Todo texto aquí visto es pura creación de grillito, alias Azul, alias Fairy, alias la chica astronauta, alias Azul, alias la loca esa

toda imagen aquí vista es pura creación de alguna persona, ecepto grillito, a menos que ella diga lo contrario. Si quieren ver dibujos de ella, vayan a http://lachicamariposa.deviantart.com/

Procuren no chocarse con la luna!

domingo, 12 de agosto de 2012

Utopías capítulo 8 - Regreso a casa


A diferencia de los otros dos, Jess realizaba ese recorrido por primera vez. Naturalmente, había visto aquel parámetro de tierra desierto en los recuerdos de sus dos amigos, pero recorrerlo ella misma era otra cosa.
A pesar de que Matt y Sally estaban (obviamente) emocionados por volver a casa, con los remedios correspondientes para la madre de Matt, a Jess ese pequeño viaje le daba malos presentimientos.
Lo cual le inquietaba, porque generalmente sus malos presentimientos eran fundamentados. Tal vez solo era que seguían estando demasiado cerca de la capital, lugar que siempre le causó escalofríos, por alguna razón. Aunque lo más probable sea que (a pesar de que ella se negaba a aceptarlo) que no tenía nada de ganas de perder a los únicos dos amigos que tenía en el mundo…
De hecho, en los últimos días estuvo pensando bastante al respecto. ¿Qué haría cuando sus amigos se reencontraran con sus familiares? Ahora que ya habían conseguido los dichosos remedios, no había razón alguna para volver a la ciudad. Probablemente quieran quedarse en la Villa Terrena para reencontrarse con sus amigos. Y ella… ¿Qué haría en aquel lugar? ¿La aceptarían? Y Matt y Sally… ¿No se olvidarían de ella, ahora que ya no la necesitaban?
Todas esas preguntas pasaban por su mente a gran velocidad, pero sin embargo no se animó a hacerlas verbales delante de sus dos amigos, que iban charlando entusiasmados, sin percatarse del silencio de Jess.
Cuando llegaron a la villa, el lugar estaba aparentemente desierto. Nadie salió a recibirlos, porque nadie los esperaba.
Había pasado tan solo un año, y sin embargo, Matt y Sally sintieron que habían crecido un montón en aquel transcurso, y que la última vez que se habían encontrado en aquel lugar, eran tan solo unos niños, muy lejanos a su situación actual.
Las pequeñas casas de la villa le parecieron mucho más humildes de lo que eran antes. Parecían construcciones de juguete, que podían desmoronarse con la fuerza del viento más débil. Dos niños pasaron corriendo cerca de ellos, pero ninguno les prestó atención.
Matt suspiró. Después de tanto tiempo, ya estaban en casa.
Fueron hacía dónde Matt había vivido todos sus 17 años. El chico llamó a la puerta. El que abrió era un hombre alto, de cara cuadrada cuyo distintivo siempre fueron sus lentes rotos. Matt se acordaba de él, se llamaba Frank, y era uno de los pocos vecinos que habían logrado conseguir un trabajo en la capital, pero que aún así seguía viviendo en la Villa Terrena. El Hombre se sorprendió al ver al muchacho rubio, y lo único que hizo fue exclamar:
            - ¡Mercedes! ¡Tu hijo volvió!
Reinaron unos segundos de un silencio incómodo, hasta que se escuchó la débil voz de la mujer.
            - ¿Estás hablando en serio, Frank?
El hombre le hizo a Matt un gesto con la cabeza, indicándole que pasara. Sally también entró, con total confianza. Jess, en cambio, se quedó parada sin saber muy bien qué hacer. Frank la miró detenidamente, y sus ojos se detuvieron en su rostro blanco como el papel más frágil, y en su cabello que parecía plateado a la luz  intensa del sol. La observó con curiosidad, pero al rato desvió la mirada, como si hubiera decidido que en la capital habían muchas cosas extrañas que él aún desconocía.
Él también se fue al interior de la casa, pero había dejado la puerta abierta, y Jess lo interpretó como una invitación para pasar.
Allí dentro se encontró con la madre de Matt, Mercedes, empotrada en su silla, saludando efusivamente a los dos chicos.
Matt la encontró, al igual que al barrio, más decrépita, arrugada y grande de lo que la recordaba. Pero estaba tan feliz de haber concluido su viaje que se dejó estrujar por sus brazos tiesos hasta que casi lo dejó sin oxígeno, y se dejó besar las infinitas veces que ella quiso, sin que le importara el contacto de su piel húmeda, blanda, y pegajosa.
 Jess, observaba la escena desde lejos, y empezó a sentir un odio profundo que nunca antes había sentido. Esa mujer se pavoneaba de su invalidez y de sus debilidades, pero era una cruel mentirosa. Matt había viajado, había sufrido de hambre y de frío solo por una vulgar mentirosa. Y eso no estaba bien, o al menos para Jess, eso era una terrible injusticia que debía equilibrarse.
Matt le dijo algo a Sally, y luego la chica se acercó a dónde estaba Jess.
            - Matt quiere estar un tiempo a solas con su madre. – Le dijo. – Así que ¿No te importaría acompañarme a visitar a mis hermanas?
Jess se limitó a asentir, sin pensar realmente si tenía ganas de conocer a las hermanas de Sally o no.
Se dejó conducir por la chica, sin prestar atención a dónde iban, sumida en sus pensamientos. Sally sacó un cigarrillo, y comentó:
            - No sabés qué bueno estar en casa de vuelta, ¡De verdad! Creí que yéndome de acá me sentiría más libre, y bueno, por un lado fue así, pero por otro…- hizo una pausa mientras agarraba el encendedor y prendía el cigarro.- La verdad, no se puede ser totalmente libre con Matt al lado. Ya sabés que lo quiero un montón, pero es un poco paranoico. No me deja hacer casi nada…
Exhaló el humo al mismo tiempo que suspiraba, aparentemente feliz y fresca.
Jess no dijo nada, y Sally no se extrañó de eso. En el camino se cruzó con un par de personas que la reconocieron y la saludaron alegremente. Pero ninguno se detuvo a charlar con ella. Finalmente llegaron a la casa de las hermanas de Sally.
Jess hubiera jurado que la casa era un poco mas humilde que la de Matt… poco después se dio cuenta de que en realidad era que estaba más desordenada. Desde fuera se escuchaba una música bochinchera y ruidosa. Sally llamó a la puerta, y tuvo que llamar un par de veces más, porque al parecer la música estaba algo fuerte.
Abrió la hermana del medio, Becca. Al ver a su hermana, sonrió ampliamente y se abalanzó sobre ella en un abrazo afectuoso.
            - ¡Rachel! ¡Cuánto tiempo! Ruth decía que no ibas a volver, pero yo decía que no ibas a poder olvidarte tan fácilmente de nosotras…
            - Jaja, si, seguí soñando…- le respondió Sally con una sonrisa.
            - Pero tan equivocada no estaba, ¿No? por lo menos volviste…
            - Claro que iba a volver, teníamos que traerle los remedios a la madre de Matt…
            - Si, bueno, pero con vos nunca se sabe. – Cuando dijo esto, se apartó de la puerta e hizo un gesto para que las demás pasaran. Entró, y bajó el volumen del grabador, y entonces la música yo no parecía tan ruidosa. No se percató de la presencia de Jess hasta que estuvo adentro de la casa. La miró de arriba abajo sin disimulo y luego le dijo a Sally.
            - ¿Y a ésta de dónde la trajiste?
Sally se rió.
            - Es Jess. Nos ayudó mucho, tuvimos mucha suerte de encontrarla.
            - ¿Ah, si? ya me parecía que no podía haberle salido todo bien a ustedes sin un poquito de ayuda… ¿Y en qué los ayudó?
            - Ella…- Comenzó a decir Sally, y luego esbozó una sonrisita de complicidad.- Ella puede saberlo todo. Absolutamente todo.
Eso no era cierto, y era evidente que Sally lo había dicho así para agregarle un poco más de dramatismo. En otro momento, Jess hubiera saltado y habría corregido esa información, pero en ese instante se sentía extraña, como si estuviera demasiado concentrada en otra cosa, o como si estuviera en un lugar al cual ella no pertenecía. Estaba muda, desaparecida, inexistente. Más que nunca.
            - ¡No jodas! ¡Qué esas cosas no existen!
            - Lo digo enserio. Puede saber todo lo que pasó alguna vez y todo lo que está pasando en cualquier lugar del mundo. Puede saber hasta lo que estás pensando.
            - ¡No es cierto!
            - Preguntale a ella…
Becca se sentó en una silla, apoyó el codo en la mesa y miró a Jess, expectante.
            - Bueno, dale. Decime en qué estoy pensando.
Jess le respondió sin entusiasmo.
            - Estás pensando en mí.
Becca frunció el ceño.
            - No exactamente…
            - Es que no puedo saber exactamente lo que estás pensando. Tus otros pensamientos se contaminaron con el hecho de que estás pensando en mí, y eso bloquea gran parte de mi habilidad. No puedo saber los pensamientos de las personas cuando tienen que ver conmigo.
Becca se quedó callada durante unos instantes y luego miró a Sally con una expreción de decepción.
            - ¡Así cualquiera…!
Sally se encogió de hombros.
            - Lo creas o no, ella realmente es capaz de verlo todo… bueno, con algunas excepciones, pero muy pequeñas, la verdad. Gracias a ella logramos conseguir la plata suficiente para los remedios y estoy acá.
