Todo texto aquí visto es pura creación de grillito, alias Azul, alias Fairy, alias la chica astronauta, alias Azul, alias la loca esa

toda imagen aquí vista es pura creación de alguna persona, ecepto grillito, a menos que ella diga lo contrario. Si quieren ver dibujos de ella, vayan a http://lachicamariposa.deviantart.com/

Procuren no chocarse con la luna!

sábado, 24 de marzo de 2012

Utopías: cap 4 "negro"


Hace dos años, en Villa Laguna.

Matt, Sally y Jess solían usar mucho los trenes. Conectaban a casi todo el país, y no costaba muy caro. Pero también tenía sus desventajas, pues en los viajes largos, todo resultaba un poco más incómodo. Los asientos se volvían más duros, el calor más caluroso, el hambre más insoportable. Y las personas, también se volvían más insoportables.

Pero esta vez, viajaban en un colectivo. Era una especie de colectivo que se encontraba sólo en Villa Laguna, que funcionaba mediante una conexión eléctrica. Unos cables atravesaban el cielo de de Villa Laguna, y el colectivo se conectaba a esos cables para tener la energía suficiente para avanzar. De esta forma, estos colectivos se convertían en una especie de trenes que en vez de tener las vías abajo, las tenían arriba.

Era de noche. Matt y Sally dormían en sus asientos; pero, como de costumbre, Jess estaba despierta. Los lentes se le habían resbalado un poco, pero nadie miraba hacia su dirección, y casi todos estaban dormidos. Si no fuera por las luces que estaban encendidas adentro del colectivo, la mirada blanca de Jess hubiera bastado para iluminar todo el interior del vehículo.

La noche había hecho más soportable lo que durante el día había sido un calor infernal.

Por eso, no solo Matt y Sally, sino la ciudad entera, estaba agotada.

De golpe, se cortó la luz, rompiendo toda atmósfera de tranquilidad. El vehículo se detuvo en una fuerte sacudida, despertando a Matt, a Sally, y también a unos cuantos más.

Pero a Jess, la oscuridad la tomó de sorpresa y con la guardia baja. De repente empezó a temblar, y antes de que alguno de sus amigos atinara a hacer algo, Jess se sumió en lo que era una inconciencia inevitable.

Siempre que podía, Jess evitaba la oscuridad. Suena absurdo para alguien que puede saberlo todo.

Pero no podía evitarlo. No sabía porqué, pero algo en su interior le decía que lo mejor era estar en ambientes iluminados.

Toda esa negrura tenía algo que la inquietaba.

¿Qué otro lugar estaba en completa oscuridad?

Ah, si. Era el lugar dónde la habían tenido secuestrada.

Allí todo era tan oscuro que no se sabía dónde empezaba ni terminaba la habitación. La mayor parte del tiempo, Jess no tenía conciencia de ser ella misma. O en otras palabras, no se daba cuenta de que era una persona individual, de que no formaba parte de todos los pensamientos, recuerdos y sucesos que pasaban por su mente.

La oscuridad la confundía. Pero no era la oscuridad en sí, sino el saber que estaba todo oscuro, lo que le creaba la falsa ilusión de encontrarse sola y por ende el tener que enfrentarse a todos los horrores del mundo que ella conocía aunque no deseara hacerlo.

En la oscuridad, por momentos vivía otra vida, por momentos era otra persona.

De golpe, descubría que sí tenía recuerdos anteriores a su secuestro. Pero como todo en su vida, eran ajenos a ella. Eran recuerdos de una vida que no le pertenecía.

Pero lo peor de la oscuridad, es que allí todo era más real, o dicho de otra forma, los recuerdos y las vidas ajenas se convertían en su única realidad. Los vivía con tanta intensidad que le causaban daños visibles.

Recuerda sentirse bien en la oscuridad. Recuerda sentirse muy feliz. Pero entonces, un cosquilleo comenzaba a rozar sus pies. Al principio era un cosquilleo muy leve, y no lo hubiera sentido si no fuera por el contraste de haberse sentido tan cómoda y tan feliz.

Hubiera sido capaz de ignorar el cosquilleo, pero éste se fue intensificando, y, de a poco, fue apoderándose de todo su cuerpo. En un momento comenzó a arder. Gritó, gritó de dolor, y cómo en un eco escuchó un grito igual al de ella. Entonces, una luz naranja iluminó la habitación oscura, pero se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados, y no estaba viendo la habitación. Estaba viendo lo que ocurría adentro de su mente…

Y En ese momento, Jess despertó. Incorporándose, abriendo sus ojos de ciega como platos, y gritando cómo si despertara de una pesadilla.

- ¡Jess! - Exclamó Matt con sorpresa. Ya no se hallaban en el tren, y al parecer había pasado bastante tiempo, porque se percibían a los rayos del sol atravesando las ventanas, brillando como solo pueden hacerlo en el mediodía. Jess estaba recostada en un colchón que Matt y Sally habían pedido en el hotel, alegando que llevaban a una enferma y necesitaba un buen reposo. Evidentemente, Matt se encontraba cerca del colchón de Jess incluso antes de que ella despertase.

Pero Jess no tuvo tiempo para darse cuenta de todo eso. Porque dos segundos después de despertar, sintió algo extraño en su interior. Y otro segundo más tarde, sintió que un dolor inmenso le invadía la zona de los pulmones, mientras que unas nauseas repentinas sacudían violentamente su estómago, haciendo que emitiera unas arcadas horrorosas.

