Hace dos años, en Villa Laguna.
Matt, Sally y Jess solían usar mucho los trenes. Conectaban a casi todo el país, y no costaba muy caro. Pero también tenía sus desventajas, pues en los viajes largos, todo resultaba un poco más incómodo. Los asientos se volvían más duros, el calor más caluroso, el hambre más insoportable. Y las personas, también se volvían más insoportables.
Pero esta vez, viajaban en un colectivo. Era una especie de colectivo que se encontraba sólo en Villa Laguna, que funcionaba mediante una conexión eléctrica. Unos cables atravesaban el cielo de de Villa Laguna, y el colectivo se conectaba a esos cables para tener la energía suficiente para avanzar. De esta forma, estos colectivos se convertían en una especie de trenes que en vez de tener las vías abajo, las tenían arriba.
Era de noche. Matt y Sally dormían en sus asientos; pero, como de costumbre, Jess estaba despierta. Los lentes se le habían resbalado un poco, pero nadie miraba hacia su dirección, y casi todos estaban dormidos. Si no fuera por las luces que estaban encendidas adentro del colectivo, la mirada blanca de Jess hubiera bastado para iluminar todo el interior del vehículo.
La noche había hecho más soportable lo que durante el día había sido un calor infernal.
Por eso, no solo Matt y Sally, sino la ciudad entera, estaba agotada.
De golpe, se cortó la luz, rompiendo toda atmósfera de tranquilidad. El vehículo se detuvo en una fuerte sacudida, despertando a Matt, a Sally, y también a unos cuantos más.
Pero a Jess, la oscuridad la tomó de sorpresa y con la guardia baja. De repente empezó a temblar, y antes de que alguno de sus amigos atinara a hacer algo, Jess se sumió en lo que era una inconciencia inevitable.
…
Siempre que podía, Jess evitaba la oscuridad. Suena absurdo para alguien que puede saberlo todo.
Pero no podía evitarlo. No sabía porqué, pero algo en su interior le decía que lo mejor era estar en ambientes iluminados.
Toda esa negrura tenía algo que la inquietaba.
¿Qué otro lugar estaba en completa oscuridad?
Ah, si. Era el lugar dónde la habían tenido secuestrada.
Allí todo era tan oscuro que no se sabía dónde empezaba ni terminaba la habitación. La mayor parte del tiempo, Jess no tenía conciencia de ser ella misma. O en otras palabras, no se daba cuenta de que era una persona individual, de que no formaba parte de todos los pensamientos, recuerdos y sucesos que pasaban por su mente.
La oscuridad la confundía. Pero no era la oscuridad en sí, sino el saber que estaba todo oscuro, lo que le creaba la falsa ilusión de encontrarse sola y por ende el tener que enfrentarse a todos los horrores del mundo que ella conocía aunque no deseara hacerlo.
En la oscuridad, por momentos vivía otra vida, por momentos era otra persona.
De golpe, descubría que sí tenía recuerdos anteriores a su secuestro. Pero como todo en su vida, eran ajenos a ella. Eran recuerdos de una vida que no le pertenecía.
Pero lo peor de la oscuridad, es que allí todo era más real, o dicho de otra forma, los recuerdos y las vidas ajenas se convertían en su única realidad. Los vivía con tanta intensidad que le causaban daños visibles.
Recuerda sentirse bien en la oscuridad. Recuerda sentirse muy feliz. Pero entonces, un cosquilleo comenzaba a rozar sus pies. Al principio era un cosquilleo muy leve, y no lo hubiera sentido si no fuera por el contraste de haberse sentido tan cómoda y tan feliz.
Hubiera sido capaz de ignorar el cosquilleo, pero éste se fue intensificando, y, de a poco, fue apoderándose de todo su cuerpo. En un momento comenzó a arder. Gritó, gritó de dolor, y cómo en un eco escuchó un grito igual al de ella. Entonces, una luz naranja iluminó la habitación oscura, pero se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados, y no estaba viendo la habitación. Estaba viendo lo que ocurría adentro de su mente…
Y En ese momento, Jess despertó. Incorporándose, abriendo sus ojos de ciega como platos, y gritando cómo si despertara de una pesadilla.
