Jess, Sally y Matt estaban viajando otra vez. Estaban, por
así decirlo, volviendo sobre sus propios pasos. Estaban yendo a la capital, que
era casi lo más al sur que se encontraba en Mágistral, sin contar los desiertos
despoblados ni las villas terrenas.
Se encontraban en el último vagón del tren, y estaban solos. Jess se había sacado los lentes, y Sally la observaba descaradamente, mientras que Matt miraba por la ventana.
Se encontraban en el último vagón del tren, y estaban solos. Jess se había sacado los lentes, y Sally la observaba descaradamente, mientras que Matt miraba por la ventana.
Cuando Jess se percató de la mirada de Sally, se sobresaltó
un poco.
- ¿Qué
pasa?
- ¿Para qué
me preguntás? ¿No podés saberlo?
Jess frunció los labios.
- Si te
pregunto es porque quiero que me contestes. No me es fácil leer los
pensamientos de la gente cuando se tratan de mí. Estoy segura de que se los
dije.
- ¿Pero
entonces no podés saber nada de la gente cuando está pensando en vos? ¿Por qué
pasa eso?
- No es que
no puedo saber nada,
a veces sí. Solo que en algunas ocasiones, ocurren huecos en mis poderes, y casualmente se dan
cuando lo que quiero averiguar se trata de mí. Y no sé porque pasa, y creo que
no lo sé porque, precisamente, es algo en lo que estoy involucrada.
Sally se la quedó mirando unos segundos como si procesara lo
que acababa de decir.
- En fin, me
preguntaba si realmente eras capaz de ver con esos ojos. Me es difícil de
creer.
- Si, yo
también me lo pregunto. No estoy completamente segura de si veo como las demás
personas, o simplemente sé cómo son las cosas gracias a mi omnisciencia.
Sally no supo que agregar. Paso un largo rato en el que
nadie dijo nada.
Matt estaba un poco adormilado, mirando hacia el exterior
con cierto desdén. Cuando vio que se estaban acercando a la estación, se
incorporó y anunció:
- Ya
estamos llegando. Jess, ponete los lentes.
Jess no necesitaba que le dijeran cuando ponerse los lentes
y cuando no, pero le hizo caso de todos modos.
Sally y Matt recogieron sus respectivas cosas, y apenas el
tren se detuvo se dirigieron a la salida.
Cuando bajaron, se dieron cuenta de que esa era la última
estación. Y un fuerte deja vu sacudió a Sally y a Matt.
Se encontraban exactamente donde habían empezado. En la
calle de enfrente se veía la librería donde Matt iba a leer. Y también podían
verse los kilómetros de desierto que los llevaban a las villas terrenas.
Los dos estaban atónitos.
- No sabía
que estábamos viniendo para acá…- Musitó Sally. – Quiero decir, sabía que
íbamos para la capital, pero no que íbamos a bajar exactamente acá…
- Si, yo
tampoco. – Murmuró Matt, un poco angustiado. Era tan raro estar tan cerca de
casa, y sin embargo…
- Podemos
ir, si quieren. – Dijo Jess, que secretamente estaba esperando irse de aquel
lugar. No le gustaba mucho La Capital. – A visitar a sus familias. – Aclaró.
- No,
todavía no. – Dijo Matt con decisión.- Todavía no le compré los remedios a
mamá. No vale la pena volver. – Dijo lo último tratando de convencerse a sí
mismo, porque sospechaba que, si volvían, no tendría las fuerzas para volver a
irse.
- Y
entonces… ¿A dónde vamos? – Inquirió Sally.
- Antes que
nada, hay que buscar un lugar dónde pasar la noche. – Respondió Matt, y
subiéndose la mochila al hombro comenzó a caminar, las otras dos no tardaron en
seguirlo.
La Capital era, obviamente, uno de los lugares más
pintorescos de Mágistral.
Habían bastantes plazas, y una gran cantidad de edificios,
pero también había mucha gente. Al norte de La Capital se encontraba la Mansión
Azul, lugar donde vivía la presidenta.
Cómo La Capital era grande, caminaron bastante. A un punto
de su caminata, comenzaron a encontrarse con grupos de personas extrañas. Todas
estaban vestidas con capas oscuras hasta el piso, y algunos llevaban un símbolo
extraño pintado de rojo.