Entonces, un líquido caliente brotó de su garganta, manchando su piel blanca en un crudo contraste.

- ¡Sangre! – Exclamó Matt, fuera de sí. - ¡Jess! ¡Vomitaste sangre!

Obviamente, Jess no necesitaba que se lo dijeran para darse cuenta. Aunque el líquido que brotó de sus labios era algo amarronado, y no tan rojo como es comúnmente la sangre; eso, sin duda, era sangre.

Para Matt, aquel momento fue uno de los más tétricos de su vida. La imagen de la chica retorciéndose en la cama, despertándose gritando y escupiendo sangre en medio de toces y ahorcadas, era algo horrible que le producía una sensación espantosa, y fue una imagen que se repitió a lo largo de su vida en un montón de pesadillas, cada una más retorcida y horripilante que la otra.

Los ojos de Matt estaban abiertos en casi dos círculos perfectos, y la sensación de miedo y de repulsión que sentía, podían leérsele claramente en la expresión. Sintió que segregaba saliva e hizo un esfuerzo por tragarla y respirar profundo para luego decir, con una voz aparentemente más calmada:

- ¿Qué pasa Jess? ¿Estás enferma? ¿Tenías una enfermedad y no nos dijiste nada? – Aún así, su voz tenía un dejo de pánico.

Jess no respondió. Pasado el momento feo, había vuelto a su típica expresión indiferente. Pero la verdad, ahora que no la distraían las arcadas y los dolores en el pecho, se daba cuenta de que tenía una jaqueca penetrante, y que probablemente no aguantaría mucho tiempo sin volverse a dormir.

Matt volvió a alarmarse. Jess no solo miraba sin delatar emociones, sino que parecía como desconectada. La sacudió.

- ¡Jess! – Exclamó, sin poder ocultar su miedo. - ¿Qué está pasando?

- No se… - Musitó con los ojos entrecerrados.

Matt suspiró al ver que al menos no había perdido el habla.

- ¿Nunca antes te había pasado?

- No…- dijo con voz débil. – Necesito dormir. – Declaró, esperando que el otro le de un momento de privacidad.

Matt se desconcertó.

- ¿Dormir?

La chica emitió un gemido de afirmación, y al instante se dejó caer en un sueño profundo. Matt la miró, sin comprender del todo lo que había ocurrido, y sin poder quitarse el mal gusto que le daba aquella situación. Salió de la habitación, llegando a la conclusión de que tal vez lo mejor era que descansara un poco.

El lugar donde se estaban alojando Matt, Jess y Sally en ese momento, era apenas más lujoso a lo que estaban acostumbrados. Como era lo normal, el departamento carecía completamente de muebles, pero los pisos relucían de limpio y consistía de dos habitaciones. Además, gracias a las ventanas, entraba una gran cantidad de luz, lo cual no podría significar nada a menos que, como ellos, estén acostumbrados a dormir en mono ambientes tan cerrados que no dejaban pasar ni una pizca de luminosidad.

Matt había tenido que insistir mucho para conseguirlos, usando el desmayo de Jess como una excusa. La noche en aquel departamento le costó la mitad de lo que costaba en realidad, y también había conseguido que le dejaran un colchón a Jess.

Cuando Matt abandonó la habitación donde reposaba la enferma, se encontró con Sally, que esperaba el veredicto sentada en la esquina del cuarto. Cuando vio a su amigo, se incorporó.

- ¿Despertó? - Preguntó, ya que había escuchado los ruidos a través de la puerta.

- Vomitó sangre. - Se limitó a responder.

Sally se quedó callada unos momentos, como si estuviera pensando en algo. Luego preguntó:

-¿Ahora está despierta?

Matt negó con la cabeza.

- Me dijo que necesitaba dormir.

Sally hizo una mueca de incomprensión.

- ¿Dormir? ¡Nunca la vi dormir!

- Yo tampoco. A la noche, a pesar de que se acostaba, siempre la veía despierta.

- ¡Me vas a decir a mi! Esos ojos blancos en la oscuridad me inquietaban demasiado... - hizo una pausa y respiró profundo. - y... ¿qué vamos a hacer?

- ¿Con qué? - inquirió Matt.

- ¡Con Jess! Es obvio que algo le está pasando. Está incubando una enfermedad, o algo así. No debió habérnoslo ocultado. Y no podemos acarrear con una enferma tampoco.

- Ella me dijo que era la primera vez que le pasada.

Sally torció el gesto.

- No vas a negar que es extraña. No duerme, no come. Y ahora, vomita sangre. Tal vez deberíamos dejarla en un hospital, sabrán que es lo mejor para ella.

- ¿Y dejar que la entreguen? - Exclamó Matt, con un tono de voz que expresaba un rotundo desacuerdo. - Sally, gracias a Jess hemos conseguido juntar la poca plata que tenemos. Y hasta ahora nos causó menos problemas que los que nos solucionó.

Sally lo miró con un gesto de resignación, sabiendo que no le haría cambiar de opinión, y, sobre todo, que tenía razón.

- Solamente digo que todavía no sé si podemos confiar en ella. Ella puede saberlo todo, y sabe todo sobre nosotros. ¿Qué nos asegura que nunca lo va a usar en nuestra contra?

