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Procuren no chocarse con la luna!

martes, 24 de abril de 2012

Utopías: Cap 6 "Los Buscadores"


Hace dos años, la capital.
Jess, Sally y Matt estaban viajando otra vez. Estaban, por así decirlo, volviendo sobre sus propios pasos. Estaban yendo a la capital, que era casi lo más al sur que se encontraba en Mágistral, sin contar los desiertos despoblados ni las villas terrenas.
Se encontraban en el último vagón del tren, y estaban solos. Jess se había sacado los lentes, y Sally la observaba descaradamente, mientras que Matt miraba por la ventana.
Cuando Jess se percató de la mirada de Sally, se sobresaltó un poco.
            - ¿Qué pasa?
            - ¿Para qué me preguntás? ¿No podés saberlo?
Jess frunció los labios.
            - Si te pregunto es porque quiero que me contestes. No me es fácil leer los pensamientos de la gente cuando se tratan de mí. Estoy segura de que se los dije.
            - ¿Pero entonces no podés saber nada de la gente cuando está pensando en vos? ¿Por qué pasa eso?
            - No es que no puedo saber nada, a veces sí. Solo que en algunas ocasiones, ocurren huecos en mis poderes, y casualmente se dan cuando lo que quiero averiguar se trata de mí. Y no sé porque pasa, y creo que no lo sé porque, precisamente, es algo en lo que estoy involucrada.
Sally se la quedó mirando unos segundos como si procesara lo que acababa de decir.
            - En fin, me preguntaba si realmente eras capaz de ver con esos ojos. Me es difícil de creer.
            - Si, yo también me lo pregunto. No estoy completamente segura de si veo como las demás personas, o simplemente sé cómo son las cosas gracias a mi omnisciencia.
Sally no supo que agregar. Paso un largo rato en el que nadie dijo nada.
Matt estaba un poco adormilado, mirando hacia el exterior con cierto desdén. Cuando vio que se estaban acercando a la estación, se incorporó y anunció:
            - Ya estamos llegando. Jess, ponete los lentes.
Jess no necesitaba que le dijeran cuando ponerse los lentes y cuando no, pero le hizo caso de todos modos.
Sally y Matt recogieron sus respectivas cosas, y apenas el tren se detuvo se dirigieron a la salida.
Cuando bajaron, se dieron cuenta de que esa era la última estación. Y un fuerte deja vu sacudió a Sally y a Matt.
Se encontraban exactamente donde habían empezado. En la calle de enfrente se veía la librería donde Matt iba a leer. Y también podían verse los kilómetros de desierto que los llevaban a las villas terrenas.
Los dos estaban atónitos.
            - No sabía que estábamos viniendo para acá…- Musitó Sally. – Quiero decir, sabía que íbamos para la capital, pero no que íbamos a bajar exactamente acá…
            - Si, yo tampoco. – Murmuró Matt, un poco angustiado. Era tan raro estar tan cerca de casa, y sin embargo…
            - Podemos ir, si quieren. – Dijo Jess, que secretamente estaba esperando irse de aquel lugar. No le gustaba mucho La Capital. – A visitar a sus familias. – Aclaró.
            - No, todavía no. – Dijo Matt con decisión.- Todavía no le compré los remedios a mamá. No vale la pena volver. – Dijo lo último tratando de convencerse a sí mismo, porque sospechaba que, si volvían, no tendría las fuerzas para volver a irse.
            - Y entonces… ¿A dónde vamos? – Inquirió Sally.
            - Antes que nada, hay que buscar un lugar dónde pasar la noche. – Respondió Matt, y subiéndose la mochila al hombro comenzó a caminar, las otras dos no tardaron en seguirlo.
La Capital era, obviamente, uno de los lugares más pintorescos de Mágistral.
Habían bastantes plazas, y una gran cantidad de edificios, pero también había mucha gente. Al norte de La Capital se encontraba la Mansión Azul, lugar donde vivía la presidenta.