- ¿Quiénes
son éstos raros? – Le preguntó Sally a Jess con un dejo despectivo.
Jess no respondió, porque no sabía que contestar. Se había
presentado otras de sus lagunas, y no podía saber nada de aquellas personas tan
insólitas.
A medida de que los tres seguían caminando, los de las capas
parecían darse cuenta de su presencia, porque algunos se daban vuelta para mirarlos;
Incluso se codeaban los unos a los otros y los señalaban.
- ¿Por qué
nos miran así? – Preguntó Matt, con un mal presentimiento. Jess estaba
perfectamente oculta bajo su capucha y sus lentes, y nadie debería percatarse
de su identidad tan fácilmente.
La situación era tan extraña, que los tres se detuvieron, a
la espera de que alguien les explicara lo que estaba ocurriendo. Por unos
minutos, el aire se sintió tenso. Matt, Jess y Sally eran observados por las
personas encapuchadas, pero nadie se acercaba a hablarles, ni siquiera
esbozaban otro gesto que el de ese análisis neutral. Los chicos tampoco
atinaban a hacer nada.
De a poco, los encapuchados parecieron reaccionar, y algunos
se fueron acercando.
Pero en ese momento, uno de los del grupo de las capas se
abrió paso entre los demás de manera brusca.
- ¡Ella es
mía, imbéciles! – Exclamó. Uno de los que los acompañaba parecía querer hacerlo
entrar en razón, pero él, en vez de escuchar, se echó a correr en dirección de
Jess. La tomó del brazo con tanta determinación que ni Jess ni sus amigos
atinaron a hacer nada, y la obligó a correr con él hacia una dirección
desconocida.
Algunos de los encapuchados
intentaron perseguirlos, otros decidieron alejarse del lugar. Matt y Sally
estaban tan sorprendidos que no reaccionaron hasta que todos los extraños se
habían ido.
El desconocido arrastró a Jess hasta algo que parecía un
bar. Jess no se resistió, aunque probablemente podría haberse zafado si hubiera
querido. Pero tenía intriga por esa persona a la cual no le podía leer los
pensamientos.
Cuando llegaron al bar (que estaba vacío) el desconocido se
calmó un poco. Soltó a Jess y se dedicó a recuperar el aire.
Jess se dio cuenta de que era un Terreno: Tenía la piel
morena, la nariz algo alargada y ligeramente quebrada, los ojos oscuros como la
noche. El pelo lo tenía un poco más largo de normal, casi le rozaba los
hombros. Era relativamente joven, como mucho, aparentaba unos veinti-pocos.
- ¡Eh,
Kevin! ¿Esos vienen con vos? – Exclamó el cantinero, señalando por detrás de
las vidrieras.
El joven miró para aquella dirección, y se dio cuenta que
algunos de los encapuchados los habían estado siguiendo.
- ¡No! –
Respondió Kevin. - ¡No, no vienen conmigo! – Y rápidamente se dirigió hacia
unas escaleras que llevaban al piso superior. – ¡No dejes que suban! – le dijo
al cantinero unos segundos antes de subir.
Pero al rato volvió sobre sus pasos.
- ¡Vení! –
La apuró a Jess, como si fuera una tonta por quedarse ahí parada. - ¡Dale,
rápido!
El chico volvió a subir, y Jess miró al cantinero como si
esperase que al menos sus pensamientos le diesen una explicación.
Pero el cantinero se encogió de hombros.
- Va a ser
mejor que subas. – Se limitó a decir.
Jess decidió obedecer. Subió las escaleras y vio que la
parte de arriba de aquel bar era una especie de hotel, cuyos cuartos eran
administrados por el cantinero.
Kevin la llamaba desde el interior de unas de las puertas.
Jess dudó, pero al final decidió que si se encontraba en peligro, siempre
encontraría la forma de escapar. Así que se acercó a aquel desconocido
encapuchado que al parecer se llamaba Kevin.