- Nunca lo hizo, y si piensa hacer eso, no entiendo porque se ofreció a ayudarnos en primer lugar.

- Es todo muy raro...- Musitó Sally, casi sin darse cuenta.

Jess durmió el resto del día, y a la noche seguía sin despertar. Matt y Sally apenas salieron del departamento, decidieron quedarse a cuidarla. Tampoco les venía mal un descanso. Cuando oscureció, prepararon sus bolsas de dormir junto al colchón de Jess.

Cómo estuvieron todo el día juntos y sin hacer nada, no tenían sueño, y a decir verdad, estaban bastante estúpidos. Bromeaban todo el tiempo, decían una tontería tras otra, y no parecían realmente preocupados por su amiga. Pero ese era el quid de la cuestión, pues como Sally solía decir de vez en cuando: “es mejor reír que llorar”

- ¿Te acordás cuando salía con ese chico que se llamaba…? Pará, ¿Cómo se llamaba? – murmuraba Sally, visiblemente tentada.

- ¿Paul? – Preguntó Matt, también con cara de largarse a reír en cualquier momento. Pero fue Sally la que largó la carcajada.

- Ahh, Te hacés el boludo, pero bien que te acordás. – le dijo en medio de las risas. Le dolía el estómago de tanto reírse, y se inclinó un poco hacia delante.

- Yo no me hago el boludo.- se excusó Matt, y se dio cuenta de la actitud de ambos, y se le escapó otra risa, a causa de esa situación tan absurda. Al contrario que su amiga, se inclinó un poco para atrás.

- Bueh, lo que iba a decir es que a mi hermana ese chico no le gustaba una mierda…

- ¿Por qué?- preguntó en una voz apenas más baja. Pero Sally no le respondió.

De golpe, se encontraba alarmantemente cerca. Sus caras estaban separadas por escasos centímetros. Matt creía sentir el calor que emanaba el rostro de Sally, como un astro que ejerce luz por voluntad propia. De golpe, todo el ambiente de risas y de boludeo se apagó. Se mantuvieron la mirada unos instantes que parecieron eternos.

Entonces, algo hizo clic en la cabeza de Matt. Tomó de los hombros a la chica y… La empujó.

- ¿Qué te pasa, boluda? – Protestó con la voz un poco hosca. - ¿Qué te fumaste esta vez?

Sally lo miró, con cara de profunda ofenza.

- Andate a cagar. – Replicó de mal modo.

- Vos lo que necesitás es irte de joda.

- Mirá quien lo dice. Vos necesitás relajarte un poco.- Objetó la chica.

- A mi ese tipo de jodas no me relajan una mierda. – Repuso Matt. – Y si le vas a histeriquear a un chico, mejor que sea uno que no te quiera.

Sally se lo quedó mirando un rato, y luego revoleó los ojos.

- Definitivamente, necesitás relajarte un poco.

- Si, vos no me ayudás mucho.

Se observaron, esta vez con profunda seriedad. En ese momento, una especie de gemido que provenía de Jess rompió la tensión.

Los dos se incorporaron y giraron la cabeza hacia la dormida en una sincronía casi exacta, y por esos instantes, olvidaron completamente la pequeña discusión que acababan de tener.

Se acercaron a Jess, que se estaba moviendo violentamente.

- ¿Se está despertando? – Preguntó Sally.

- No estoy seguro. – Dijo Matt torciendo el gesto.

Jess seguía moviéndose inquieta en la cama, murmurando dormida palabras incomprensibles.

- Habría que exorcizarla. – Comentó Sally, un poco impresionada.

- ¿Estará soñando algo? – Preguntó Matt.

- ¿Podrá soñar? – Replicó Sally, y Matt se impresionó, como se impresionaba a veces, del hecho de que Sally no era tan bruta como solía aparentar, y que en ocasiones le daba al clavo con sus comentarios.

Se quedaron pensativos un rato, y parecía que Jess volvía a calmarse.

- ¿Habrá tenido una vida normal alguna vez? – Preguntó nuevamente Matt, como si siguiera el hilo de sus pensamientos.

- ¿Te parece que es posible?- repuso Sally con incredulidad.

- Algo raro pasó cuando la secuestraron. – Dijo Matt. – Tal vez, antes tenía una vida normal. Tal vez tenía un padre, una madre… quizás hasta hermanos… bah, eso es lo que creo yo. Para mi que cuando la secuestraron le hicieron algo y quedó así y perdió todos sus recuerdos.

- En ese caso, lo que sea que le hicieron, se la hicieron bien. – Objetó Sally. – Me resulta increíble que alguna vez haya tenido una vida normal. No me lo puedo imaginar.

- Y encima el gobierno exige su captura… es demasiado turbio. Lo menos que podemos esperar de ella es que tenga un par de pesadillas.

- Si, pero no que vomite sangre. – Señaló Sally muy sabiamente.

Dejaron de hablar. Jess no se había despertado, pero ya no se movía ni hacía ruidos raros, y parecía estable. Y a Matt y a Sally les estaba entrando el sueñito.

Desplegaron sus respectivas bolsas de dormir y se acostaron sobre el suelo, y al poco rato lograron dormirse.

Jess se despertó al otro día, apenas el sol extendió sus primeros rayos, cómo si no hubiera pasado nada. Sentía que se había sacado un gran peso de encima.