Cómo La Capital era grande, caminaron bastante. A un punto de su caminata, comenzaron a encontrarse con grupos de personas extrañas. Todas estaban vestidas con capas oscuras hasta el piso, y algunos llevaban un símbolo extraño pintado de rojo.
            - ¿Quiénes son éstos raros? – Le preguntó Sally a Jess con un dejo despectivo.
Jess no respondió, porque no sabía que contestar. Se había presentado otras de sus lagunas, y no podía saber nada de aquellas personas tan insólitas.
A medida de que los tres seguían caminando, los de las capas parecían darse cuenta de su presencia, porque algunos se daban vuelta para mirarlos; Incluso se codeaban los unos a los otros y los señalaban.
            - ¿Por qué nos miran así? – Preguntó Matt, con un mal presentimiento. Jess estaba perfectamente oculta bajo su capucha y sus lentes, y nadie debería percatarse de su identidad tan fácilmente.
La situación era tan extraña, que los tres se detuvieron, a la espera de que alguien les explicara lo que estaba ocurriendo. Por unos minutos, el aire se sintió tenso. Matt, Jess y Sally eran observados por las personas encapuchadas, pero nadie se acercaba a hablarles, ni siquiera esbozaban otro gesto que el de ese análisis neutral. Los chicos tampoco atinaban a hacer nada.
De a poco, los encapuchados parecieron reaccionar, y algunos se fueron acercando.
Pero en ese momento, uno de los del grupo de las capas se abrió paso entre los demás de manera brusca.
            - ¡Ella es mía, imbéciles! – Exclamó. Uno de los que los acompañaba parecía querer hacerlo entrar en razón, pero él, en vez de escuchar, se echó a correr en dirección de Jess. La tomó del brazo con tanta determinación que ni Jess ni sus amigos atinaron a hacer nada, y la obligó a correr con él hacia una dirección desconocida.
Algunos de los encapuchados intentaron perseguirlos, otros decidieron alejarse del lugar. Matt y Sally estaban tan sorprendidos que no reaccionaron hasta que todos los extraños se habían ido.


El desconocido arrastró a Jess hasta algo que parecía un bar. Jess no se resistió, aunque probablemente podría haberse zafado si hubiera querido. Pero tenía intriga por esa persona a la cual no le podía leer los pensamientos.
Cuando llegaron al bar (que estaba vacío) el desconocido se calmó un poco. Soltó a Jess y se dedicó a recuperar el aire.
Jess se dio cuenta de que era un Terreno: Tenía la piel morena, la nariz algo alargada y ligeramente quebrada, los ojos oscuros como la noche. El pelo lo tenía un poco más largo de normal, casi le rozaba los hombros. Era relativamente joven, como mucho, aparentaba unos veinti-pocos.
            - ¡Eh, Kevin! ¿Esos vienen con vos? – Exclamó el cantinero, señalando por detrás de las vidrieras.
El joven miró para aquella dirección, y se dio cuenta que algunos de los encapuchados los habían estado siguiendo.
            - ¡No! – Respondió Kevin. - ¡No, no vienen conmigo! – Y rápidamente se dirigió hacia unas escaleras que llevaban al piso superior. – ¡No dejes que suban! – le dijo al cantinero unos segundos antes de subir.
Pero al rato volvió sobre sus pasos.
            - ¡Vení! – La apuró a Jess, como si fuera una tonta por quedarse ahí parada. - ¡Dale, rápido!
El chico volvió a subir, y Jess miró al cantinero como si esperase que al menos sus pensamientos le diesen una explicación.
Pero el cantinero se encogió de hombros.
            - Va a ser mejor que subas. – Se limitó a decir.
Jess decidió obedecer. Subió las escaleras y vio que la parte de arriba de aquel bar era una especie de hotel, cuyos cuartos eran administrados por el cantinero.
Kevin la llamaba desde el interior de unas de las puertas. Jess dudó, pero al final decidió que si se encontraba en peligro, siempre encontraría la forma de escapar. Así que se acercó a aquel desconocido encapuchado que al parecer se llamaba Kevin.