Una vez que Jess entró a la habitación, Kevin cerró la
puerta. El cuarto consistía de una cama de una plaza (aunque había espacio para
una más), un escritorio lleno de utensilios extraños que daban idea a un
laboratorio, y el acceso a un baño. También había un ventilador de techo, que
parecía un poco viejo y daba sensación de que se iba a caer en cualquier
momento, y el piso estaba recubierto por una alfombra verde oscura que estaba
un poco despegada en algunos costados. Lo poco que se veía del baño, no parecía
muy higiénico.
- Sos
albina. – Dijo Kevin. – Guau, a simple vista se nota que sos diferente.
Hasta ese entonces, Jess no se había dado cuenta de que se
le había resbalado la capucha. Se asustó mucho, porque hasta ese momento creía
que al menos tenía la ventaja del anonimato, pero ahora que Kevin conocía uno
de sus rasgos más extraños seguro no tardaría en entregarla al gobierno.
- Te veo
cara conocida…- Murmuró Kevin, frunciendo los labios.- … ¿Te puedo ver sin los
lentes…?
Y acercó la mano para quitarle los anteojos, pero Jess le
atajó el brazo en un movimiento limpio.
A Kevin le sorprendió ese gesto, y por un momento creyó que
se encontraba ante alguien mucho más poderoso de lo que él creía. Lo que Kevin
no sabía era que, detrás de los lentes, la expresión de Jess delataba un terror
absoluto.
Se quedaron en esa posición un rato, y Kevin aprovechó para
escrutarle el rostro. Y obviamente, se dio cuenta.
- Te busca
el gobierno. – Dijo, y entonces comprendió.
Jess entró en crisis. Pensó en salir corriendo, pensó en
arrodillarse y rogarle que no la entregara, pensó en lo idiota que había sido
por dejarse llevar por un tipo del cual no sabía nada, pero a pesar de todo eso
no cambió su expresión ni exteriorizó sus pensamientos.
Kevin, de alguna manera, se dio cuenta.
- No te
preocupes, no te voy a entregar. – Murmuró. – Tampoco Albert, el cantinero. Lo
conozco hace unos años, es de confianza.
Eso a Jess no la relajaba demasiado, pero pensó que lo mejor
era no decir nada.
Intentaba ordenar su mente, pensar qué era lo que podía
hacer, y recordar cómo era que se había metido en esa situación, pero la
presencia de Kevin le daba un hueco a sus pensamientos. Al parecer él y el resto
de los encapuchados, de alguna manera se las habían arreglado para ser inmune a
los poderes de Jess.
Pero Kevin ni se hacía la idea de las cosas que pasaban por
el cerebro de Jess. Kevin siempre había sido bastante egoísta, y aunque en
ocasiones luchaba contra a aquél defecto, le era difícil ponerse en el lugar de
los demás y pensar en algo más que en él.
En el momento que Jess menos lo esperaba, la abrazó. Se
quedó helada.
- No creí
que iba a volver a encontrar a alguien como vos…- Se limitó a decir.
Jess sintió una sensación muy extraña. Nunca antes había
estado así de próxima hacia una persona. Sintió vergüenza, más que nada, pero
también era agradable sentir el tacto de otra persona. Le sorprendió mucho que
alguien quisiera abrazarla de esa manera tan espontánea, no creía que esas
manifestaciones de cariño eran válidas para ella. A estas alturas, se
consideraba cualquier cosa menos humana.
En algún momento su cerebro se dio cuenta de la absurda
situación. Recordó la reacción que solían tener las adolescentes cuando un
extraño se les acercaba más de lo debido, y supo que debía actuar de alguna
manera.
- ¡Pará! –
Exclamó, luego de un rato, deshaciendo el abrazo bruscamente. Fue la primera
vez que Kevin escuchaba su voz, y se sobresaltó un poco. - ¿Qué te pasa? ¡Ni
siquiera te conozco! ¡No sé para que me trajiste acá, no sé quién sos!
El chico tardó en reaccionar.
- Ehh…
bueno, yo soy Kevin. – Contestó torpemente.
- ¡Eso ya
lo sabía! – Se exasperó Jess.
Kevin iba a decir algo más, pero entonces escucha que
golpean la puerta.
- ¿Qué pasa?
– Exclamó.
- ¡Abrinos!
