En aquellos tiempos, Foggia solo estaba poblada por indios nativos. Fue un país que tardó mucho en modernizarse. Todos estos indios tenían costumbres muy primitivas, pero al mismo tiempo, muy queridas, y no encontraban razón para abandonarlas.
Un día, una pequeña indiecita se levantó enferma, y fue a ver a su abuela.
La señora; una mujer alta y canosa, llena de arrugas, pero aún así fuerte y ágil; era conocida como unas de las más sabias de la región. De hecho, todos los ancianos lo eran, ya que eran los únicos que conocían todas las viejas historias.
La mujer le tocó la frente, que ardía en fiebre, le abrió los ojos y observó sus pupilas.
La indiecita le preguntó que ocurría, y la anciana dictaminó que estaba poseída por los malos espíritus.
Acto seguido la agarró fuerte del brazo y la llevó a una especie de cubículo pequeño, hecho de madera y lleno de decoraciones. Parecía una tumba.
La anciana le dijo que no se preocupara, que solo era un purificador, para eliminar a los malos espíritus. Que debía quedarse ahí durante un buen rato, hasta que los espíritus hayan abandonado completamente su cuerpo. La niña entró, y la señora la encerró con un extraño mecanismo de candado.
Pasaron un par de horas hasta que la abuela regresó. Abrió la puerta lentamente, y luego pegó un grito de horror. La puerta, en la parte de adentro estaba rasgada, y la niña se encontraba muerta.
No. Los espíritus acabaron con su cuerpo. Fue demasiado tarde.
Pensó la anciana, y fue corriendo a avisarle a los demás.
“¡Los malos espíritus están sueltos! – Gritó- ¡Abandonaron el cuerpo de la niña, y ahora van tras nosotros!”
Todos se asustaron y fueron corriendo a los purificadores para protegerse.
Eso fue, principalmente, lo que hizo que la población de Foggia se redujera hasta casi la mitad.
Es que la primitiva tecnología de aquel país jamás había descubierto que, dentro de los purificadores, el aire se agotaba en tan solo 5 minutos.
Pero, por eso, es un país hermoso. – Pensaba el niño que leía la historia. - Porque siguieron sus culturas hasta morirse. Porque nada debe ser más hermoso que morirse por amar tanto a tu país.
Un día, una pequeña indiecita se levantó enferma, y fue a ver a su abuela.
La señora; una mujer alta y canosa, llena de arrugas, pero aún así fuerte y ágil; era conocida como unas de las más sabias de la región. De hecho, todos los ancianos lo eran, ya que eran los únicos que conocían todas las viejas historias.
La mujer le tocó la frente, que ardía en fiebre, le abrió los ojos y observó sus pupilas.
La indiecita le preguntó que ocurría, y la anciana dictaminó que estaba poseída por los malos espíritus.
Acto seguido la agarró fuerte del brazo y la llevó a una especie de cubículo pequeño, hecho de madera y lleno de decoraciones. Parecía una tumba.
La anciana le dijo que no se preocupara, que solo era un purificador, para eliminar a los malos espíritus. Que debía quedarse ahí durante un buen rato, hasta que los espíritus hayan abandonado completamente su cuerpo. La niña entró, y la señora la encerró con un extraño mecanismo de candado.
Pasaron un par de horas hasta que la abuela regresó. Abrió la puerta lentamente, y luego pegó un grito de horror. La puerta, en la parte de adentro estaba rasgada, y la niña se encontraba muerta.
No. Los espíritus acabaron con su cuerpo. Fue demasiado tarde.
Pensó la anciana, y fue corriendo a avisarle a los demás.
“¡Los malos espíritus están sueltos! – Gritó- ¡Abandonaron el cuerpo de la niña, y ahora van tras nosotros!”
Todos se asustaron y fueron corriendo a los purificadores para protegerse.
Eso fue, principalmente, lo que hizo que la población de Foggia se redujera hasta casi la mitad.
Es que la primitiva tecnología de aquel país jamás había descubierto que, dentro de los purificadores, el aire se agotaba en tan solo 5 minutos.
Pero, por eso, es un país hermoso. – Pensaba el niño que leía la historia. - Porque siguieron sus culturas hasta morirse. Porque nada debe ser más hermoso que morirse por amar tanto a tu país.