Matt y Sally la interrogaron, pero ella no tenía respuestas para darles. Y se sentía un poco incómoda, porque era consiente de la conversación que sus amigos habían tenido esa noche.

En un momento tomó iniciativa para irse y dejarlos atrás, pensando que era demasiado para ellos cargar con una loca fugitiva que vomitaba sangre. Pero ni Matt ni Sally la dejaron, y secretamente dio las gracias de que fuera así, porque no tenía a dónde ir ni lugar dónde quisiera estar que no fuera cerca de ellos dos.

No tenía a nadie más que a ellos. De golpe, por alguna razón, la vida de Sally y de Matt le pareció un poquito más importante que la del resto de los seres humanos, y de esa forma pudo superar el horror de observar todas las muertes que ocurrían en el mundo.

Estaba empezando a quererlos, y ese era un sentimiento nuevo que no sabía controlar.

A penas se aseguraron de que Jess estaba en buena forma, partieron de vuelta, rumbo hacia un destino del cual ni siquiera Jess podía sentirse segura.

jueves, 1 de marzo de 2012

Utopías: cap 3 "Algo en qué creer"


Mansión Azul, Hace dos años.

La Presidenta se despertó sobresaltada.
Se había quedado dormida en su escritorio, y había tenido otra pesadilla de sus antepasados. Así era su vida, tenía que cargar con el peso de su origen. Los antiguos presidentes de Mágistral no dejaban de enviarle mensajes oníricos, incluso más allá de la muerte.
Era algo que le perturbaba, porque sabía que a causa de esos sueños, jamás iba a poder abandonar la política, y todos sus errores la atormentarían eternamente. Si no encontraba la forma de perpetuar el gobierno de sus padres y el de sus abuelos y el de los abuelos de sus abuelos; los espíritus de los ancianos la acosarían sin descanso.
Y a pesar de esas aterradoras pesadillas, no había podido evitar el quedarse dormida.
Todo estaba tan tranquilo… Desde su despacho, tenía la vista al gran lago que formaba parte del parque nacional “cristalino”, y en el ambiente se respiraba un inconfundible aire de paz.
Así solían ser las cosas cuando gobernabas Mágistral, la utopía.
Alguien tocó la puerta, y ella se enderezó en su asiento, con expresión fastidiada.
- Pase.- Ordenó con voz amarga. ¡Cómo odiaba que la molestaran por insignificancias!
La puerta se abrió para dejar pasar a un hombre con un uniforme color verde agua.
- Oficial.- Reconoció la presidenta.- ¿Alguna noticia?
- Vengo del Instituto Secreto de las Aves- murmuró el hombre, al parecer, intimidado por la mujer.
La presidenta cambió su expresión fastidiada por una de ligero interés.
-¿ah, si?- inquirió.- ¿Y qué? ¿Pasó algo?
El oficial estaba visiblemente nervioso.
- Ella… la chica…- Tragó saliva.- Escapó.
La mujer abandonó su indiferencia y estalló en una furia que pareció borrar sus dulces rasgos infantiles.
-¿¡Qué!? ¿¡Cómo la dejaron escapar!? ¿¡Acaso no dejé bien en claro lo importante que era esa chica para nosotros!?
- Señora, a mi solo me dieron el mensaje…- Musitó el oficial, aterrado.
- ¡Yo les dije que era necesaria una buena seguridad! ¡Creyeron que porque la chica estaba confundida, no iba a saber escapar!- Siguió exclamando la Presidenta, sin hacer caso al oficial.- ¿¡Es que son imbéciles!? ¿¡Es que no se dan cuenta de todo lo que puede hacer!?
En un momento La Presidenta se calmó. El hombre no había atinado a hacer nada, y se había quedado inmóvil como un poste. La mujer le lazó una mirada de desprecio.
- ¿Y qué hace usted ahí, parado? ¡Haga algo! ¡Empapele la ciudad con su cara! ¡No podemos dejar que escape!
- Si… si, señora.- Farfulló el oficial, y salió disparado por la puerta de salida.
La Presidenta masculló un insulto, sintiendo con un placer mezquino su gusto amargo en la boca. Pensar que hace dos segundos atrás creía que nada iba a salir mal…
No, no importaba. No iba a dejar que una chica estúpida arruinara todas esas generaciones de gobierno.


Segunda anotación en el diario de Matt.
Escrita en el presente, en La Capital.