– Ordenó una voz. - ¡Sabemos que Jess está con vos!
Kevin no sabía quién era, pero Jess reconoció la voz de
Matt.
- Perdoná,
Kevin. – Ahora era la voz de Albert la que se escuchaba. – Pero éstos dos dicen
conocer a la chica… creí que no te importaba si los dejaba pasar, después de
todo no son Buscadores.
Kevin lo pensó un momento.
- Ehh…
Entonces, ¿Te llamás Jess? – Le dijo a la chica, y ella lo miró mortalmente
seria.
Finalmente, se decidió a abrir.
Matt y Sally entraron a la habitación, algo sorprendidos de
que fuera tan fácil. Creyeron que si se habían llevado a Jess, era porque
sabían que el gobierno la buscaba, pero no se trataba de eso. Albert bajó
discretamente.
- Me
sorprende – Dijo Kevin antes de que ningún otro pudiera hablar. – Que ustedes
no sean Buscadores y aún así estén interesados en Jess. – Cuando dijo el nombre
la señaló con la cabeza.
Cómo ni Matt, ni Sally, y ni siquiera Jess sabía lo que eran
los Buscadores, nadie entendió lo que había querido decir.
- Si no la
tienen con ustedes a causa de su alma pura, es porque quieren entregarla al
gobierno. – Volvió a hablar el terreno.
- ¿¡Mi
Qué!? – Exclamó Jess, pero nadie le hizo caso.
- No nos
vengas con cuentos- Dijo Matt. – Lo que vos querés es entregarla, ¿Para qué la
querrías si no?
- Díganmelo
ustedes. – Replicó Kevin.
Matt no podía contarle toda la historia, así que se quedó
callado.
- Esperen,
¿Qué era lo que estabas diciendo de mi alma? – Preguntó Jess.
- No le
hagas caso, Jess, te está engañando, acordate de lo que pasó con Amelie. – Le
previno Matt.
- ¡No estoy
engañando a nadie! – Saltó Kevin. – Y sí no sabés que Jess tiene el alma pura,
entonces ni siquiera sabés cuán importante es ella.
Matt lanzó una risotada.
- La
conocés desde el mediodía, no sos el más indicado para opinar sobre ella.
- Soy más
indicado que vos, eso es seguro.
- ¡Se
callan! – Exclamó Jess. Los dos dejaron de discutir para mirarla y reinaron
unos segundos de silencio. – Matt – Dijo, dirigiéndose al rubio.- ¿No te parece
que yo tengo derecho para elegir si quiero saber lo que Kevin me quiere decir?
Matt la miró un rato, atónito.
- No puedo
leer los pensamientos de Kevin.- Explicó. Kevin esbozó una mueca de sorpresa. –
Ni tampoco pude leer los pensamientos de los otros que llevaban capas.
Normalmente no puedo saber nada de lo que se trata de mí, así que si los
pensamientos de Kevin están bloqueados en lo que a mí respecta, significa que
sabe algo sobre mí, algo importante.
Hizo otra pausa y ahora se dirigió a Kevin.
- ¿Podrías
explicarme que significa eso de que tengo el alma pura?
Kevin suspiró.
-
Siéntense. – les ordeno el terreno a Sally y a Matt. – Tal vez me tarde un
rato.
Como no había otro lugar para sentarse, Matt y Sally se
sentaron al borde de la única cama que había.
- Yo, y
todos los que estábamos usando capas, pertenecemos a la religión de los Buscadores.
– Volvió a tomar aire.- Lo que nosotros “buscamos” es saber qué es lo que
sucede después de la muerte mientras todavía estemos vivos. Sin embargo, hay
muchas teorías y muchas ramas de esta religión, algunas de las cuales su
objetivo es solo romper un par de leyes de la naturaleza. Es una cultura que
existe desde hace muchísimo tiempo, y nació aquí, en Mágistral.
A Matt ya le estaba haciendo mala espina que ese desconocido
venerara tanto una religión que había nacido en Mágistral.