- ¡Jess! - Exclamó Matt con sorpresa. Ya no se hallaban en el tren, y al parecer había pasado bastante tiempo, porque se percibían a los rayos del sol atravesando las ventanas, brillando como solo pueden hacerlo en el mediodía. Jess estaba recostada en un colchón que Matt y Sally habían pedido en el hotel, alegando que llevaban a una enferma y necesitaba un buen reposo. Evidentemente, Matt se encontraba cerca del colchón de Jess incluso antes de que ella despertase.
Pero Jess no tuvo tiempo para darse cuenta de todo eso. Porque dos segundos después de despertar, sintió algo extraño en su interior. Y otro segundo más tarde, sintió que un dolor inmenso le invadía la zona de los pulmones, mientras que unas nauseas repentinas sacudían violentamente su estómago, haciendo que emitiera unas arcadas horrorosas.
Entonces, un líquido caliente brotó de su garganta, manchando su piel blanca en un crudo contraste.
- ¡Sangre! – Exclamó Matt, fuera de sí. - ¡Jess! ¡Vomitaste sangre!
Obviamente, Jess no necesitaba que se lo dijeran para darse cuenta. Aunque el líquido que brotó de sus labios era algo amarronado, y no tan rojo como es comúnmente la sangre; eso, sin duda, era sangre.
Para Matt, aquel momento fue uno de los más tétricos de su vida. La imagen de la chica retorciéndose en la cama, despertándose gritando y escupiendo sangre en medio de toces y ahorcadas, era algo horrible que le producía una sensación espantosa, y fue una imagen que se repitió a lo largo de su vida en un montón de pesadillas, cada una más retorcida y horripilante que la otra.
Los ojos de Matt estaban abiertos en casi dos círculos perfectos, y la sensación de miedo y de repulsión que sentía, podían leérsele claramente en la expresión. Sintió que segregaba saliva e hizo un esfuerzo por tragarla y respirar profundo para luego decir, con una voz aparentemente más calmada:
- ¿Qué pasa Jess? ¿Estás enferma? ¿Tenías una enfermedad y no nos dijiste nada? – Aún así, su voz tenía un dejo de pánico.
Jess no respondió. Pasado el momento feo, había vuelto a su típica expresión indiferente. Pero la verdad, ahora que no la distraían las arcadas y los dolores en el pecho, se daba cuenta de que tenía una jaqueca penetrante, y que probablemente no aguantaría mucho tiempo sin volverse a dormir.
Matt volvió a alarmarse. Jess no solo miraba sin delatar emociones, sino que parecía como desconectada. La sacudió.
- ¡Jess! – Exclamó, sin poder ocultar su miedo. - ¿Qué está pasando?
- No se… - Musitó con los ojos entrecerrados.
Matt suspiró al ver que al menos no había perdido el habla.
- ¿Nunca antes te había pasado?
- No…- dijo con voz débil. – Necesito dormir. – Declaró, esperando que el otro le de un momento de privacidad.
Matt se desconcertó.
- ¿Dormir?
La chica emitió un gemido de afirmación, y al instante se dejó caer en un sueño profundo. Matt la miró, sin comprender del todo lo que había ocurrido, y sin poder quitarse el mal gusto que le daba aquella situación. Salió de la habitación, llegando a la conclusión de que tal vez lo mejor era que descansara un poco.
…
El lugar donde se estaban alojando Matt, Jess y Sally en ese momento, era apenas más lujoso a lo que estaban acostumbrados. Como era lo normal, el departamento carecía completamente de muebles, pero los pisos relucían de limpio y consistía de dos habitaciones. Además, gracias a las ventanas, entraba una gran cantidad de luz, lo cual no podría significar nada a menos que, como ellos, estén acostumbrados a dormir en mono ambientes tan cerrados que no dejaban pasar ni una pizca de luminosidad.
Matt había tenido que insistir mucho para conseguirlos, usando el desmayo de Jess como una excusa. La noche en aquel departamento le costó la mitad de lo que costaba en realidad, y también había conseguido que le dejaran un colchón a Jess.