Una vez que Jess entró a la habitación, Kevin cerró la puerta. El cuarto consistía de una cama de una plaza (aunque había espacio para una más), un escritorio lleno de utensilios extraños que daban idea a un laboratorio, y el acceso a un baño. También había un ventilador de techo, que parecía un poco viejo y daba sensación de que se iba a caer en cualquier momento, y el piso estaba recubierto por una alfombra verde oscura que estaba un poco despegada en algunos costados. Lo poco que se veía del baño, no parecía muy higiénico.
            - Sos albina. – Dijo Kevin. – Guau, a simple vista se nota que sos diferente.
Hasta ese entonces, Jess no se había dado cuenta de que se le había resbalado la capucha. Se asustó mucho, porque hasta ese momento creía que al menos tenía la ventaja del anonimato, pero ahora que Kevin conocía uno de sus rasgos más extraños seguro no tardaría en entregarla al gobierno.
            - Te veo cara conocida…- Murmuró Kevin, frunciendo los labios.- … ¿Te puedo ver sin los lentes…?
Y acercó la mano para quitarle los anteojos, pero Jess le atajó el brazo en un movimiento limpio.
A Kevin le sorprendió ese gesto, y por un momento creyó que se encontraba ante alguien mucho más poderoso de lo que él creía. Lo que Kevin no sabía era que, detrás de los lentes, la expresión de Jess delataba un terror absoluto.
Se quedaron en esa posición un rato, y Kevin aprovechó para escrutarle el rostro. Y obviamente, se dio cuenta.
            - Te busca el gobierno. – Dijo, y entonces comprendió.
Jess entró en crisis. Pensó en salir corriendo, pensó en arrodillarse y rogarle que no la entregara, pensó en lo idiota que había sido por dejarse llevar por un tipo del cual no sabía nada, pero a pesar de todo eso no cambió su expresión ni exteriorizó sus pensamientos.
Kevin, de alguna manera, se dio cuenta.
            - No te preocupes, no te voy a entregar. – Murmuró. – Tampoco Albert, el cantinero. Lo conozco hace unos años, es de confianza.
Eso a Jess no la relajaba demasiado, pero pensó que lo mejor era no decir nada.
Intentaba ordenar su mente, pensar qué era lo que podía hacer, y recordar cómo era que se había metido en esa situación, pero la presencia de Kevin le daba un hueco a sus pensamientos. Al parecer él y el resto de los encapuchados, de alguna manera se las habían arreglado para ser inmune a los poderes de Jess.
Pero Kevin ni se hacía la idea de las cosas que pasaban por el cerebro de Jess. Kevin siempre había sido bastante egoísta, y aunque en ocasiones luchaba contra a aquél defecto, le era difícil ponerse en el lugar de los demás y pensar en algo más que en él.
En el momento que Jess menos lo esperaba, la abrazó. Se quedó helada.
            - No creí que iba a volver a encontrar a alguien como vos…- Se limitó a decir.
Jess sintió una sensación muy extraña. Nunca antes había estado así de próxima hacia una persona. Sintió vergüenza, más que nada, pero también era agradable sentir el tacto de otra persona. Le sorprendió mucho que alguien quisiera abrazarla de esa manera tan espontánea, no creía que esas manifestaciones de cariño eran válidas para ella. A estas alturas, se consideraba cualquier cosa menos humana.
En algún momento su cerebro se dio cuenta de la absurda situación. Recordó la reacción que solían tener las adolescentes cuando un extraño se les acercaba más de lo debido, y supo que debía actuar de alguna manera.
            - ¡Pará! – Exclamó, luego de un rato, deshaciendo el abrazo bruscamente. Fue la primera vez que Kevin escuchaba su voz, y se sobresaltó un poco. - ¿Qué te pasa? ¡Ni siquiera te conozco! ¡No sé para que me trajiste acá, no sé quién sos!
El chico tardó en reaccionar.
            - Ehh… bueno, yo soy Kevin. – Contestó torpemente.
            - ¡Eso ya lo sabía! – Se exasperó Jess.
Kevin iba a decir algo más, pero entonces escucha que golpean la puerta.
            - ¿Qué pasa? – Exclamó.