Becca torció el gesto y luego dijo.
            - Si vos lo decís… tendré que creerlo, porqué no. Hay tantas cosas extrañas en este mundo, que una más no hace nada… Bueno, pero sientense acá conmigo y cuentenme como fue su viaje… - Y luego miró a Sally.- Dale, que aunque no lo creas, te extrañé mucho…
Sally se rió, sabiendo que su hermana no había pensado en ella ni un solo día.
Las dos chicas se sentaron alrededor de la vieja mesa de madera, y enseguida Becca y su hermana se enfrascaron en una conversación en la cual volvieron a olvidarse completamente de Jess.
Esta se puso a observar los detalles de aquella habitación, que parecía ser algo así como una cocina/comedor, aunque bastante primitivo, a decir verdad. El piso era de tierra, las mesadas unos muebles viejos y gastados, mal colocados y cada uno de un diseño completamente diferente al otro (arriba de uno de ellos se encontraba el grabador). En un costado, había una palangana con agua aparentemente limpia, y otra con agua sucia. Uno de los muebles tenía bolsas de hielo adentro, hielo que estaba bastante derretido y se notaba gracias a un pequeño charco que amenazaba con crecer. Amontonados en un rincón, varios vasos y platos sucios que eran rondados por las moscas. Se encontraba también, entre las mesadas, unas garrafas de gas.
Las paredes eran de cemento sin pintar, y había otra habitación, cuya puerta estaba cerrada.
            - ¿Dónde está Ruth? – Escuchó que decía Sally en un momento.
            - Durmiendo, obviamente. Anoche se fue a no sé dónde y volvió tarde. – Dijo mientras hacía un gesto hacia la puerta cerrada.
Jess se puso a pensar en que conocía la historia completa de Sally y sus hermanas. Ellas eran Ruth, Rebecca y Rachel, y bien podrían llamarlas “Las hermanas R”.
Ruth era la más hermosa de las tres. Sus rasgos eran menos acentuados, a diferencia de sus hermanas, cuyo mayor defecto podría ser una nariz larga. Tenía la cara redonda, los ojos negros como la oscuridad más espesa, la nariz delicada y los labios gruesos, pero sin exagerar. Su piel era uniforme y del moreno más cálido.
Pero no era para nada perfecta, de hecho, era bastante antipática, o por lo menos, la menos simpática de las tres. Aunque quería a Sally, de pequeña siempre la descuidaba, y era de expresiones torpes, por lo cual solía verse más bonita cuando se quedaba quieta. Sally sabía que nunca iba a poder encontrar a Ruth levantada antes de las 4 de la tarde, y todas las noches las pasaba fuera de casa.
 Rebecca (Becca para casi todo el mundo) era la contraparte de Ruth. No era tan linda como sus dos hermanas, sus rasgos eran más marcados y su nariz era decididamente larga. Pero tenía un encanto natural, era cálida y agradable con casi todo el mundo, lo cual también le daba hermosura. Tenía una buena relación Sally cuando era pequeña, mejor que la que tenía Ruth, pero tampoco era muy responsable con ella. Aún así, siempre fue un poco más recatada que Ruth y procuraba quedarse en casa por las noches para no dejar sola a la pequeña Rachel.
Así, casi podemos decir que Sally es una mezcla de las dos. Pero la verdad es más larga que eso. Rebecca no es pariente sanguínea ni de Ruth ni de Rachel. Las tres emigraron a Mágistral cuando eran muy pequeñas, huyendo de las guerras de Terra. Sus padres las metieron en ese barco, cómo hicieron con muchos de los jóvenes. Ruth y Rebecca eran pequeñas y Rachel, casi era una bebé. Rebecca tuvo la suerte de encontrarse con Ruth en el barco, y desde entonces no estuvo más sola. Se ayudaron entre ellas durante toda su vida, de manera que prácticamente olvidaron que en realidad no son hermanas. De hecho, Sally nunca supo que Becca no era pariente suyo, y como son bastante parecidas entre sí, en la Villa siempre asumieron que eran hermanas. Ninguna guarda recuerdos de su pasado, y Sally nunca les preguntó sobre su origen, o sus padres, por un lado porque pensaba que a sus hermanas no les gustaba hablar del tema, y por otro porque, en realidad, no le importaba demasiado. Sally siempre fue de encarar al futuro y no pensar en el pasado, y como junto con sus hermanas se las arreglaba bastante bien ¿Para qué necesitaba un padre o una madre?
Pero Jess sí sabía todo eso, y se estaba dando cuenta de que en la Villa Terrena, los lazos familiares eran bastante extraños, y se estaba preguntando si debía hacer algo al respecto…
            - … Y ese chico, Matt, ¿sigue enganchado con vos? - Escuchó que preguntó Becca en un momento.
Sally se encogió de hombros.
            - Supongo que sí.
            - Ese chico sí que es raro. Y bastante terco, además.
Sally se rió.
            - Sí, es verdad. Pero tiene su lado divertido. Y es el único con ganas de cambiar las cosas. También es el único que me ofreció la oportunidad de irme de acá, lo cual fue lo mejor que alguien hizo por mi.
            - ¡Hey! no seas así, este lugar no es tan malo…
            - Decís eso porque no conocés nada mejor.
Becca lanzó una carcajada.
            - Me parece que Matt te está llenando la cabeza.
Sally sonrió.
            - Puede ser. – Admitió.
Se quedaron un rato en silencio, y luego Becca retomó la charla.
            - Pero si algún día decidís sentar cabeza… Matt no es un mal chico, ¿no? Y te quiere. Y además es bastante listo, así que seguro que puede cuidarte bien.
            - Yo también quiero mucho a Matt, pero no necesito que alguien me cuide. Y él, me cuida demasiado… Es decir, no es que él no me guste, pero creo que nunca podría estar con él. Estar con Matt es sinónimo de comprometerse, y no estoy segura de que eso sea bueno para mí. A parte, sé que si algún día empiezo a estar con Matt, no me animaría a dejarlo, y eso me asusta. Sé que podría mandarme muchas cagadas y terminar lastimándolo, más de lo que tal vez ya lo hice. No creo que sea bueno para él que yo le corresponda.
            - Es una lástima. Ojalá alguien me quisiera así.
            - ¡No digas estupideces! ¿Quién no te quiere a vos?
Becca volvió a reír.
            - ¿O sea que no le vas a dar nunca una oportunidad?
            - No sé… Tal vez.
Jess volvió a distraerse, pensando en que el día que Sally le diera una oportunidad a Matt, ella estaría pasando por un muy mal momento.
Su mente fue hasta la casa de Matt y comprobó que éste estaba cruzando la puerta, yendo a saludar unos vecinos y ver si alguien podía conseguirle un poco de agua limpia. Pensó en que esa era su oportunidad y se levantó. Las dos hermanas detuvieron su charla y la miraron sorprendidas.
            - Eh… Tengo que hacer una cosa. – Se excusó Jess torpemente, y sin esperar respuesta alguna se fue hacía la salida. Aún cuando había cerrado la puerta, le llegó a la mente el comentario de Sally “No te preocupes, es medio rara. Supongo que no puede evitarlo”.
Durante el trayecto que hizo hasta la casa de Matt, no se detuvo a pensar seriamente en las consecuencias de sus futuras acciones. En realidad, en ese momento, las consecuencias no le importaban. Jess no podía ver el futuro, y no podía arrepentirse de cosas que todavía no habían pasado.
Hizo algo muy estúpido e impulsivo. Algo casi humano. Abrió la puerta de la casa de Matt y fue allí donde estaba su madre, Mercedes, sentada en su silla. La pobre mujer apenas la había visto antes, y no tenía la menor idea de quién era aquella extraña joven, pero de golpe le pareció una aparición de las pesadillas más aterradoras que nunca había imaginado tener. Vio cómo la mirada invisible de la albina se dirigía hacia ella, y sintió cómo la misma sensación que había tenido Matt cuando miró por primera vez a aquellos ojos blancos la abrazaba, la asfixiaba, la aturdía. Esa era la sensación que se debe tener cuando le mirás la cara al vacío, era el vértigo de lo inevitable.
Y entonces Jess se puso gritarle cosas sin pensar. Le dijo que era una hipócrita mentirosa, que con esas cosas no se juega, que la identidad de una persona es algo importante, que si realmente querés a alguien no le hacés esas cosas, que si nadie le decía la verdad se lo iba a decir ella misma, que lo sabía todo y que nada impedía que hiciera algo al respecto.
Probablemente Mercedes apenas captó el significado completo de aquel parloteo infernal, pero un par de palabras le bastaron para ponerse de piedra, casi literalmente.
Supo que Jess era nada menos que el espíritu de la culpa, y que era hora de pagar por sus pecados, pero no estaba segura de querer hacerlo. Le agarró un miedo imparable, y si le hubiera dado la voz, las energías y la vida se hubiera puesto a gritar como una loca, o por lo menos habría intentado salir corriendo (aunque eso no la habría ayudado a escapar de su destino). Pero no pudo, y toda esa emoción le explotó adentro del cuerpo como una bomba.
Y antes de que se diera cuenta, Jess le estaba gritando a un cadáver.