“Ahora mismo trato de recordar las cosas que hicimos Sally, Jess, y yo, mientras tuvimos la oportunidad.
Con Jess de nuestro lado, parecíamos imparables. Ella nos decía como aprovechar mejor las oportunidades, cómo actuar para que no nos metiéramos en líos.
Cometimos varios robos, también, aunque solo hurtamos instituciones privadas, y a veces también del gobierno. Ahora que recuerdo, una vez robamos el Museo de Villa Laguna… Fue increíble. Era uno de esos museos de cultura general, logramos robar todo el dinero, y también algunos objetos de valor… No recuerdo muy bien cómo fue que lo hicimos, ya que casi todo lo planeó Jess, y era un plan tan complejo y tan maniáticamente calculado, que es considerablemente difícil de recordar.
Pero apenas Jess se sumó al grupo, nos convertimos también en fugitivos. Bueno, no tanto en realidad, principalmente la que se tenía que esconder era Jess, pues al poco tiempo, descubrimos que el gobierno ofrecía una recompensa por quien la encontrase.
Fue ahí que terminé de entender la razón por la cual Jess se había aliado con nosotros, porque si yo quería, podía entregarla tranquilamente.
Nunca lo hice, aunque al principio fue sólo por desprecio al gobierno. En esa época, toda oportunidad para desobedecer a La Presidenta y sus aliados me parecía válida.
Así que tuvimos que ser aún más cautelosos para ocultar las anormalidades de Jess, pero obviamente eso tuvo sus beneficios. Además, con el tiempo, hasta yo mismo adquirí cierta fama. A pesar que después de cometer nuestros golpes nunca dejábamos huellas, se empezó a correr la voz de que había un nacido de Mágistral que estaba rompiendo la ley, pero que a diferencia de los Terrenos no eran débiles robos hacia algún chico desarmado, sino unos hurtos importantes a instituciones importantes. Además, jamás en nuestros robos lastimamos a nadie. A pesar de que con el tiempo mi nombre se hizo conocido, a mí nunca me buscaron ni intentaron atraparme, o al menos así fue al principio.¿Habrá sido solo porqué soy rubio y de ojos celestes? Incluso, había gente que me apoyaba. Desde luego, los que me apoyaban no eran ni gente a favor con el gobierno, ni Terrenos, sino que solían ser gente de razas extrañas, mestizos, que no se ataban a ninguna cultura y tampoco eran discriminados, por lo tanto eran completamente libres de estar a mi favor o no. Además, valga la aclaración, podían observar los hechos con más perspectiva.
… Ahora que lo pienso, ¿Qué pensará de mí la gente que me apoyaba en esos momentos, después de tanto tiempo? …Seguramente piensan que me atraparon, o que morí en el intento de escapar. Bueno, eso es lo que me gano por no salir ni a la calle.
Estoy tratando de hacer memoria, pero los recuerdo Jess están tan desgastados… tal vez sea por su naturaleza fantasmal, qué sé yo, pero los recuerdos de ella (sobretodo los antiguos) se me hacen muy borrosos.
Ah! Si, ahora me viene a la mente… No sé si fue una de nuestras Grandes aventuras pero lo que viví ese día me quedó marcado, por alguna u otra razón. Ocurrieron varias cosas que me hicieron reflexionar.
Jess, a pesar de su aparente fachada fría e inhumana, tenía varias manías que desarmaban su aspecto indiferente. Por ejemplo, no podíamos llamarla Jessica, el cual, lógicamente debería ser su nombre completo.
¡Mi nombre no es Jessica, es Jess! Incluso ahora puedo imaginarme su voz diciendo eso.
También, respetaba la vida, pero con una devoción admirable, y me sorprende que nunca se haya puesto a llorar por pisar un microbio. Los Terrenos tenían las costumbres de no matar, pero Jess solía llevar las cosas a otro extremo. Sabía todo sobre la vida, pero desconocía lo que ocurría después de la muerte, y eso la perturbaba más que a una persona normal.
También, estaba obsesionada con descubrir cosas de su pasado y su futuro. Por todo eso, Jess solía mandarse un par de cagadas.
Una vez fuimos a un mercado que quedaba en Villa Garúa, cerca de los límites de la capital. Era un mercado medio extraño con gente de la misma clasificación. En ese entonces, no teníamos interés de ganar plata, sino de gastarla. Necesitábamos comida, y ya que estábamos, algunas cosas más.
Era un mercado humilde, formado de hileras de tiendas armadas con palos y sábanas blancas. Puedo asegurar que en esos lugares podés conseguir cualquier cosa a cambio de dinero, sólo necesitas pedir.
Sally estaba entusiasmada, nunca antes había venido a un lugar así, y menos con plata suficiente cómo para gastar. Recuerdo que quería comprar un montón de cosas y yo tenía que controlarla. Jess caminaba al lado nuestro en silencio, protegida por sus lentes oscuros y su largo abrigo con capucha.
A nuestra derecha, una voz nos llamó:
- ¡Eh! ¡Ustedes! ¿No quieren conocer su futuro?
Jess movió la cabeza tan rápidamente que creí que se la iba a dislocar. La que nos llamaba era evidente una nacida de Ven, un país del cual salían muchas leyendas y supersticiones. Se notaba por su piel clara (algo amarillenta) y su largo cabello negro, de un tono que casi podría pasar por azulado. Estaba sentada al borde del camino, y su tienda se conformaba tan solo de un almohadón en el suelo y un cartel: Adivino el futuro por el camino de las venas.
La lectura a través del camino de las venas es una triquiñuela común que suelen usar los nativos de Ven como excusa para ganar algo de dinero y, si el cliente está distraído, robarle también alguna cadenita de oro que pendiera de su muñeca.
- ¿De verdad querés que una extraña te mire las venas para que al final termine diciendote una mentira? Los nativos de Ven no suelen ser muy confiables. – Le dije a Jess, al ver que seguía a la Adivina con la mirada.
- Si, y sin embargo, su reputación no es peor que la de los terrenos- dijo acertadamente, y luego me miró a través de sus lentes. – Me sorprende que vos seas el que juzgue a alguien según su origen.
Me callé, porque tenía razón. Con Jess no vale la pena equivocarse ni discutir.
- Si quieren, pueden ir a hablar con la adivina esa- Había dicho Sally.- Yo puedo encargarme de las compras.
- No sé si eso es muy recomendable…- Musité, pero Jess aún seguía mirando a la nacida de Ven, y supe que lo mejor era acompañarla para evitar que sus ansias de saber más sobre sí misma lo arruinaran todo. – …Está bien, pero por favor, no gastes toda la plata.
Sally se limitó a sacarme la lengua como respuesta, un gesto que ella solía usar cada vez que la sermoneaba por algo.
Con Jess nos acercamos hacia la adivina, que esbozaba una sonrisa a medida que nos aproximamos. Cuando la miré de cerca, me di cuenta de que era muy joven, más o menos tenía nuestra edad; y de golpe no estuve tan seguro de su nacionalidad. Sí tenía las mejillas y el mentón cuadrado (algo típico en los nativos de Ven) pero tenía los ojos de un celeste claro, y sus rasgos eran más suaves de lo normal. Su sonrisa también era extraña, era algo pícara, y al mismo tiempo, inteligente. Si mal no recuerdo, tenía un hoyuelo en un costado de la barbilla.
- Veo que están interesados en saber que les depara el futuro. – Dijo con entusiasmo.
- Ella es la interesada.- Dije señalando a mi amiga.
- Qué bien. – Dijo mientras le dirigía la mirada. – Con esa piel clara será más fácil seguir las venas.
Jess se sentó y extendió el brazo. La adivina se acercó a él, y lo tocó suavemente con las yemas de los dedos.
- ¡Qué raro! – Musitó, extrañada. – Tus venas son extrañas… como de un color amarronado… y tu piel es tan… transparente…. – Y entonces levantó la vista y le escrutó el rostro con la mirada. Para ese entonces, yo ya estaba pensando que acercarnos a la adivina no fue una buena idea.
La chica acercó una mano hacia el rostro de Jess, pero Jess la detuvo. Entonces estiró el otro brazo y le dio una cachetada, que Jess esquivó limpiamente. Pero sus lentes se habían resbalado unos milímetros, dejando al descubierto sus cejas incoloras y un atisbo de su mirada blanca.
- ¡Lo sabía! – Exclamó la Adivina. - ¡Sos la chica albina! ¡La que busca el gobierno!
Jess no parecía asustada. Le agarró los brazos con más fuerza y le dijo:
- ¡Callate! ¡No sabés con quién te estás metiendo! Si hablás, yo le digo a todo el mundo que sos una mentirosa de mierda.
La otra chica rió.
- ¡Decí lo que quieras! No voy a necesitar mentir nunca más cuando cobre la recompensa de tu captura.
En ese momento, supe que había llegado la hora de intervenir.
- Ehh… ¿No podríamos charlar un minutito en un café?
La Adivina me miró como si la estuviera jodiendo.
- No soy estúpida. No voy a dejar que vos entregues a la chica.
- Bueno, yo no puedo dejar que me la saques. La necesito. Si tenés un rato, te puedo explicar porqué. Pero hay algo que te voy a decir: Jess es una chica muy poderosa. La idea de que los de arriba tengan lo que ella tiene, asusta. Entregarla ahora, no es una buena idea.
La adivina me examinó con la mirada y por un momento, pareció olvidarse de la presencia de Jess.
- Sos raro. – al parecer, esa fue su conclusión. – Los dos son raros, en realidad. Creo que sí voy a aceptarte ese café. Me dan curiosidad. Pero no sé si voy a dejarlos ir tan fácilmente. – Y dicho esto esbozó una de sus sonrisas de duende.