            - ¡Abrinos! – Ordenó una voz. - ¡Sabemos que Jess está con vos!
Kevin no sabía quién era, pero Jess reconoció la voz de Matt.
            - Perdoná, Kevin. – Ahora era la voz de Albert la que se escuchaba. – Pero éstos dos dicen conocer a la chica… creí que no te importaba si los dejaba pasar, después de todo no son Buscadores.
Kevin lo pensó un momento.
            - Ehh… Entonces, ¿Te llamás Jess? – Le dijo a la chica, y ella lo miró mortalmente seria.
Finalmente, se decidió a abrir.
Matt y Sally entraron a la habitación, algo sorprendidos de que fuera tan fácil. Creyeron que si se habían llevado a Jess, era porque sabían que el gobierno la buscaba, pero no se trataba de eso. Albert bajó discretamente.
            - Me sorprende – Dijo Kevin antes de que ningún otro pudiera hablar. – Que ustedes no sean Buscadores y aún así estén interesados en Jess. – Cuando dijo el nombre la señaló con la cabeza.
Cómo ni Matt, ni Sally, y ni siquiera Jess sabía lo que eran los Buscadores, nadie entendió lo que había querido decir.
            - Si no la tienen con ustedes a causa de su alma pura, es porque quieren entregarla al gobierno. – Volvió a hablar el terreno.
            - ¿¡Mi Qué!? – Exclamó Jess, pero nadie le hizo caso.
            - No nos vengas con cuentos- Dijo Matt. – Lo que vos querés es entregarla, ¿Para qué la querrías si no?
            - Díganmelo ustedes. – Replicó Kevin.
Matt no podía contarle toda la historia, así que se quedó callado.
            - Esperen, ¿Qué era lo que estabas diciendo de mi alma? – Preguntó Jess.
            - No le hagas caso, Jess, te está engañando, acordate de lo que pasó con Amelie. – Le previno Matt.
            - ¡No estoy engañando a nadie! – Saltó Kevin. – Y sí no sabés que Jess tiene el alma pura, entonces ni siquiera sabés cuán importante es ella.
Matt lanzó una risotada.
            - La conocés desde el mediodía, no sos el más indicado para opinar sobre ella.
            - Soy más indicado que vos, eso es seguro.
            - ¡Se callan! – Exclamó Jess. Los dos dejaron de discutir para mirarla y reinaron unos segundos de silencio. – Matt – Dijo, dirigiéndose al rubio.- ¿No te parece que yo tengo derecho para elegir si quiero saber lo que Kevin me quiere decir?
Matt la miró un rato, atónito.
            - No puedo leer los pensamientos de Kevin.- Explicó. Kevin esbozó una mueca de sorpresa. – Ni tampoco pude leer los pensamientos de los otros que llevaban capas. Normalmente no puedo saber nada de lo que se trata de mí, así que si los pensamientos de Kevin están bloqueados en lo que a mí respecta, significa que sabe algo sobre mí, algo importante.
Hizo otra pausa y ahora se dirigió a Kevin.
            - ¿Podrías explicarme que significa eso de que tengo el alma pura?
Kevin suspiró.
            - Siéntense. – les ordeno el terreno a Sally y a Matt. – Tal vez me tarde un rato.
Como no había otro lugar para sentarse, Matt y Sally se sentaron al borde de la única cama que había.
            - Yo, y todos los que estábamos usando capas, pertenecemos a la religión de los Buscadores. – Volvió a tomar aire.- Lo que nosotros “buscamos” es saber qué es lo que sucede después de la muerte mientras todavía estemos vivos. Sin embargo, hay muchas teorías y muchas ramas de esta religión, algunas de las cuales su objetivo es solo romper un par de leyes de la naturaleza. Es una cultura que existe desde hace muchísimo tiempo, y nació aquí, en Mágistral.
A Matt ya le estaba haciendo mala espina que ese desconocido venerara tanto una religión que había nacido en Mágistral.
