Todo texto aquí visto es pura creación de grillito, alias Azul, alias Fairy, alias la chica astronauta, alias Azul, alias la loca esa

toda imagen aquí vista es pura creación de alguna persona, ecepto grillito, a menos que ella diga lo contrario. Si quieren ver dibujos de ella, vayan a http://lachicamariposa.deviantart.com/

Procuren no chocarse con la luna!

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Orejas de ratón

En la escuela se burlan de mí porque tengo orejas redondas, como la de los ratones.
Todos saben que los ratones son los débiles. Ni siquiera son nuestro alimento: son nuestros juguetes; la mejor manera de entretener a un gato castrado en su vida decadente. Son inútiles, sucios, impresentables.
Yo tampoco soy muy pulcro. Mi pelo gris está siempre alborotado, y no me peino tan seguido como los otros gatos.
Cada vez siento que tengo menos cosas en común con ellos. Son mezquinos, engañosos, interesados. Nadie debería confiar nunca de un gato. Yo jamás lo haré.
Cada día estoy más seguro de que no soy un gato. Jamás jugaría con una presa, y menos con un ratón. Sé que se siente ser la presa.
En la escuela de gatos nos enseñan cómo caminar sigilosos, cómo seducir a los humanos y a cantar miau miau. En la escuela mis compañeros dicen que yo no tengo derecho a asistir por la forma de mis orejas, y porque mi cola parece un gusano. Yo no digo nada, pero para mis adentros les gruño.
Cómo los odio.  Con sus insultantes y filosas orejas puntiagudas. Se creen mucho con sus cabelleras brillantes y sus colas peludas. Pero son la especie más baja de todo el reino animal, y estoy bastante seguro de no pertenecer allí.
Cuando salgo de la escuela me voy a las cañerías y me encuentro con mis verdaderos amigos. Al otro día aparezco sucio y huelo horrible, pero no me importa. Los otros gatos se tapan las nariz y me gruñen “volvé a tu cloaca, rata”.
Mis papás se preocupan por mí. Me preguntan a dónde estuve, con quiénes me junto. Yo no digo nada. Estoy seguro de que ellos no son mis padres. Solo entre los ratones me siento en familia. Y a veces no puedo evitar pensar en lo fácil que hubiera sido mi vida si mis padres no hubieran intentado inculcarme en una sociedad de gatos. ¿Acaso no ven que soy diferente? ¿No se dan cuenta que no pertenezco a ellos? ¿Por qué me sacaron de mi verdadero hogar?
Una tarde, un gato grande, naranja, muy peludo y muy feo me siguió después de clases y me acorraló en una esquina.
“Así que te gusta jugar a ser la presa, ¿eh?” Maulló mimosamente el gato erizando todos sus largos pelos “vamos a ver qué tal te sale”
Y me lanzó las garras a la cara, desde las orejas hasta los ojos.
Y entonces rugí. Nunca había rugido de esa manera. Lo sentí vibrar en el pecho y en la garganta. Y el gato naranja me miró con ojos grandes de sorpresa. Y con un breve maullido dio media vuelta y se fue corriendo. Y yo no entendía nada.
Esa misma tarde me fui para las alcantarillas a reunirme con las ratas, pero todos huían de mí.
Nunca me sentí tan solo en mi vida. No me querían los ratones, no me querían los gatos. No me quería nadie.
Me fui a un rincón aislado de las cloacas y me acurruqué.
Y entonces me vi en el reflejo de las aguas sucias. Los rasguñones del gato naranja me acomodaron las orejas en su lugar. Ahora sabía que siempre las había llevado dadas vuelta;  y, como me aseaba poco, nunca las tenía correctamente. Ahora se veían erguidas y puntiagudas, como si estuvieran orgullosas de estar por fin en su lugar.
Yo era un gato.

Y nunca iba a poder escapar a ello.