Cuando Matt abandonó la habitación donde reposaba la enferma, se encontró con Sally, que esperaba el veredicto sentada en la esquina del cuarto. Cuando vio a su amigo, se incorporó.
- ¿Despertó? - Preguntó, ya que había escuchado los ruidos a través de la puerta.
- Vomitó sangre. - Se limitó a responder.
Sally se quedó callada unos momentos, como si estuviera pensando en algo. Luego preguntó:
-¿Ahora está despierta?
Matt negó con la cabeza.
- Me dijo que necesitaba dormir.
Sally hizo una mueca de incomprensión.
- ¿Dormir? ¡Nunca la vi dormir!
- Yo tampoco. A la noche, a pesar de que se acostaba, siempre la veía despierta.
- ¡Me vas a decir a mi! Esos ojos blancos en la oscuridad me inquietaban demasiado... - hizo una pausa y respiró profundo. - y... ¿qué vamos a hacer?
- ¿Con qué? - inquirió Matt.
- ¡Con Jess! Es obvio que algo le está pasando. Está incubando una enfermedad, o algo así. No debió habérnoslo ocultado. Y no podemos acarrear con una enferma tampoco.
- Ella me dijo que era la primera vez que le pasada.
Sally torció el gesto.
- No vas a negar que es extraña. No duerme, no come. Y ahora, vomita sangre. Tal vez deberíamos dejarla en un hospital, sabrán que es lo mejor para ella.
- ¿Y dejar que la entreguen? - Exclamó Matt, con un tono de voz que expresaba un rotundo desacuerdo. - Sally, gracias a Jess hemos conseguido juntar la poca plata que tenemos. Y hasta ahora nos causó menos problemas que los que nos solucionó.
Sally lo miró con un gesto de resignación, sabiendo que no le haría cambiar de opinión, y, sobre todo, que tenía razón.
- Solamente digo que todavía no sé si podemos confiar en ella. Ella puede saberlo todo, y sabe todo sobre nosotros. ¿Qué nos asegura que nunca lo va a usar en nuestra contra?
- Nunca lo hizo, y si piensa hacer eso, no entiendo porque se ofreció a ayudarnos en primer lugar.
- Es todo muy raro...- Musitó Sally, casi sin darse cuenta.
…
Jess durmió el resto del día, y a la noche seguía sin despertar. Matt y Sally apenas salieron del departamento, decidieron quedarse a cuidarla. Tampoco les venía mal un descanso. Cuando oscureció, prepararon sus bolsas de dormir junto al colchón de Jess.
Cómo estuvieron todo el día juntos y sin hacer nada, no tenían sueño, y a decir verdad, estaban bastante estúpidos. Bromeaban todo el tiempo, decían una tontería tras otra, y no parecían realmente preocupados por su amiga. Pero ese era el quid de la cuestión, pues como Sally solía decir de vez en cuando: “es mejor reír que llorar”
- ¿Te acordás cuando salía con ese chico que se llamaba…? Pará, ¿Cómo se llamaba? – murmuraba Sally, visiblemente tentada.
- ¿Paul? – Preguntó Matt, también con cara de largarse a reír en cualquier momento. Pero fue Sally la que largó la carcajada.
- Ahh, Te hacés el boludo, pero bien que te acordás. – le dijo en medio de las risas. Le dolía el estómago de tanto reírse, y se inclinó un poco hacia delante.
- Yo no me hago el boludo.- se excusó Matt, y se dio cuenta de la actitud de ambos, y se le escapó otra risa, a causa de esa situación tan absurda. Al contrario que su amiga, se inclinó un poco para atrás.
- Bueh, lo que iba a decir es que a mi hermana ese chico no le gustaba una mierda…
- ¿Por qué?- preguntó en una voz apenas más baja. Pero Sally no le respondió.
De golpe, se encontraba alarmantemente cerca. Sus caras estaban separadas por escasos centímetros. Matt creía sentir el calor que emanaba el rostro de Sally, como un astro que ejerce luz por voluntad propia. De golpe, todo el ambiente de risas y de boludeo se apagó. Se mantuvieron la mirada unos instantes que parecieron eternos.
Entonces, algo hizo clic en la cabeza de Matt. Tomó de los hombros a la chica y… La empujó.