            - Algo que todos los Buscadores saben, y deben saber (Más allá de cual sea su objetivo), es aprender a ver las almas y sus impurezas. Todos tenemos almas, y lo normal es que todos tengamos impurezas. El alma es la energía que genera un cuerpo cuando está vivo. Es la chispa que hace que una pila de órganos y carne tenga la fuerza para funcionar. A medida que una persona vive y van sucediendo cosas en su vida, esta chispa se hace cada vez más impura, hasta que en un momento su brillo se apaga, y la persona muere.
>> Nosotros creemos que, por ejemplo, si alguien te atraviesa el cuerpo con un cuchillo, no mueres a causa de esa acción, si no que la visión y el dolor que te produce sentir que algo te atraviesa el cuerpo te genera tanto trauma que tu alma termina de impurificarse. Se cree que, saber lo que sucede después de la muerte es algo tan traumante y tan incompatible con nuestro cuerpo y cerebro racional, que mueres al instante de descubrirlo. Por eso los Buscadores buscamos la forma de purificar nuestra alma, aunque generalmente es algo muy complicado y rara vez se obtiene un buen resultado. Lo que pasó alguna vez en tu vida, te marca para siempre y no se puede volver el tiempo atrás para sanar las heridas de nuestra alma. Por eso se dice que; así como la filosofía de Foggia es la pasión, la de País Ven la libertad, y la de Terra lo es la vida; Para Mágistral los más importante es la pureza.
- Perdón. – Interrumpió Matt. – Pero ¿no se supone que cuando habla de pureza se refiere a la pureza de sangre? ¿No es esa acaso la filosofía de este país, el orgullo de haber nacido de una familia que es puramente de Mágistral?
            - Esa es una interpretación errónea. Es una excusa que usa el gobierno para que se crea que las cosas siempre fueron así, y que está bien discriminar a los extranjeros. Pero con pureza, en realidad se refieren a la pureza del alma. Antiguamente, la religión de los Buscadores estaba muy difundida en Mágistral, era su principal cultura. Se dice que en la Mansión Azul hay un montón de monumentos históricos relacionados con la cultura de los Buscadores.
Por un momento se quedaron callados, asimilando todo lo que acaban de descubrir. A Jess no le parecía un buen indicio que toda esa información esté bloqueada para ella.
            - Entonces… ¿Yo tengo el alma pura?- Tanteó Jess con voz de incredulidad.
Kevin carraspeó.
            - No es normal que alguien tenga el alma pura. O al menos totalmente. Pero sí hay casos, yo me encontré con varios a lo largo de mi vida. Es común, por ejemplo, que los niños tengan el alma más pura que los adultos, ya que tuvieron menos experiencia, no tuvieron que pasar por muchos momentos dolorosos. Pero a la larga, toda alma sucumbe a la imperfección. Las personas que tienen el alma pura, no suelen ser personas normales. Mucha gente que la tiene, padece al mismo tiempo de una enfermedad a nivel cerebral, o en el desarrollo; de esa manera la persona conserva una mente de niño por el resto de su vida. Las personas infradotadas o con algún síndrome suelen tener el alma pura. Ahora, una persona superdotada, con mucha inteligencia, está condenada a padecer de los errores de su propia alma. Uno puede también conservar el alma pura por diversos medios, intentando vivir una vida saludable, alejándote de lo que te hace daño. Otro caso de alma pura, son los animales, aunque la energía que despiden los animales es de por sí completamente diferente a la de los humanos, pero, invariablemente ésta energía es pura.
Estaba hablando con un tono de voz que sonaba completamente neutral y sin rastro de emoción, como si lo recordara de algún libro, o estuviera harto de repetir siempre las mismas palabras. Pero entonces, volvió a fijar su vista en Jess.
            - Jess, tu aura es intachablemente blanca, como el resto de tu cuerpo, cómo si jamás hubiese sucedido nada en tu vida. Es algo completamente antinatural, pero conseguiste lo que muchos Buscadores sueñan. De hecho, la mayoría de la gente que consigue tener el alma pura, no sabe nada acerca de los Buscadores. – Lo último lo dijo negando con la cabeza, como si estuviera decepcionado.
