, había perdido sus poderes, tal vez no completamente, pero sí una gran parte de ellos. Para ella, debió haber sido como si se le desmoronara la realidad de golpe, toda esa información que llegaba a su cerebro de repente dejó de hacerlo. Era lógico que se sintiera ciega, pero poco después confirmó que ahora observaba las cosas de una manera distinta, que veía cosas que antes, de alguna forma, pasaba por alto. Los colores eran más vivos, los detalles más nítidos. Pero eso no compensaba el conocimiento de todas las cosas, al menos eso pensaba ella. Estaba enojada consigo misma, no podía entender cómo es que había dejado que le pasara eso.
Pronto comenzó a sentir hambre y sueño de manera regular. Aceptó comer algunas cosas, aunque, como yo, no comía carne. Para ella era una abominación comer cualquier cosa que estuviera viva, comer animales era demasiado. Ahora que lo recuerdo, Jess solía decir que la mente de los animales era un enigma para ella, pues no podía explorarla como lo hacía con la mente humana. Probablemente, por ese respeto que les tenía era que no se animaba a comerlos.
Tiempo después descubrió que no había perdido del todo su omnisciencia, pero ahora se manifestaban en su mente como flashes que venían a ella sin que los invocara, casi como premoniciones, solo que no eran del futuro, sino del presente y del pasado. Si era extremadamente necesario, Jess podía utilizar sus poderes con voluntad propia para averiguar algo en particular, pero eso la dejaba exhausta y la frustraba.
No había caso, Jess se había humanizado, y sabíamos que ya no podríamos usar sus poderes para nuestro favor.
-          Al menos Kevin se pondrá feliz… - Le dije una vez que la oí quejarse, recordando cuando nuestro amigo le había pedido que intentara no usar sus poderes.
Sally no parecía preocupada al respecto, al contrario, se la veía bastante feliz.
-          No entiendo porqué Jess se queja tanto. – Me dijo una vez. – No debería sentirse culpable, y menos por nosotros. Ahora que tu madre murió… - Recuerdo que titubeó en ese momento. – Bueno, lo que quiero decir es que ya compramos los remedios, sólo necesitamos plata suficiente como para poder sobrevivir, y eso lo podemos lograr sin Jess… Además, creo que le va a hacer bien, ¿no? Kevin lo dijo una vez, que sus poderes le causaban esos ataques… Supongo que ahora ya podrá estar un poco en paz… Pensalo, con el aspecto que tiene ahora ya ni necesita esconderse… ¡Va a poder dejar ese abrigo y esos lentes que acarrea para todos lados!
Toda esa perorata me dio a entender que Sally estaba feliz de que Jess ya no sea tan extraña.
Y la verdad, nunca vi a Sally y a Jess tan unidas como en esos tiempos. A veces me las encontraba hablando (igual que me los encontraba a Kevin y a Jess) en voz baja, vaya uno a saber de qué. Se había convertido en unas chismosas insoportables, pero en el fondo me alegraba verlas llevándose tan bien. Sally hasta le ofreció prestarle un poco de ropa, para, como ella misma había dicho antes, dejara de usar ese abrigo pesado.
Me acuerdo que la obligó a probarse un par de blusas y polleras largas y me dijo:
-          Ahora es oficialmente una persona normal, ¿Acaso no se ve hermosa?
Entonces observé a Jess, que se veía algo avergonzada por el alborozo de Sally. Y no supe qué responder. Por un lado, jamás supe si Jess era “hermosa”. Ahora que lo pienso, Jess era bastante bonita, siempre lo fue, incluso cuando era albina, aunque bueno, en ese entonces era demasiado extraña como para andar analizando si sus rasgos eran agradables o no. Pero nunca me pareció atractiva, o al menos nunca pude pensar en ella de esa manera, aunque no sé exactamente porqué.  Por otro lado, la ropa que Sally le había prestado a Jess (Que obviamente había heredado de sus hermanas) era demasiado evidente que era ropa de Terrenos. Y a Sally le quedaba bien, porque las telas livianas y los colores claros contrastaban con su piel oscura, pero Jess, que incluso en esos momentos su tez era bastante pálida (aunque ahora tenía un tono rosáceo) se veía… demasiado clara, demasiado transparente, casi frágil. Para mí era extraño, Jess parecía disfrazada de Sally, y aunque no era un disfraz creíble, me confundía un poco, de alguna manera…
No tardamos en decidir que debíamos volver a la capital. Para empezar, realmente queríamos hablar con Kevin, pensando que él tal vez podía ofrecernos más información acerca de la reciente transformación de Jess. Y ahora que mi mamá estaba muerta, ya no tenía razón ni ganas de quedarme. Por algún motivo, Sally decidió acompañarme, aunque yo estaba seguro de que prefería quedarse un tiempo más en la villa. De todas formas, no tardo en emprender su regreso, cuando tuvo la oportunidad y una “excusa”…


Quiero aclarar algo que tal vez no viene al caso, pero que para mí es necesario. No odio a mi madre. A Mercedes, quiero decir. No podría hacerlo.
No fue la mejor madre del mundo, es cierto, y también es cierto que arriesgué mucho para comprarle los remedios a una señora que en realidad me había mentido un montón de años, y ni siquiera llegué a tiempo. Pero no la culpo, por nada. Ella solo me dijo lo que yo quería oír. Nunca quise aceptar que yo no era un Terreno, y menos que era un nacido de Mágistral. Ella me mintió, pero yo accedí contento al engaño, que al fin de cuentas, era bastante obvio.
No habrá sido la mejor madre del mundo, pero estuvo ahí siempre que la necesité, me cuidó cuando nadie más quería hacerlo. Se las arregló para que me aceptaran en un mundo de terrenos, donde yo era evidentemente diferente.
Me costó hacerle el duelo, al principio, porque inmediatamente después a su muerte pasaron muchas cosas. Y admito que durante un tiempo me costó perdonarla.
Pero en este último año, he tenido tiempo para pensar las cosas más fríamente, y me di cuenta de que en realidad ninguno de sus engaños podrán empañar todos esos años en los que se dedicó a mi… como pudo.
Le tengo mucho respeto a su recuerdo, y aún hay días en los que me reprocho por no haber llegado a casa antes, por no haber podido tener una conversación sincera con ella, por no haber podido perdonarla cuando todavía estaba viva.
Pero sé que no vale la pena, que es inútil reprocharse esas cosas. Que hay cosas que pasan porque tienen que pasar, y que no se pueden cambiar, por mucho que queramos. Y porque es ridículo desear que mi madre todavía viva, porque eso es pedir demasiado, es desafiar todo lo que viví después de su muerte, es reprochar a la naturaleza de la misma forma que Kevin y yo lo hacemos todos los días en el laboratorio, sin lograr ningún resultado productivo.

2 comentarios:

  1. Noooooooooo!! muy bueno, ni idea de donde lo sacaste y tampoco me imagine que podría haberme leído todo esto, pero está terrible

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