El estúpido de Kevin apagó la luz. Y ya sabía que estaba escribiendo. Me dijo que deje de hacer boludeces y que quiere dormir. Es un pelotudo, pero bueno, sin él no tengo dónde vivir. En fin, ahora ya se durmió y volví a prender la luz… ¿En qué estaba?
Ah, si, fuimos a tomar un café con la Adivina.
Jess estaba enojada, y era obvio que no quería saber nada de la chica que estuvo a punto de delatarla. Pero yo pensaba que era mejor llevarse bien con aquella que sabía que éramos fugitivos. A parte… bueno, era una vendedora callejera, si podemos decir que predecir el futuro es vender algo. Quiero decir, seguramente necesitaba la plata de la captura de Jess, pero también, probablemente, nos entendería.
- Así que… ¿Cómo te llamabas?- Le pregunté una vez que nos sentamos.
- Amelie.- Respondió. - ¿Y vos?
- Me llamo Matt, y ella es Jess.- Dije, señalando a mi amiga con un gesto. Jess desvió la cabeza hacia otro lado, como si no le interesara conocer a Amelie.
- Si, ya haz dicho el nombre de ella antes… - Hizo unos segundos de silencio, y estuve a punto de volver a tocar el tema de la captura de Jess, pero ella se me adelantó.- Entonces… ¿Realmente eres un nativo de Mágistral? Debes ser el primero que no ama a su patria de manera febril.
Me dio un poco de bronca que saliera con eso, pero supuse que era inevitable.
- No soy un nativo de Mágistral.
- ¡Cómo que no! – Exclamó la chica – Se te ve en la cara. No solo sos rubio y de ojos celestes, tenés los rasgos típicos de Mágistral.
- Mi madre es Terrena. Así que mis orígenes no son de Mágistral.
- ¿Y tu padre?
- No sé, nunca lo conocí. Pero si algo te puedo asegurar es que mi madre es Terrena.
Amelie me miró con desconfianza.
- ¿Sabías que no vale la pena mentirle a una adivina? – Dijo con algo de sarcasmo.
Me reí.
- No te estoy mintiendo.
- Ok, supongo que algo de razón tendrás, porque no te parecés en nada a un Nativo de Mágistral…
- Gracias.
- Quiero decir, solo te parecés físicamente.
Se produjo una pausa, y entonces recordé que yo tampoco estaba muy seguro de la nacionalidad de ella.
- Y vos… ¿De dónde sos?
Me miró con ojos inteligentes, y volvió a formar otra de sus sonrisas, que parecían eternas en aquel rostro de facciones extrañas.
- Mi mamá era de País Ven, pero mi padre era de aquí. Y yo, nací aquí. Pero se separaron cuando era muy pequeña. No volví a ver a mi padre, y mamá y yo nos quedamos sin plata. Tuvimos que salir adelante con lo único que sabíamos hacer: predecir el futuro, y hacer valer las supersticiones de nuestra raza.
- Vaya. – Fue todo lo que supe decir.
-… Me parece que no le caigo bien a tu amiga.- Murmuró, cambiando de tema bruscamente y sin dejar de sonreír. Me di cuenta entonces de que Jess la había estado observando con el ceño fruncido.
- No hables como si no estuviera, me irrita que la gente haga eso. – Masculló.
- Dale, Jess, no te pongas así – le dije, bromeando. – tal vez si sonreís un poco, la convencemos a Amelie de que entregarte no es una buena idea.
Jess me miró, y supe que a través de sus lentes me estaba dedicando su peor cara de culo.
- No pienso ser amigable con una mina que se aprovecha de las creencias de los demás. Lo que ella hace es completamente deshonesto.
- Claro, porque vos sos el ejemplo perfecto de la honestidad- le dije con ironía.
- ¡Tal vez no! ¡Pero lo que ella hace es mucho peor que lo que hacemos nosotros!
- Me gustaría saber que es eso tan malo que hago. – Interrumpió Amelie.- Y a mí tampoco me gusta que los demás hablen cómo si no estuviera.
- ¡Lo que hacés es mentir!- le espetó Jess. - ¡Ni siquiera vos te creés lo que decís! ¿Cómo podés ser tan falsa? ¡Ganás plata aprovechándote de la fe de las personas!
Amelie la miró, atónita.
- Sí, eso hago. ¿Y qué?
Jess pareció perder fuerzas durante un segundo. Iba a decir algo, pero al final decidió quedarse callada y desviar la vista hacia otro lado.
- Hay gente que realmente cree en lo que decís. Hay gente cuyas incógnitas en la vida lo son todo. No podés burlarte de ellos.- murmuró luego de un rato de silencio.
Amelie no supo qué decir, y por alguna razón intuí que eso no era común en ella.
-… Jess… Tenés un poco de razón…- Decidí decir.- Pero no la podés culpar, ella hace lo que puede…
- Igual… - Me interrumpió Amelie. – Sí tiene razón. En realidad nunca lo había visto así, porque siempre estuve concentrada en hacer lo posible para sobrevivir. Ahora que lo pienso, es increíble lo poca fe que le tengo a las costumbres de mi raza.
- Entonces… ¿Es verdad? ¿Realmente no crees en que el futuro está tatuado en las venas, ni en ese tipo de cosas?