viernes, 3 de agosto de 2012

Átomos y vetores

Desde el momento que Bianca nació, todos supieron que sería alguien especial, sobre todo sus padres. Estaban convencidos de que provenía de algún extraño lugar maravilloso, que había caído en este mundo por error, por alguna desastrosa casualidad. Pero se sentían afortunados de ello.
Había nacido por cesaria, razón por la cual su rostro no había sido estrujado en sus esfuerzos por salir a la vida. Su cara cristalina, armoniosa y casi transparente era extraña en un bebé que llevaba apenas horas de vida. A pesar de eso, fue un parto complicado, en el cual la vida de la criatura corrió riesgo porque se negaba a respirar. Estuvo conectada a un aparato que respiraba por ella durante unos días, hasta que por alguna razón reaccionó y comenzó a hacerlo por sus propios medios.
Ese pequeño accidente, si podemos llamarlo así, fue la excusa que los padres utilizaron para mimarla y consolarla, para que no se sintiera rara en un mundo tan horrible en el cual había que respirar para existir. Al final, lograron convencerla de que era especial, ya que a la pequeña no le daban oportunidad para pensar en otra cosa.
El resto de sus familiares no la querían mucho. No era muy cálida, casi ni hablaba, y jamás dio la menor muestra de querer relacionarse con los demás.
Era cierto que sus facciones eran increíblemente delicadas, pero era tan falta de emociones que su belleza no lograba atraer a la gente.
A ella no le importaba. Había llegado a creerse tanto su propia magia, que adoptaba una posición misteriosa, enigmática, como si llamar su atención fuese algo inalcanzable, y por eso mismo, sublime.
Desde muy temprana edad, comenzó a sentir rechazo hacia ciertos aspectos de la vida. El pulóver picoso la agobiaba, las burbujitas de las gaseosas reventaban estrepitosamente en la superficie de su lengua, la barba de su tío era demasiado rasposa.
Se negaba a comer y también a ir al baño, y las caras de las personas desconocidas le parecían dibujadas por el caricaturista más morboso. Parecía no comprender algunas cosas cruciales en la vida cotidiana. Sus padres trataron de ayudarla a integrarse en el mundo real, pero nunca le faltaron el respeto a sus caprichos.
Algunas cosas las aceptó. Llegó a comer, beber y dormir con normalidad. A medida que iba creciendo, se iba acentuando más su inexpresividad y su aislamiento. Pasaba el tiempo dibujando, leyendo, o mirando tele.
A su madre le preocupaba lo que podía encontrarse en la televisión, esa ventana tan estridente y subjetiva que supuestamente daba al resto del mundo. Cuando veía que pasaban un programa que tenía la menor insinuación sobre un tema que ella consideraba peligroso (Cómo por ejemplo la muerte o los fantasmas), apagaba el aparato sin escuchar las quejas de su hija.
Pero Bianca sentía que su madre no entendía nada, que no le tenía miedo a la muerte ni a los fantasmas. Lo que la llenaban de terror eran otras cosas, pequeños detalles que le hacían sentir un miedo que se le escurría en un sudor frío en la parte baja de su espalda.
Lo que de pequeña le hacía llorar, ahora era algo que se quedaba adentro, inevitablemente clavado en la garganta.
Odiaba el calor que la hacía traspirar, la luz del sol que cegaba sus ojos delicados. El murmullo incesante de la gente al hablar, el tono de sus voces, las palabras complicadas y desconocidas. Odiaba cualquier cosa que le recordara la tristeza y la brutalidad del mundo, odiaba a la gente inteligente por sus agudas pero punzantes opiniones, y odiaba a la gente estúpida por su banalidad insoportable.
Pero por sobre todas las cosas, odiaba todo lo orgánico, todo lo que estaba vivo e irrumpía en su vida sin que ella pudiera detenerlo. Las plantas que atraían el zumbido de los insectos, la comida muerta, putrefacta, segregando líquidos que se descomponían en su propio cuerpo; el ruido imperceptible de la sangre arrastrándose por sus venas, las líneas de las expresiones que deformaban los rostros hasta convertirlos en máscaras espeluznantes.
Ella misma se sentía una masa deforme de carne, atrapada en un ciclo perpetuo de sudores y secreciones, consumiendo la porquería que su cuerpo exhalaba, y deseaba por sobre todo cualquier cosa inmaterial, algo que la salvara de la vida llena de tierra y de latidos que retumbaban majestuosos en lo recóndito de sus entrañas.
Anhelaba un sueño, un suspiro, algo suave y bello como ella, que le enfriara su mente hirviendo de pensamientos. Y un día mientras miraba la tele se dio cuenta de que estaba rodeada de gente como ella. De que no era única ni especial, de que todo en este mundo era frío y muerto, como el plástico, como lo etéreo, como el más sutil de los espíritus. Lo veía en la búsqueda de la adrenalina, en la fragilidad de las modelos anoréxicas. En el fondo, lo más emocionante y bello de todo era estar muerto.
Bianca nunca supo la gravedad de aquel pensamiento, y de hecho podría haber muerto por falta de alimento si no fuera porque la visión de sus costillas le produjo tanto rechazo que se largó a llorar, estrujando su rostro perfecto como no fue estrujado el día que nació, sorbiendo las lágrimas saladas como si fueran una comida proteínica que le devolvería la figura que antes ocultaba las partes más escabrosas de su fisionomía.
La madre la escuchó y se acercó a consolarla. Bianca quiso resistirse pero no pudo, y se dejo vencer, hundiéndose en el pecho de su madre, mientras recibía el delicado tacto de sus dedos de uñas largas acariciándole el cabello. El regazo de su madre se convirtió en algo cálido, infinito, algo que estaba más allá de lo orgánico o lo etéreo.