- ¿Qué te pasa, boluda? – Protestó con la voz un poco hosca. - ¿Qué te fumaste esta vez?
Sally lo miró, con cara de profunda ofenza.
- Andate a cagar. – Replicó de mal modo.
- Vos lo que necesitás es irte de joda.
- Mirá quien lo dice. Vos necesitás relajarte un poco.- Objetó la chica.
- A mi ese tipo de jodas no me relajan una mierda. – Repuso Matt. – Y si le vas a histeriquear a un chico, mejor que sea uno que no te quiera.
Sally se lo quedó mirando un rato, y luego revoleó los ojos.
- Definitivamente, necesitás relajarte un poco.
- Si, vos no me ayudás mucho.
Se observaron, esta vez con profunda seriedad. En ese momento, una especie de gemido que provenía de Jess rompió la tensión.
Los dos se incorporaron y giraron la cabeza hacia la dormida en una sincronía casi exacta, y por esos instantes, olvidaron completamente la pequeña discusión que acababan de tener.
Se acercaron a Jess, que se estaba moviendo violentamente.
- ¿Se está despertando? – Preguntó Sally.
- No estoy seguro. – Dijo Matt torciendo el gesto.
Jess seguía moviéndose inquieta en la cama, murmurando dormida palabras incomprensibles.
- Habría que exorcizarla. – Comentó Sally, un poco impresionada.
- ¿Estará soñando algo? – Preguntó Matt.
- ¿Podrá soñar? – Replicó Sally, y Matt se impresionó, como se impresionaba a veces, del hecho de que Sally no era tan bruta como solía aparentar, y que en ocasiones le daba al clavo con sus comentarios.
Se quedaron pensativos un rato, y parecía que Jess volvía a calmarse.
- ¿Habrá tenido una vida normal alguna vez? – Preguntó nuevamente Matt, como si siguiera el hilo de sus pensamientos.
- ¿Te parece que es posible?- repuso Sally con incredulidad.
- Algo raro pasó cuando la secuestraron. – Dijo Matt. – Tal vez, antes tenía una vida normal. Tal vez tenía un padre, una madre… quizás hasta hermanos… bah, eso es lo que creo yo. Para mi que cuando la secuestraron le hicieron algo y quedó así y perdió todos sus recuerdos.
- En ese caso, lo que sea que le hicieron, se la hicieron bien. – Objetó Sally. – Me resulta increíble que alguna vez haya tenido una vida normal. No me lo puedo imaginar.
- Y encima el gobierno exige su captura… es demasiado turbio. Lo menos que podemos esperar de ella es que tenga un par de pesadillas.
- Si, pero no que vomite sangre. – Señaló Sally muy sabiamente.
Dejaron de hablar. Jess no se había despertado, pero ya no se movía ni hacía ruidos raros, y parecía estable. Y a Matt y a Sally les estaba entrando el sueñito.
Desplegaron sus respectivas bolsas de dormir y se acostaron sobre el suelo, y al poco rato lograron dormirse.
Jess se despertó al otro día, apenas el sol extendió sus primeros rayos, cómo si no hubiera pasado nada. Sentía que se había sacado un gran peso de encima.
Matt y Sally la interrogaron, pero ella no tenía respuestas para darles. Y se sentía un poco incómoda, porque era consiente de la conversación que sus amigos habían tenido esa noche.
En un momento tomó iniciativa para irse y dejarlos atrás, pensando que era demasiado para ellos cargar con una loca fugitiva que vomitaba sangre. Pero ni Matt ni Sally la dejaron, y secretamente dio las gracias de que fuera así, porque no tenía a dónde ir ni lugar dónde quisiera estar que no fuera cerca de ellos dos.
No tenía a nadie más que a ellos. De golpe, por alguna razón, la vida de Sally y de Matt le pareció un poquito más importante que la del resto de los seres humanos, y de esa forma pudo superar el horror de observar todas las muertes que ocurrían en el mundo.
Estaba empezando a quererlos, y ese era un sentimiento nuevo que no sabía controlar.
A penas se aseguraron de que Jess estaba en buena forma, partieron de vuelta, rumbo hacia un destino del cual ni siquiera Jess podía sentirse segura.