- Cuando le leo el destino a alguien, uso la técnica que me enseñaron. Pero en realidad, no puedo creer en que según la forma de nuestras venas está marcado nuestro destino. Me parece imposible. No se… debo ser una persona de poca fe…- Al decir esto frunció los labios.
- No es nada, igual. Yo tampoco soy una persona religiosa… Algo que he observado últimamente, es que la gente suele confiar poco en sus propias culturas…
- Sí, ni siquiera vos actuás como un nacido de Mágistral…
- Ya te dije que yo no soy…
- Pero por como andan las cosas últimamente- volvió a interrumpirme.- Es entendible. Es decir, andamos todos en cualquiera. No tenemos una tierra a la que llamar hogar, entonces, ¿Qué cultura vamos a respetar?
Pensé que Amelie había dado en la clave.
- La verdad, siempre pensé en que el resto del mundo tomaba la cultura de País Ven como un chiste, o como mucho, como un pasatiempo. – Dijo, retomando, su discurso. – Me sorprende que te hayas disgustado tanto. – ahora se dirigía a Jess.
Jess torció el gesto, pero seguía sin hablar. Decidí responder por ella.
- Jess es muy… sensible a algunas cosas.
- ¿Cómo es eso?
Y ahí le conté más o menos quién era Jess. No le costó demasiado creerlo.
- ¡vaya! Ahora entiendo… Ustedes dos debieron ser los que robaron el museo de Villa Laguna. ¿Un nacido de Mágistral rompiendo la ley? – Lanzó una risotada- ¡Tenías que ser vos! Con esta chica evadir a los policías debió ser pan comido.
- En realidad éramos tres… Sally también estaba ahí.
- Ah, si. La chica que los acompañaba… la terrena. – Luego miró a Jess. – si vos realmente lo sabés todo… ¿Por qué quisiste que te leyera el futuro? Seguro sos mejor adivina que yo.
- Te equivocás. No sé nada del futuro. Solo del presente, y del pasado.- Respondió Jess de malhumor.
- Pero aún así…
- Jess no recuerda nada sobre sí misma.- Expliqué.- No tiene memoria sobre su vida antes de estar encerrada. Seguramente pensó que vos podrías darle algunas respuestas.
Jess emitió un gruñido. Indudablemente, no le gustaría nada que exhibiera sus debilidades.
- Vaya… - Volvió a murmurar.- Perdoname, pero ya lo viste por vos misma. No puedo asegurarte nada. Ahora entiendo porqué te enojaste conmigo. Perdoname.- Repitió.
Jess se quedó un rato en silencio, pero luego gruñó.
- No importa. Debí haberme fijado si eras una mentirosa antes de acercarme.
Amelie expandió un poco más su sonrisa.
- Igual no te preocupes. Seguro que todo lo que necesitás saber, lo vas averiguar algún día. Las cosas importantes siempre terminan sabiéndose.
Jess ya lo no la miraba con cara de enojada, pero seguía seria. Parecía que la escrutaba con la mirada, a través de sus lentes oscuros.
- Entonces… ¿Después de que te escapaste, el gobierno te empezó a buscar?- Dijo Amelie, cambiando bruscamente de tema.
- Si, yo también pienso que es sospechoso. – Recuerdo que dije.- Pero como Jess no se acuerda de nada, no sabemos que quieren de ella.
- Bueno, es una persona valiosa, sin duda. – Musitó.
- De cualquier forma, nada relacionado con el gobierno puede ser bueno…
Amelie no dijo nada, pero volvió a dedicarme una mirada de ojos inteligentes.
- Amelie…- Murmuró Jess, y los dos nos sobresaltamos, porque hasta ahora no le había hablado directamente. – Si no creés en las supersticiones de tu raza… ¿En qué creés?
Amelie rió.
- ¿Para qué me preguntás? ¿no podés saberlo?
- Si te pregunto, es porque quiero que me contestes. A parte, me atrevo a aventurar que ni te lo habías planteado. No tenés una idea formada.
- La verdad es que no. Trato de no pensar en esas cosas. Del futuro ¿Quién sabe? Yo vivo en el presente.
- ¿Pero no tenés nada?
- No sé… no creo en Dios, pero no puedo evitar imaginarme la muerte como un paraíso donde te encontrás con la gente que querés… Tal vez de esa forma pueda reencontrarme con mi padre. – Frunció los labios, un gesto que evidentemente usaba cuando tocaba temas que la incomodaban. Aún así, sus ojos seguían sonriendo. – Y vos, ¿en qué creés?
- Yo no sé. Veo toda la realidad, con tanta claridad, y tanto detalle, que la muerte me parece algo incomprensible. Pero no sé si la muerte es lo mismo para mí que para todos los seres humanos… es evidente que soy diferente.
Se quedaron calladas, y yo ni quería aportar nada a esa conversación.
- Entonces… ¿Nos dejás marchar en paz?
Amelie volvió a reír.
- ¿Ya se van? ¡Pero yo quería que se quedaran un rato más!
- Perdón, pero dejamos a Sally sola, y eso no es seguro.
- Ok, andá con tu amiguita. No se preocupen, ya tendré otra oportunidad para volverme millonaria.