jueves, 31 de mayo de 2012

Utopías- Capítulo 7


Cuarta anotación en el diario de Matt

“El día que Kevin se llevó a Jess, conduciéndonos a la habitación que él alquilaba, cambiaron un par de cosas.
Kevin no tardó en convertirse en nuestro aliado, aunque nosotros no le pedimos que lo hiciera, y al principio ni nos interesaba. No estaba mejor ubicado económicamente que nosotros, y lo único que podía ofrecernos era una habitación pequeña que ocuparíamos solo unas noches.
No, estoy diciendo las cosas mal. Kevin podía ofrecernos información sobre Jess, y eso no era algo que podíamos tomar a la ligera. Saber que Jess tenía el alma pura servía para confirmar el hecho de que algo raro había pasado con ella. Bueno, en realidad eso lo podíamos saber sin la ayuda de Kevin, pero para Jess eso era muy importante.
A pesar de que Jess no podía leerle la mente, Kevin y ella sellaron una extraña pero fuerte amistad. Era normal encontrarlos hablando por ahí, de los temas incluso que uno menos se esperaba.
Con Sally solíamos decir que Kevin era un raro que le gustaban las cosas raras, y que por eso mismo andaba obsesionado con Jess. Nos reíamos mucho a su costa.
Ahora me arrepiento un poco, sé que Kevin pasó por muchas cosas un poco raras, aunque creo que perturbadoras sería una mejor definición. Kevin tenía una tendencia a la obsesión, pero sea lo que sea que le pasaba con Jess, creo que lo que Kevin sentía por ella algo completamente inocente. Kevin solo tenía que atar cabos sueltos de su pasado, y por alguna razón, él creía que Jess le daba esa oportunidad.
Pero no podíamos negar que Kevin tenía reacciones extrañas, poseía un fuerte deseo de mantenerse calmado, y aún así era muy fácil hacerlo enojar. La verdad, todavía sigue siendo un poco de esa manera, molestarlo nunca dejó de ser divertido.
Siempre se levantaba temprano y practicaba meditación. Ahora lo hace menos que antes, pero le quedó la costumbre.
Una vez le pregunté por que lo hacía, y me dio una respuesta que era más o menos así:
- En una época, pensaba que la meditación era una mierda. Que solo te sirve para olvidar las cosas que te molestan del mundo, en vez de luchar para cambiarlas. Pero me di cuenta que tener el alma pura no se trata de luchar por un mundo mejor, si no de ser lo bastante estúpido cómo para olvidar tus problemas. Ah, y se supone que esto también ayuda a controlar mi temperamento.
Siempre que terminaba con sus sesiones de meditación, Kevin tenía una expresión más relajada, con cierta actitud de mi tranquilidad está por encima de todas las cosas. De cualquier forma, esa expresión le duraba poco.
Kevin también dio una posible explicación a los ataques vomitivos de Jess. Porque a partir de la primera vez que escupió sangre, no dejo de tener esos ataques recurrentes de vez en cuando, y generalmente ocurrían cuando pasaba algo que le desagradaba, o se enteraba de algo que la deprimía o simplemente su autoestima no estaba en sus mejores momentos.
Kevin nos había explicado que sería extraño que una persona con tantos poderes no sufriera daños colaterales. Según él, el cerebro humano está limitado de tal forma que solo puede contener cierta cantidad de información. El cerebro tiene la defensa del olvido, es decir, gradualmente terminamos por olvidar ciertas cosas, queramos o no, y eso es más normal que pase si tenemos muchas cosas en la cabeza. Aunque Jess es capaz de olvidar, su cerebro está siempre obteniendo información sin parar. Y cuando Jess mantiene la compostura, por así decirlo, es capaz de soportarlo, pero apenas bajaban sus defensas le agarraban esos ataques.
Por lo tanto Kevin le recomendaba a Jess que aprendiera a cerrar su mente, porque esos ataques, tarde o temprano, se convertirían en una enfermedad mortal. Jess, obviamente, no le hacía nada de caso y descartaba la posibilidad de cerrar su sexto sentido como algo imposible. Nosotros tampoco le ayudábamos mucho respecto a eso, porque bueno, de una u otra manera, dependíamos de su poder, y por lo tanto ella se negaba a dejar de utilizarlo. No estoy completamente seguro de si actuábamos bien, tal vez debimos haberle pedido que no se esforzara tanto. Pero no vale la pena pensar en eso ahora… lo que pasó, pasó, por mucho que a veces deseáramos cambiar algunas cosas.
Kevin también le explicó otras cosas a Jess, una vez lo escuché hablarle sobre el símbolo de los Buscadores.
- ¿porqué es un círculo adentro de otro? - le había preguntado Jess
Kevin se levantó y buscó un pequeño anotador y una lapicera que estaban sobre su escritorio. En el anotador bosquejó el símbolo, que era, efectivamente, un círculo dentro de otro.
- El círculo simboliza la verdad, lo que queremos descubrir. Es el blanco que nos indica a dónde debemos disparar. Sin embargo, es todo un engaño. El círculo se hace pasar por la verdad, pero en realidad, todo lo cíclico sirve para disfrazar las cosas. ¿Te das cuenta que antiguamente se creía que el mundo era una cosa plana, un cuadrado de tierra, que seguía ilimitadamente hasta llevarte a los confines de la nada? hoy, sabemos que en realidad, el mundo tiene más bien una forma esférica, circular. Y de hecho, si vamos en línea recta hacía un lugar sin detenernos, en algún momento le daremos la vuelta al mundo, y volveremos al mismo lugar. Por mucho que caminemos, siempre terminaremos en el mismo lugar. Estamos atrapados en un mundo cíclico, circular. Tenemos la creencia de que avanzamos, pero en realidad nos dirigimos al mismo punto.
>> Se cree que el universo también es cíclico. Que tiene apariencia de infinito, como lo tenía el mundo, pero que en realidad es posible "darle la vuelta al universo". Los buscadores creemos que en esta realidad, lo infinito no existe, y que todo lo que parece infinito, en realidad es cíclico. El tiempo probablemente también lo sea... Tal vez esta no sea la primera vez que vivimos nuestra vida. Perdón, seguramente que no es la primera vez que vivimos nuestra vida.
>> ¿Te das cuenta? Estamos atrapados. Toda esta estratagema de lo cíclico no es más que un embuste para que no podamos salir de aquí, para que no podamos responder nuestras preguntas esenciales como... no sé, quien nos creó, porqué estamos aquí. Vivimos en la eterna ignorancia, atrapados en un ciclo, creyendo que avanzamos, pero volviendo siempre al mismo punto.
>> Y ahí es donde se manifiesta el verdadero objetivo de los Buscadores. Romper el ciclo. Descubrir, o mejor dicho demostrar, que hay algo más aparte de nosotros, de este mundo, de este universo. Por eso, el día que un buscador logre este objetivo, hará esto con el símbolo que lleva. - Y en ese momento, Kevin realizó una pequeña línea sobre la parte superior del círculo más grande. - Simbolizando que el ciclo se ha roto.
Pasó un rato hasta que oí la pregunta de Jess.
- ¿Y alguna vez haz visto alguien haya roto el ciclo?
- Hasta ahora nadie ha logrado hacerlo realmente, aunque hay algunos estúpidos que tachan el círculo solo para jactarse de algo que no hicieron. Ésta es la misión más difícil de los buscadores, porque es como buscar algo a ciegas. No sabes lo que buscas, no sabes como ni dónde encontrarlo. A decir verdad, es todo demasiado relativo. Muchas cosas en el mundo de los Buscadores son demasiado relativas.