- Algo que
todos los Buscadores saben, y deben saber (Más allá de cual sea su objetivo),
es aprender a ver las almas y sus impurezas. Todos tenemos almas, y lo normal
es que todos tengamos impurezas. El alma es la energía que genera un cuerpo
cuando está vivo. Es la chispa que hace que una pila de órganos y carne tenga
la fuerza para funcionar. A medida que una persona vive y van sucediendo cosas
en su vida, esta chispa se hace cada vez más impura, hasta que en un momento su
brillo se apaga, y la persona muere.
>> Nosotros creemos que, por ejemplo, si alguien te
atraviesa el cuerpo con un cuchillo, no mueres a causa de esa acción, si no que
la visión y el dolor que te produce sentir que algo te atraviesa el cuerpo te
genera tanto trauma que tu alma termina de impurificarse. Se cree que, saber lo
que sucede después de la muerte es algo tan traumante y tan incompatible con
nuestro cuerpo y cerebro racional, que mueres al instante de descubrirlo. Por
eso los Buscadores buscamos la forma de purificar nuestra alma, aunque
generalmente es algo muy complicado y rara vez se obtiene un buen resultado. Lo
que pasó alguna vez en tu vida, te marca para siempre y no se puede volver el
tiempo atrás para sanar las heridas de nuestra alma. Por eso se dice que; así
como la filosofía de Foggia es la pasión, la de País Ven la libertad, y la de
Terra lo es la vida; Para Mágistral los más importante es la pureza.
- Perdón. – Interrumpió Matt. –
Pero ¿no se supone que cuando habla de pureza se refiere a la pureza de sangre?
¿No es esa acaso la filosofía de este país, el orgullo de haber nacido de una
familia que es puramente de Mágistral?
- Esa es
una interpretación errónea. Es una excusa que usa el gobierno para que se crea
que las cosas siempre fueron así, y que está bien discriminar a los
extranjeros. Pero con pureza, en realidad se refieren a la pureza del alma.
Antiguamente, la religión de los Buscadores estaba muy difundida en Mágistral,
era su principal cultura. Se dice que en la Mansión Azul hay un montón de
monumentos históricos relacionados con la cultura de los Buscadores.
Por un momento se quedaron callados, asimilando todo lo que
acaban de descubrir. A Jess no le parecía un buen indicio que toda esa
información esté bloqueada para ella.
- Entonces…
¿Yo tengo el alma pura?- Tanteó Jess con voz de incredulidad.
Kevin carraspeó.
- No es
normal que alguien tenga el alma pura. O al menos totalmente. Pero sí hay
casos, yo me encontré con varios a lo largo de mi vida. Es común, por ejemplo,
que los niños tengan el alma más pura que los adultos, ya que tuvieron menos
experiencia, no tuvieron que pasar por muchos momentos dolorosos. Pero a la
larga, toda alma sucumbe a la imperfección. Las personas que tienen el alma
pura, no suelen ser personas normales. Mucha gente que la tiene, padece al
mismo tiempo de una enfermedad a nivel cerebral, o en el desarrollo; de esa
manera la persona conserva una mente de niño por el resto de su vida. Las
personas infradotadas o con algún síndrome suelen tener el alma pura. Ahora,
una persona superdotada, con mucha inteligencia, está condenada a padecer de
los errores de su propia alma. Uno puede también conservar el alma pura por
diversos medios, intentando vivir una vida saludable, alejándote de lo que te
hace daño. Otro caso de alma pura, son los animales, aunque la energía que
despiden los animales es de por sí completamente diferente a la de los humanos,
pero, invariablemente ésta energía es pura.
Estaba hablando con un tono de voz que sonaba completamente
neutral y sin rastro de emoción, como si lo recordara de algún libro, o
estuviera harto de repetir siempre las mismas palabras. Pero entonces, volvió a
fijar su vista en Jess.
- Jess, tu
aura es intachablemente blanca, como el resto de tu cuerpo, cómo si jamás
hubiese sucedido nada en tu vida. Es algo completamente antinatural, pero
conseguiste lo que muchos Buscadores sueñan. De hecho, la mayoría de la gente
que consigue tener el alma pura, no sabe nada acerca de los Buscadores. – Lo
último lo dijo negando con la cabeza, como si estuviera decepcionado.
- Entonces…
¿Soy inmortal? – Preguntó Jess.