Ese fue, más o menos, mi encuentro con Amelie. No me acuerdo de todo exactamente, pero en términos generales, así fue nuestra conversación. Como dije antes, no fue una gran aventura, pero me dejó pensando.
Ahora que la recuerdo, Amelie era linda. Pero linda en serio, tenía una cara rara, poco común, y aún así muy agradable. Y era simpática. Pero en ese momento estaba muy enganchado con Sally, y ni me di cuenta. Me pregunto si seguirá en Villa Garúa. Tal vez si. O tal vez se hizo millonaria y se fue a vivir en una mansión con vista al mar.
Tal vez debería echarme un vistazo, a ver si la encuentro... Salir, mal no me viene.
La conversación que tuvimos con ella (sobre todo la última parte) ahora me resulta… curiosa, por decirlo de alguna manera. Me doy cuenta de que la repasé mentalmente demasiadas veces… después de todo lo que pasó, me parece tan… absurda.
Durante estos años, Kevin me estuvo enseñando a ser un Buscador, y el objetivo de éstos es saber que hay después de la muerte antes de morir. Pero últimamente creo en que no hay nada que saber. Que el alma es una energía que se siente naturalmente atraída hacia un cuerpo, y que después de la muerte, todo lo que aprendimos no cuenta, porque cambiamos de cerebro y nuestros recuerdos se pierden.
Creo que Kevin lo sabe, pero hace de cuenta que no. Porque… todos necesitamos de un objetivo. Y porque, sin embargo, yo también tengo mis dudas. Jamás estaré completamente seguro de nada, y aunque Kevin crea con todas sus fuerzas en la religión de los Buscadores, yo creo que nuestra mente no está preparada para saber que es lo ocurre después de la vida.
Por eso todos necesitamos algo en qué creer, incluso Jess, tal vez ella más que nadie. Y todos necesitamos de las esperanzas, por más absurdas que fuesen. Porque gracias a ellas tenemos la fuerza para seguir adelante, y, al fin y al cabo, eso es lo único que importa."