Y nada, con el pasar de ese corto período de tiempo, Kevin se ganó nuestra confianza, tanto, que cada vez que pasábamos por la capital íbamos a saludarlo, y a veces nos ayudaba con nuestros planes futuros.
Pero tampoco era que estábamos en la capital todo el tiempo. Viajábamos mucho, conocimos diferentes lugares que ni imaginaba que existían en Mágistral.
Mágistral es una nación de mente muy cerrada, aunque eso es obvio. Pero todo tiene sentido cuando te das cuenta de quienes manejan el país.
De hecho, yo mismo tuve el horroroso placer de conocer a la señora Adelaide Elizabeth Acuria, nuestra gran presidenta, cuyo recuerdo no deja de torturarme y la inminente realidad de que tendré que volverme a enfrentarme a aquellos espeluznantes momentos no me deja dormir tranquilo.
Antiguamente, Mágistral era un país demócrata, y supuestamente lo sigue siendo. Sin embargo, la familia Acuria ha estado gobernando Mágistral desde tiempos inmemorables, al mejor estilo de la realeza. Se cuenta que, hace mucho tiempo, el primer Acuria fue nombrado presidente a causa del voto de la mayoría del pueblo, y que su gobierno fue tan próspero y tan fructífero, que fue reeligido una y otra vez, incluso cuando esto no estaba permitido. Y llegó a tal punto que decidieron saltarse las elecciones, ya que era obvio que el pueblo elegiría a los Acuria, cuyo gobierno era tan bueno que había que estar loco para no querer votarlo. Y entonces, cuando el primer Acuria murió, todos estuvieron de acuerdo en que su descendiente sería el siguiente en ocupar el trono, y eso se convirtió en una tradición que se conserva hasta hoy.
Hay cosas muy extrañas en los Acuria, por ejemplo, desde que tengo memoria, todos nuestros presidentes murieron jóvenes, lo que crea en ellos una desesperación por reproducirse lo antes posible, no vaya a ser que su familia se quedara sin hijos para ocupar el trono. También está el insólito poder que tienen para influenciar a Mágistral (y a quienes les caen bien) de tal modo que su vida se convierte en algo seguro y estable (con algunas posibles excepciones), de tal forma que la gente se refiere a Mágistral como a una utopía.
En realidad nada de eso me importa, lo que me enferma es que fueron ellos quienes inculcaron la cultura de la pureza en Mágistral, fueron ellos quienes les enseñaron a los ciudadanos a odiar a los extranjeros, y también fueron ellos los que iniciaron las guerras en los otros 3 territorios: Terra, País Ven y Foggia.
Y nuestra actual presidenta no ha hecho otra cosa que seguir los pasos de sus antepasados.
Los padres de Adelaide Elizabeth Acuria murieron cuando apenas ella cumplió los 16 años, y no tuvo otra que asumir sus responsabilidades. Desde luego, obtuvo ayuda de otros adultos, pero a pesar de su temprana edad, su gobierno no fue realmente distinto al de sus padres o sus abuelos.
Como los Acuria están obsesionados con la pureza de su raza, todos ellos se parecen bastante. Rubios, casi hasta la blancura, ojos celestes, caras infantiles. Cómo Adelaide asumió tan joven, en seguida fue utilizada como ejemplo de belleza o (incluso de perfección) para todas las mujeres de Mágistral. Recuerdo que en los primeros años de gobierno, ella llevaba el pelo largo y ondulado, que le caía por la espalda como una cascada, normalmente llevado en una cola de caballo atiborrada de adornos con perlas (una joya que aquí es sinónimo de distinción). Sus vestidos seguían el mismo estilo que su cabello, con caídas y volados ondulados, generalmente con algún escote, o con la espalda descubierta, siempre de algún color derivado del Azul (es el color tradicional en Mágistral).
Ahora ya no luce como cuando tenía 16, puesto a que con el tiempo dedujo que le convenía adoptar una figura más madura, como táctica para no perder la confianza del pueblo. Su largo cabello ondulado fue reducido hasta que casi no le tocaba los hombros, y sus lujosos vestidos fueron cambiados por otros trajes que le dan aire de empresaria. Pero no engaña a nadie, sigue siendo joven, muy joven para ocupar un cargo tan importante, y se vista como se vista, siempre parecerá incluso más joven de lo que es. Lo cual, desde luego, no deja de recordarnos la misteriosa y prematura muerte de sus padres.
Si no me equivoco, actualmente la señorita Adelaide tiene 24, pues siempre me llevó unos 5 años…
No quiero ni pensar en esa mujer. Cambiemos de tema. Creo que estaba por contar otra cosa. Siempre me voy por las ramas, no sé ni porqué terminé hablando de los Acuria.
Ya me acordé: iba a contar que dentro de Mágistral, hay muchos lugares increíbles, a pesar de todo. Son lugares que no figuran en los libros, porque no le dan una buena imagen al gobierno.
A parte de la Villa Terrena en la que yo fui criado, hay muchos otros lugares en los terrenos deshabitados del país que fueron adquiridos por otros extranjeros, y no todos son terrenos (Aunque son su mayoría).
Todos estos lugares tomados por los extranjeros se encuentran en lo más al norte de Mágistral, a diferencia de la Villa Terrena, que se encontraba bien al sur. Incluso llegué a estar en una tribu Foggiana.
Fue una de las experiencias más increíbles de toda mi vida. Foggia debe ser la verdadera utopía, no Mágistral.
Los residentes Foggianos son un poco recelosos al principio, pero al final son de lo mejor. Son muy unidos unos a los otros, increíblemente fieles a su cultura, a diferencia de lo que ocurría en la Villa Terrena.
Los Foggianos son todos altos, con rasgos que recuerdan a los felinos. Su cabello es siempre de alguna tonalidad rojiza y suelen estar llenos de pecas. Todos, absolutamente todos, incluso los ancianos, son increíblemente ágiles. Se mueven con una gracia y una destreza que no es común en hombres de otra nacionalidad, y poseen una fuerza poco corriente en mujeres de otra raza. Pero sin variar en género o en edad, todos poseen, más o menos, esas cualidades. Son guerreros por excelencia, y se entrenan desde muy jóvenes. Esto sucede porque es un pueblo muy pasional, y por eso mismo están en una lucha constante. Son muy unidos y veneran sus creencias con una fuerza devota, de tal forma que es muy fácil traicionar o insultar a su pueblo. Y las traiciones nunca son perdonadas.
Son un poco anárquicos, y la fidelidad a la patria es su única ley.
A pesar de todo eso, logramos que nos aceptaran en su tribu por unos días.
Logré trabar amistad con algunos de ellos, y nos contaron algunas de sus historias.
Me hubiera encantado haber nacido en un lugar así … Quiero decir, creo que Foggia es completamente lo contrario a Mágistral. Sacrificaron todo por sus creencias, por el amor a los suyos. Quieren realmente a sus compañeros, por eso se enojan tanto cuando son traicionados. Aman, pero no son estúpidos. Puede que su propio aferramiento a su cultura los haya cerrado y haya sido una de las razones por las cuales fueron los que más destruidos quedaron después de las guerras, pero yo creo que por eso mismo merecen ser valorados. Porque aunque tenían todas las de perder, no tenían armas efectivas ni mayor conocimiento, lucharon hasta el final.
Pero en fin, crecí aquí, en Mágistral, aunque a veces no me lo creo ni yo, pero eso se deba tal vez a que no quiero creerlo.