            - Entonces… ¿Soy inmortal? – Preguntó Jess.
            - Nada es inmortal. Solo tienes el alma pura, pero puede contaminarse en cualquier momento. Nada es confiable cuando se trata de vida o muerte. – Suspiró, y Jess también lo hizo, un poco perturbada por toda la información que acababa de recibir. – Ehh… perdón por llevarte así hasta acá, sin explicarte nada. – Agregó Kevin torpemente. – Es que no me llevo bien con los demás Buscadores, y bueno, a los ojos de ellos vos eras carne fresca.
            - También lo era a tus ojos.- Lo Atajó Matt.
Sally dejó escapar una risa.
            - Tiene razón.
            - Agradezcan que haya sido yo. Probablemente, cualquier otro la habría entregado.
            - ¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué vos no vas a hacerlo? – Le preguntó Matt.
            - ¡Mierda! ¡Cómo si alguien que tiene el alma pura pudiera haber cometido algún delito como para que lo busque el gobierno! – Saltó Kevin, como si la pregunta de Matt lo indignara. - ¡Tal vez algunos se hagan los boludos, pero yo no! ¡Ya me mandé cagadas en el pasado, ya es hora de que haga las cosas bien!
            - Ok, calmate, no es para tanto. – Lo frenó Matt, cómo si no se lo tomara en serio. Pero en el fondo, sopesó muy cuidadosamente las palabras de Kevin.
Kevin era una persona que se enojaba muy fácilmente, siempre lo había sido. Pero en los últimos tiempos había aprendido, más o menos, a controlar su genio. Así que en vez de responderle a Matt, decidió hacer como que no lo había escuchado.
            - ¿Por qué no te llevás bien con los otros Buscadores? – Le preguntó Jess.
Kevin se levantó de hombros.
            - Problemas de asociaciones. – Como Jess no había entendido lo que quiso decir con eso, se explicó. – Los Buscadores tienden a trabajar juntos. Muchas veces intenté hacerlo con ellos, pero mis opiniones diferentes generaban fuertes disputas… Bueno, en general, era yo el que comenzaba las peleas. Algunos de esos tipos me sacaban de quicio. – Miró a Jess y le sonrió, cómo si hablara con un niño cuya presencia le causaba ternura. Luego, volvió a poner una expresión seria.- No sé si escuché bien, pero… ¿no le habías dicho a tu amigo que podías leer los pensamientos de las personas?
Jess asintió levemente.
            - No solo los pensamientos, puedo saber lo que pasó y lo que está pasando en cualquier lugar. Puedo saberlo casi todo, pero no puedo saber nada sobre mí. Hace un tiempo atrás desperté en un lugar en el cual había estado encerrada, y me escapé, pero no recuerdo nada de mi vida anterior a eso.
Kevin la miró, muy sorprendido. Con su mente de científico, jamás había creído que una persona con semejantes capacidades podía existir, y mucho menos que alguien tan informado del mundo poseyera un alma pura.
Matt y Sally se quedaron charlando con Kevin sobre las posibles razones por la cuales Jess era buscada por el gobierno. Kevin opinaba que había una organización secreta de Buscadores en el gobierno, y que también estaban interesados en el alma pura de la chica, y les recordó que ese era un don muy poco habitual y que llamaba la atención de cualquier Buscador. Matt opinaba que Mágistral era un país obsesionado con la perfección, y que habían intentado encontrarla en Jess, y que de alguna forma habían logrado purificar el alma de la jovencita, aunque en el intento había perdido todos sus recuerdos y había adquirido esos extraños poderes.
Matt recelaba un poco de Kevin, y se mofaba bastante de él. Creía que su filosofía era una pérdida de tiempo, y además le causaba gracia que se enojara tan fácilmente. No se lo podía tomar del todo en serio, pero era cierto que él les había brindado una información importante, y que además tenía una habitación en la que, con un poco de suerte, cabrían tres bolsas de dormir.
Matt no sabía que tiempo después se encontraría en esa misma habitación aprendiendo los principios básicos de la religión de los Buscadores; y, porqué no, escribiendo un diario.