- Nada es
inmortal. Solo tienes el alma pura, pero puede contaminarse en cualquier
momento. Nada es confiable cuando se trata de vida o muerte. – Suspiró, y Jess
también lo hizo, un poco perturbada por toda la información que acababa de
recibir. – Ehh… perdón por llevarte así hasta acá, sin explicarte nada. –
Agregó Kevin torpemente. – Es que no me llevo bien con los demás Buscadores, y
bueno, a los ojos de ellos vos eras carne fresca.
- También
lo era a tus ojos.- Lo Atajó Matt.
Sally dejó escapar una risa.
- Tiene
razón.
-
Agradezcan que haya sido yo. Probablemente, cualquier otro la habría entregado.
- ¿Cuál es
la diferencia? ¿Por qué vos no vas a hacerlo? – Le preguntó Matt.
- ¡Mierda!
¡Cómo si alguien que tiene el alma pura pudiera haber cometido algún delito
como para que lo busque el gobierno! – Saltó Kevin, como si la pregunta de Matt
lo indignara. - ¡Tal vez algunos se hagan los boludos, pero yo no! ¡Ya me mandé
cagadas en el pasado, ya es hora de que haga las cosas bien!
- Ok,
calmate, no es para tanto. – Lo frenó Matt, cómo si no se lo tomara en serio.
Pero en el fondo, sopesó muy cuidadosamente las palabras de Kevin.
Kevin era una persona que se enojaba muy fácilmente, siempre
lo había sido. Pero en los últimos tiempos había aprendido, más o menos, a
controlar su genio. Así que en vez de responderle a Matt, decidió hacer como
que no lo había escuchado.
- ¿Por qué
no te llevás bien con los otros Buscadores? – Le preguntó Jess.
Kevin se levantó de hombros.
- Problemas
de asociaciones. – Como Jess no había entendido lo que quiso decir con eso, se
explicó. – Los Buscadores tienden a trabajar juntos. Muchas veces intenté
hacerlo con ellos, pero mis opiniones diferentes generaban fuertes disputas…
Bueno, en general, era yo el que comenzaba las peleas. Algunos de esos tipos me
sacaban de quicio. – Miró a Jess y le sonrió, cómo si hablara con un niño cuya
presencia le causaba ternura. Luego, volvió a poner una expresión seria.- No sé
si escuché bien, pero… ¿no le habías dicho a tu amigo que podías leer los
pensamientos de las personas?
Jess asintió levemente.
- No solo
los pensamientos, puedo saber lo que pasó y lo que está pasando en cualquier
lugar. Puedo saberlo casi todo, pero no puedo saber nada sobre mí. Hace un
tiempo atrás desperté en un lugar en el cual había estado encerrada, y me
escapé, pero no recuerdo nada de mi vida anterior a eso.
Kevin la miró, muy sorprendido. Con su mente de científico,
jamás había creído que una persona con semejantes capacidades podía existir, y
mucho menos que alguien tan informado del mundo poseyera un alma pura.
Matt y Sally se quedaron charlando con Kevin sobre las
posibles razones por la cuales Jess era buscada por el gobierno. Kevin opinaba
que había una organización secreta de Buscadores en el gobierno, y que también
estaban interesados en el alma pura de la chica, y les recordó que ese era un
don muy poco habitual y que llamaba la atención de cualquier Buscador. Matt
opinaba que Mágistral era un país obsesionado con la perfección, y que habían
intentado encontrarla en Jess, y que de alguna forma habían logrado purificar
el alma de la jovencita, aunque en el intento había perdido todos sus recuerdos
y había adquirido esos extraños poderes.
Matt recelaba un poco de Kevin, y se mofaba bastante de él.
Creía que su filosofía era una pérdida de tiempo, y además le causaba gracia
que se enojara tan fácilmente. No se lo podía tomar del todo en serio, pero era
cierto que él les había brindado una información importante, y que además tenía
una habitación en la que, con un poco de suerte, cabrían tres bolsas de dormir.
Matt no sabía que tiempo después se encontraría en esa misma
habitación aprendiendo los principios básicos de la religión de los Buscadores;
y, porqué no, escribiendo un diario.