Bueno, eso es todo. Viajamos por el país desde lo más al sur hasta lo más al norte, hasta que conseguimos toda la plata que necesitábamos. Compramos los remedios. Volvimos a casa. ”

martes, 24 de abril de 2012

Utopías: Cap 6 "Los Buscadores"


Hace dos años, la capital.
Jess, Sally y Matt estaban viajando otra vez. Estaban, por así decirlo, volviendo sobre sus propios pasos. Estaban yendo a la capital, que era casi lo más al sur que se encontraba en Mágistral, sin contar los desiertos despoblados ni las villas terrenas.
Se encontraban en el último vagón del tren, y estaban solos. Jess se había sacado los lentes, y Sally la observaba descaradamente, mientras que Matt miraba por la ventana.
Cuando Jess se percató de la mirada de Sally, se sobresaltó un poco.
            - ¿Qué pasa?
            - ¿Para qué me preguntás? ¿No podés saberlo?
Jess frunció los labios.
            - Si te pregunto es porque quiero que me contestes. No me es fácil leer los pensamientos de la gente cuando se tratan de mí. Estoy segura de que se los dije.
            - ¿Pero entonces no podés saber nada de la gente cuando está pensando en vos? ¿Por qué pasa eso?
            - No es que no puedo saber nada, a veces sí. Solo que en algunas ocasiones, ocurren huecos en mis poderes, y casualmente se dan cuando lo que quiero averiguar se trata de mí. Y no sé porque pasa, y creo que no lo sé porque, precisamente, es algo en lo que estoy involucrada.
Sally se la quedó mirando unos segundos como si procesara lo que acababa de decir.
            - En fin, me preguntaba si realmente eras capaz de ver con esos ojos. Me es difícil de creer.
            - Si, yo también me lo pregunto. No estoy completamente segura de si veo como las demás personas, o simplemente sé cómo son las cosas gracias a mi omnisciencia.
Sally no supo que agregar. Paso un largo rato en el que nadie dijo nada.
Matt estaba un poco adormilado, mirando hacia el exterior con cierto desdén. Cuando vio que se estaban acercando a la estación, se incorporó y anunció:
            - Ya estamos llegando. Jess, ponete los lentes.
Jess no necesitaba que le dijeran cuando ponerse los lentes y cuando no, pero le hizo caso de todos modos.
Sally y Matt recogieron sus respectivas cosas, y apenas el tren se detuvo se dirigieron a la salida.
Cuando bajaron, se dieron cuenta de que esa era la última estación. Y un fuerte deja vu sacudió a Sally y a Matt.
Se encontraban exactamente donde habían empezado. En la calle de enfrente se veía la librería donde Matt iba a leer. Y también podían verse los kilómetros de desierto que los llevaban a las villas terrenas.
Los dos estaban atónitos.
            - No sabía que estábamos viniendo para acá…- Musitó Sally. – Quiero decir, sabía que íbamos para la capital, pero no que íbamos a bajar exactamente acá…
            - Si, yo tampoco. – Murmuró Matt, un poco angustiado. Era tan raro estar tan cerca de casa, y sin embargo…
            - Podemos ir, si quieren. – Dijo Jess, que secretamente estaba esperando irse de aquel lugar. No le gustaba mucho La Capital. – A visitar a sus familias. – Aclaró.
            - No, todavía no. – Dijo Matt con decisión.- Todavía no le compré los remedios a mamá. No vale la pena volver. – Dijo lo último tratando de convencerse a sí mismo, porque sospechaba que, si volvían, no tendría las fuerzas para volver a irse.
            - Y entonces… ¿A dónde vamos? – Inquirió Sally.
            - Antes que nada, hay que buscar un lugar dónde pasar la noche. – Respondió Matt, y subiéndose la mochila al hombro comenzó a caminar, las otras dos no tardaron en seguirlo.
La Capital era, obviamente, uno de los lugares más pintorescos de Mágistral.
Habían bastantes plazas, y una gran cantidad de edificios, pero también había mucha gente. Al norte de La Capital se encontraba la Mansión Azul, lugar donde vivía la presidenta.
Cómo La Capital era grande, caminaron bastante. A un punto de su caminata, comenzaron a encontrarse con grupos de personas extrañas. Todas estaban vestidas con capas oscuras hasta el piso, y algunos llevaban un símbolo extraño pintado de rojo.
            - ¿Quiénes son éstos raros? – Le preguntó Sally a Jess con un dejo despectivo.
Jess no respondió, porque no sabía que contestar. Se había presentado otras de sus lagunas, y no podía saber nada de aquellas personas tan insólitas.
A medida de que los tres seguían caminando, los de las capas parecían darse cuenta de su presencia, porque algunos se daban vuelta para mirarlos; Incluso se codeaban los unos a los otros y los señalaban.
            - ¿Por qué nos miran así? – Preguntó Matt, con un mal presentimiento. Jess estaba perfectamente oculta bajo su capucha y sus lentes, y nadie debería percatarse de su identidad tan fácilmente.
La situación era tan extraña, que los tres se detuvieron, a la espera de que alguien les explicara lo que estaba ocurriendo. Por unos minutos, el aire se sintió tenso. Matt, Jess y Sally eran observados por las personas encapuchadas, pero nadie se acercaba a hablarles, ni siquiera esbozaban otro gesto que el de ese análisis neutral. Los chicos tampoco atinaban a hacer nada.
De a poco, los encapuchados parecieron reaccionar, y algunos se fueron acercando.
Pero en ese momento, uno de los del grupo de las capas se abrió paso entre los demás de manera brusca.
            - ¡Ella es mía, imbéciles! – Exclamó. Uno de los que los acompañaba parecía querer hacerlo entrar en razón, pero él, en vez de escuchar, se echó a correr en dirección de Jess. La tomó del brazo con tanta determinación que ni Jess ni sus amigos atinaron a hacer nada, y la obligó a correr con él hacia una dirección desconocida.
Algunos de los encapuchados intentaron perseguirlos, otros decidieron alejarse del lugar. Matt y Sally estaban tan sorprendidos que no reaccionaron hasta que todos los extraños se habían ido.


El desconocido arrastró a Jess hasta algo que parecía un bar. Jess no se resistió, aunque probablemente podría haberse zafado si hubiera querido. Pero tenía intriga por esa persona a la cual no le podía leer los pensamientos.
Cuando llegaron al bar (que estaba vacío) el desconocido se calmó un poco. Soltó a Jess y se dedicó a recuperar el aire.
Jess se dio cuenta de que era un Terreno: Tenía la piel morena, la nariz algo alargada y ligeramente quebrada, los ojos oscuros como la noche. El pelo lo tenía un poco más largo de normal, casi le rozaba los hombros. Era relativamente joven, como mucho, aparentaba unos veinti-pocos.
            - ¡Eh, Kevin! ¿Esos vienen con vos? – Exclamó el cantinero, señalando por detrás de las vidrieras.
El joven miró para aquella dirección, y se dio cuenta que algunos de los encapuchados los habían estado siguiendo.
            - ¡No! – Respondió Kevin. - ¡No, no vienen conmigo! – Y rápidamente se dirigió hacia unas escaleras que llevaban al piso superior. – ¡No dejes que suban! – le dijo al cantinero unos segundos antes de subir.
Pero al rato volvió sobre sus pasos.
            - ¡Vení! – La apuró a Jess, como si fuera una tonta por quedarse ahí parada. - ¡Dale, rápido!
El chico volvió a subir, y Jess miró al cantinero como si esperase que al menos sus pensamientos le diesen una explicación.
Pero el cantinero se encogió de hombros.
            - Va a ser mejor que subas. – Se limitó a decir.
Jess decidió obedecer. Subió las escaleras y vio que la parte de arriba de aquel bar era una especie de hotel, cuyos cuartos eran administrados por el cantinero.
Kevin la llamaba desde el interior de unas de las puertas. Jess dudó, pero al final decidió que si se encontraba en peligro, siempre encontraría la forma de escapar. Así que se acercó a aquel desconocido encapuchado que al parecer se llamaba Kevin.
Una vez que Jess entró a la habitación, Kevin cerró la puerta. El cuarto consistía de una cama de una plaza (aunque había espacio para una más), un escritorio lleno de utensilios extraños que daban idea a un laboratorio, y el acceso a un baño. También había un ventilador de techo, que parecía un poco viejo y daba sensación de que se iba a caer en cualquier momento, y el piso estaba recubierto por una alfombra verde oscura que estaba un poco despegada en algunos costados. Lo poco que se veía del baño, no parecía muy higiénico.
            - Sos albina. – Dijo Kevin. – Guau, a simple vista se nota que sos diferente.
Hasta ese entonces, Jess no se había dado cuenta de que se le había resbalado la capucha. Se asustó mucho, porque hasta ese momento creía que al menos tenía la ventaja del anonimato, pero ahora que Kevin conocía uno de sus rasgos más extraños seguro no tardaría en entregarla al gobierno.
            - Te veo cara conocida…- Murmuró Kevin, frunciendo los labios.- … ¿Te puedo ver sin los lentes…?
Y acercó la mano para quitarle los anteojos, pero Jess le atajó el brazo en un movimiento limpio.
A Kevin le sorprendió ese gesto, y por un momento creyó que se encontraba ante alguien mucho más poderoso de lo que él creía. Lo que Kevin no sabía era que, detrás de los lentes, la expresión de Jess delataba un terror absoluto.
Se quedaron en esa posición un rato, y Kevin aprovechó para escrutarle el rostro. Y obviamente, se dio cuenta.
            - Te busca el gobierno. – Dijo, y entonces comprendió.
Jess entró en crisis. Pensó en salir corriendo, pensó en arrodillarse y rogarle que no la entregara, pensó en lo idiota que había sido por dejarse llevar por un tipo del cual no sabía nada, pero a pesar de todo eso no cambió su expresión ni exteriorizó sus pensamientos.
Kevin, de alguna manera, se dio cuenta.
            - No te preocupes, no te voy a entregar. – Murmuró. – Tampoco Albert, el cantinero. Lo conozco hace unos años, es de confianza.
Eso a Jess no la relajaba demasiado, pero pensó que lo mejor era no decir nada.
Intentaba ordenar su mente, pensar qué era lo que podía hacer, y recordar cómo era que se había metido en esa situación, pero la presencia de Kevin le daba un hueco a sus pensamientos. Al parecer él y el resto de los encapuchados, de alguna manera se las habían arreglado para ser inmune a los poderes de Jess.
Pero Kevin ni se hacía la idea de las cosas que pasaban por el cerebro de Jess. Kevin siempre había sido bastante egoísta, y aunque en ocasiones luchaba contra a aquél defecto, le era difícil ponerse en el lugar de los demás y pensar en algo más que en él.
En el momento que Jess menos lo esperaba, la abrazó. Se quedó helada.
            - No creí que iba a volver a encontrar a alguien como vos…- Se limitó a decir.
Jess sintió una sensación muy extraña. Nunca antes había estado así de próxima hacia una persona. Sintió vergüenza, más que nada, pero también era agradable sentir el tacto de otra persona. Le sorprendió mucho que alguien quisiera abrazarla de esa manera tan espontánea, no creía que esas manifestaciones de cariño eran válidas para ella. A estas alturas, se consideraba cualquier cosa menos humana.
En algún momento su cerebro se dio cuenta de la absurda situación. Recordó la reacción que solían tener las adolescentes cuando un extraño se les acercaba más de lo debido, y supo que debía actuar de alguna manera.
            - ¡Pará! – Exclamó, luego de un rato, deshaciendo el abrazo bruscamente. Fue la primera vez que Kevin escuchaba su voz, y se sobresaltó un poco. - ¿Qué te pasa? ¡Ni siquiera te conozco! ¡No sé para que me trajiste acá, no sé quién sos!
El chico tardó en reaccionar.
            - Ehh… bueno, yo soy Kevin. – Contestó torpemente.
            - ¡Eso ya lo sabía! – Se exasperó Jess.
Kevin iba a decir algo más, pero entonces escucha que golpean la puerta.
            - ¿Qué pasa? – Exclamó.
            - ¡Abrinos! – Ordenó una voz. - ¡Sabemos que Jess está con vos!
Kevin no sabía quién era, pero Jess reconoció la voz de Matt.
            - Perdoná, Kevin. – Ahora era la voz de Albert la que se escuchaba. – Pero éstos dos dicen conocer a la chica… creí que no te importaba si los dejaba pasar, después de todo no son Buscadores.
Kevin lo pensó un momento.
            - Ehh… Entonces, ¿Te llamás Jess? – Le dijo a la chica, y ella lo miró mortalmente seria.
Finalmente, se decidió a abrir.
Matt y Sally entraron a la habitación, algo sorprendidos de que fuera tan fácil. Creyeron que si se habían llevado a Jess, era porque sabían que el gobierno la buscaba, pero no se trataba de eso. Albert bajó discretamente.
            - Me sorprende – Dijo Kevin antes de que ningún otro pudiera hablar. – Que ustedes no sean Buscadores y aún así estén interesados en Jess. – Cuando dijo el nombre la señaló con la cabeza.
Cómo ni Matt, ni Sally, y ni siquiera Jess sabía lo que eran los Buscadores, nadie entendió lo que había querido decir.
            - Si no la tienen con ustedes a causa de su alma pura, es porque quieren entregarla al gobierno. – Volvió a hablar el terreno.
            - ¿¡Mi Qué!? – Exclamó Jess, pero nadie le hizo caso.
            - No nos vengas con cuentos- Dijo Matt. – Lo que vos querés es entregarla, ¿Para qué la querrías si no?
            - Díganmelo ustedes. – Replicó Kevin.
Matt no podía contarle toda la historia, así que se quedó callado.
            - Esperen, ¿Qué era lo que estabas diciendo de mi alma? – Preguntó Jess.
            - No le hagas caso, Jess, te está engañando, acordate de lo que pasó con Amelie. – Le previno Matt.
            - ¡No estoy engañando a nadie! – Saltó Kevin. – Y sí no sabés que Jess tiene el alma pura, entonces ni siquiera sabés cuán importante es ella.
Matt lanzó una risotada.
            - La conocés desde el mediodía, no sos el más indicado para opinar sobre ella.
            - Soy más indicado que vos, eso es seguro.
            - ¡Se callan! – Exclamó Jess. Los dos dejaron de discutir para mirarla y reinaron unos segundos de silencio. – Matt – Dijo, dirigiéndose al rubio.- ¿No te parece que yo tengo derecho para elegir si quiero saber lo que Kevin me quiere decir?
Matt la miró un rato, atónito.
            - No puedo leer los pensamientos de Kevin.- Explicó. Kevin esbozó una mueca de sorpresa. – Ni tampoco pude leer los pensamientos de los otros que llevaban capas. Normalmente no puedo saber nada de lo que se trata de mí, así que si los pensamientos de Kevin están bloqueados en lo que a mí respecta, significa que sabe algo sobre mí, algo importante.
Hizo otra pausa y ahora se dirigió a Kevin.
            - ¿Podrías explicarme que significa eso de que tengo el alma pura?
Kevin suspiró.
            - Siéntense. – les ordeno el terreno a Sally y a Matt. – Tal vez me tarde un rato.
Como no había otro lugar para sentarse, Matt y Sally se sentaron al borde de la única cama que había.
            - Yo, y todos los que estábamos usando capas, pertenecemos a la religión de los Buscadores. – Volvió a tomar aire.- Lo que nosotros “buscamos” es saber qué es lo que sucede después de la muerte mientras todavía estemos vivos. Sin embargo, hay muchas teorías y muchas ramas de esta religión, algunas de las cuales su objetivo es solo romper un par de leyes de la naturaleza. Es una cultura que existe desde hace muchísimo tiempo, y nació aquí, en Mágistral.
A Matt ya le estaba haciendo mala espina que ese desconocido venerara tanto una religión que había nacido en Mágistral.
            - Algo que todos los Buscadores saben, y deben saber (Más allá de cual sea su objetivo), es aprender a ver las almas y sus impurezas. Todos tenemos almas, y lo normal es que todos tengamos impurezas. El alma es la energía que genera un cuerpo cuando está vivo. Es la chispa que hace que una pila de órganos y carne tenga la fuerza para funcionar. A medida que una persona vive y van sucediendo cosas en su vida, esta chispa se hace cada vez más impura, hasta que en un momento su brillo se apaga, y la persona muere.
>> Nosotros creemos que, por ejemplo, si alguien te atraviesa el cuerpo con un cuchillo, no mueres a causa de esa acción, si no que la visión y el dolor que te produce sentir que algo te atraviesa el cuerpo te genera tanto trauma que tu alma termina de impurificarse. Se cree que, saber lo que sucede después de la muerte es algo tan traumante y tan incompatible con nuestro cuerpo y cerebro racional, que mueres al instante de descubrirlo. Por eso los Buscadores buscamos la forma de purificar nuestra alma, aunque generalmente es algo muy complicado y rara vez se obtiene un buen resultado. Lo que pasó alguna vez en tu vida, te marca para siempre y no se puede volver el tiempo atrás para sanar las heridas de nuestra alma. Por eso se dice que; así como la filosofía de Foggia es la pasión, la de País Ven la libertad, y la de Terra lo es la vida; Para Mágistral los más importante es la pureza.
- Perdón. – Interrumpió Matt. – Pero ¿no se supone que cuando habla de pureza se refiere a la pureza de sangre? ¿No es esa acaso la filosofía de este país, el orgullo de haber nacido de una familia que es puramente de Mágistral?
            - Esa es una interpretación errónea. Es una excusa que usa el gobierno para que se crea que las cosas siempre fueron así, y que está bien discriminar a los extranjeros. Pero con pureza, en realidad se refieren a la pureza del alma. Antiguamente, la religión de los Buscadores estaba muy difundida en Mágistral, era su principal cultura. Se dice que en la Mansión Azul hay un montón de monumentos históricos relacionados con la cultura de los Buscadores.
Por un momento se quedaron callados, asimilando todo lo que acaban de descubrir. A Jess no le parecía un buen indicio que toda esa información esté bloqueada para ella.
            - Entonces… ¿Yo tengo el alma pura?- Tanteó Jess con voz de incredulidad.
Kevin carraspeó.
            - No es normal que alguien tenga el alma pura. O al menos totalmente. Pero sí hay casos, yo me encontré con varios a lo largo de mi vida. Es común, por ejemplo, que los niños tengan el alma más pura que los adultos, ya que tuvieron menos experiencia, no tuvieron que pasar por muchos momentos dolorosos. Pero a la larga, toda alma sucumbe a la imperfección. Las personas que tienen el alma pura, no suelen ser personas normales. Mucha gente que la tiene, padece al mismo tiempo de una enfermedad a nivel cerebral, o en el desarrollo; de esa manera la persona conserva una mente de niño por el resto de su vida. Las personas infradotadas o con algún síndrome suelen tener el alma pura. Ahora, una persona superdotada, con mucha inteligencia, está condenada a padecer de los errores de su propia alma. Uno puede también conservar el alma pura por diversos medios, intentando vivir una vida saludable, alejándote de lo que te hace daño. Otro caso de alma pura, son los animales, aunque la energía que despiden los animales es de por sí completamente diferente a la de los humanos, pero, invariablemente ésta energía es pura.
Estaba hablando con un tono de voz que sonaba completamente neutral y sin rastro de emoción, como si lo recordara de algún libro, o estuviera harto de repetir siempre las mismas palabras. Pero entonces, volvió a fijar su vista en Jess.
            - Jess, tu aura es intachablemente blanca, como el resto de tu cuerpo, cómo si jamás hubiese sucedido nada en tu vida. Es algo completamente antinatural, pero conseguiste lo que muchos Buscadores sueñan. De hecho, la mayoría de la gente que consigue tener el alma pura, no sabe nada acerca de los Buscadores. – Lo último lo dijo negando con la cabeza, como si estuviera decepcionado.
            - Entonces… ¿Soy inmortal? – Preguntó Jess.
            - Nada es inmortal. Solo tienes el alma pura, pero puede contaminarse en cualquier momento. Nada es confiable cuando se trata de vida o muerte. – Suspiró, y Jess también lo hizo, un poco perturbada por toda la información que acababa de recibir. – Ehh… perdón por llevarte así hasta acá, sin explicarte nada. – Agregó Kevin torpemente. – Es que no me llevo bien con los demás Buscadores, y bueno, a los ojos de ellos vos eras carne fresca.
            - También lo era a tus ojos.- Lo Atajó Matt.
Sally dejó escapar una risa.
            - Tiene razón.
            - Agradezcan que haya sido yo. Probablemente, cualquier otro la habría entregado.
            - ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué vos no vas a hacerlo? – Le preguntó Matt.
            - ¡Mierda! ¡Cómo si alguien que tiene el alma pura pudiera haber cometido algún delito como para que lo busque el gobierno! – Saltó Kevin, como si la pregunta de Matt lo indignara. - ¡Tal vez algunos se hagan los boludos, pero yo no! ¡Ya me mandé cagadas en el pasado, ya es hora de que haga las cosas bien!
            - Ok, calmate, no es para tanto. – Lo frenó Matt, cómo si no se lo tomara en serio. Pero en el fondo, sopesó muy cuidadosamente las palabras de Kevin.
Kevin era una persona que se enojaba muy fácilmente, siempre lo había sido. Pero en los últimos tiempos había aprendido, más o menos, a controlar su genio. Así que en vez de responderle a Matt, decidió hacer como que no lo había escuchado.
            - ¿Por qué no te llevás bien con los otros Buscadores? – Le preguntó Jess.
Kevin se levantó de hombros.
            - Problemas de asociaciones. – Como Jess no había entendido lo que quiso decir con eso, se explicó. – Los Buscadores tienden a trabajar juntos. Muchas veces intenté hacerlo con ellos, pero mis opiniones diferentes generaban fuertes disputas… Bueno, en general, era yo el que comenzaba las peleas. Algunos de esos tipos me sacaban de quicio. – Miró a Jess y le sonrió, cómo si hablara con un niño cuya presencia le causaba ternura. Luego, volvió a poner una expresión seria.- No sé si escuché bien, pero… ¿no le habías dicho a tu amigo que podías leer los pensamientos de las personas?
Jess asintió levemente.
            - No solo los pensamientos, puedo saber lo que pasó y lo que está pasando en cualquier lugar. Puedo saberlo casi todo, pero no puedo saber nada sobre mí. Hace un tiempo atrás desperté en un lugar en el cual había estado encerrada, y me escapé, pero no recuerdo nada de mi vida anterior a eso.
Kevin la miró, muy sorprendido. Con su mente de científico, jamás había creído que una persona con semejantes capacidades podía existir, y mucho menos que alguien tan informado del mundo poseyera un alma pura.
Matt y Sally se quedaron charlando con Kevin sobre las posibles razones por la cuales Jess era buscada por el gobierno. Kevin opinaba que había una organización secreta de Buscadores en el gobierno, y que también estaban interesados en el alma pura de la chica, y les recordó que ese era un don muy poco habitual y que llamaba la atención de cualquier Buscador. Matt opinaba que Mágistral era un país obsesionado con la perfección, y que habían intentado encontrarla en Jess, y que de alguna forma habían logrado purificar el alma de la jovencita, aunque en el intento había perdido todos sus recuerdos y había adquirido esos extraños poderes.
Matt recelaba un poco de Kevin, y se mofaba bastante de él. Creía que su filosofía era una pérdida de tiempo, y además le causaba gracia que se enojara tan fácilmente. No se lo podía tomar del todo en serio, pero era cierto que él les había brindado una información importante, y que además tenía una habitación en la que, con un poco de suerte, cabrían tres bolsas de dormir.
Matt no sabía que tiempo después se encontraría en esa misma habitación aprendiendo los principios básicos de la religión de los Buscadores; y, porqué no, escribiendo un diario.