Todo texto aquí visto es pura creación de grillito, alias Azul, alias Fairy, alias la chica astronauta, alias Azul, alias la loca esa

toda imagen aquí vista es pura creación de alguna persona, ecepto grillito, a menos que ella diga lo contrario. Si quieren ver dibujos de ella, vayan a http://lachicamariposa.deviantart.com/

Procuren no chocarse con la luna!

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Orejas de ratón

En la escuela se burlan de mí porque tengo orejas redondas, como la de los ratones.
Todos saben que los ratones son los débiles. Ni siquiera son nuestro alimento: son nuestros juguetes; la mejor manera de entretener a un gato castrado en su vida decadente. Son inútiles, sucios, impresentables.
Yo tampoco soy muy pulcro. Mi pelo gris está siempre alborotado, y no me peino tan seguido como los otros gatos.
Cada vez siento que tengo menos cosas en común con ellos. Son mezquinos, engañosos, interesados. Nadie debería confiar nunca de un gato. Yo jamás lo haré.
Cada día estoy más seguro de que no soy un gato. Jamás jugaría con una presa, y menos con un ratón. Sé que se siente ser la presa.
En la escuela de gatos nos enseñan cómo caminar sigilosos, cómo seducir a los humanos y a cantar miau miau. En la escuela mis compañeros dicen que yo no tengo derecho a asistir por la forma de mis orejas, y porque mi cola parece un gusano. Yo no digo nada, pero para mis adentros les gruño.
Cómo los odio.  Con sus insultantes y filosas orejas puntiagudas. Se creen mucho con sus cabelleras brillantes y sus colas peludas. Pero son la especie más baja de todo el reino animal, y estoy bastante seguro de no pertenecer allí.
Cuando salgo de la escuela me voy a las cañerías y me encuentro con mis verdaderos amigos. Al otro día aparezco sucio y huelo horrible, pero no me importa. Los otros gatos se tapan las nariz y me gruñen “volvé a tu cloaca, rata”.
Mis papás se preocupan por mí. Me preguntan a dónde estuve, con quiénes me junto. Yo no digo nada. Estoy seguro de que ellos no son mis padres. Solo entre los ratones me siento en familia. Y a veces no puedo evitar pensar en lo fácil que hubiera sido mi vida si mis padres no hubieran intentado inculcarme en una sociedad de gatos. ¿Acaso no ven que soy diferente? ¿No se dan cuenta que no pertenezco a ellos? ¿Por qué me sacaron de mi verdadero hogar?
Una tarde, un gato grande, naranja, muy peludo y muy feo me siguió después de clases y me acorraló en una esquina.
“Así que te gusta jugar a ser la presa, ¿eh?” Maulló mimosamente el gato erizando todos sus largos pelos “vamos a ver qué tal te sale”
Y me lanzó las garras a la cara, desde las orejas hasta los ojos.
Y entonces rugí. Nunca había rugido de esa manera. Lo sentí vibrar en el pecho y en la garganta. Y el gato naranja me miró con ojos grandes de sorpresa. Y con un breve maullido dio media vuelta y se fue corriendo. Y yo no entendía nada.
Esa misma tarde me fui para las alcantarillas a reunirme con las ratas, pero todos huían de mí.
Nunca me sentí tan solo en mi vida. No me querían los ratones, no me querían los gatos. No me quería nadie.
Me fui a un rincón aislado de las cloacas y me acurruqué.
Y entonces me vi en el reflejo de las aguas sucias. Los rasguñones del gato naranja me acomodaron las orejas en su lugar. Ahora sabía que siempre las había llevado dadas vuelta;  y, como me aseaba poco, nunca las tenía correctamente. Ahora se veían erguidas y puntiagudas, como si estuvieran orgullosas de estar por fin en su lugar.
Yo era un gato.

Y nunca iba a poder escapar a ello.

viernes, 19 de julio de 2013

Utopías Cap 10 : El Plan


"-… ¿Está Kevin? – Le preguntamos a Albert sin rodeos, una vez que estuvimos de vuelta en la capital. (Por si no lo recuerdan, Albert es el cantinero que también es el dueño de un par de habitaciones, una de las cuales Kevin alquilaba desde ese entonces) 
Albert es un señor que probablemente no sea tan viejo como aparenta. Es gordo, de poco pelo, y tiene cara de sapo, ni hablar de los dientes que le faltan. Pero es una buena persona, al menos siempre fue muy paciente con Kevin y conmigo, y no se mete en los temas que no le incumben, lo cual yo creo que es una excelente cualidad en cualquier persona.
Ese día, Albert nos miró de arriba abajo, como si intentara recordar quiénes éramos. Detuvo la vista particularmente en Jess, y probablemente se preguntó si esa chica de cabello moreno y mejillas rosadas podría ser misma aparición de pelo blanco que había visto hace unos meses atrás. Pero como digo, Albert no se mete en lo que no le incumbe, así que no hizo verbales sus cuestiones.
- … No estoy seguro de que esté despierto. – Respondió luego de un rato. (Eran las 2 de la tarde)
Nos hizo subir, y luego tocó la puerta de su habitación.
- Kevin… Te buscan.
Escuchamos un débil gemido, y luego de un rato que pareció eterno, entreabrió la puerta. Tenía el pelo mucho más largo que la última vez que le habíamos visto, aparte de que tenía barba de varios días. Llevaba puesto solo un pantalón gris y su cabeza parecía un nido de esos pájaros que tanto ama. Nos dirigió la mirada más desganada que vi en mi vida y luego volvió a cerrar la puerta.
- ¡Eh! ¡No viajamos hasta acá para que nos cierres la puerta en la cara! – Chillé
- ¡Ya sé, carajo! ¡Solamente estoy haciendo un poco de orden! 
Al poco tiempo volvió a abrir la puerta y esta vez nos dejó pasar. Evidentemente, la idea del “orden” para Kevin consistía en hacer una pila con todo el quilombo y acomodarla en los rincones, porque en las esquinas de la habitación podían verse tumultos de ropa hechas un bollo, y de vez en cuando algunos frascos y objetos de medición que utilizaba en su improvisado laboratorio. Nos hicimos un lugar sentándonos en la cama de Kevin. Él se había puesto una camiseta blanca y nos hablaba desde el baño mientras se afeitaba.
- Mierda, no sabía que iban a venir. 
- Lógico, ¿Cómo podías saberlo? – Le dijo Sally muy tranquila. Yo la miraba aguantándome la risa. ¡Era tan fácil sacar de quicio a Kevin! Bueno, todavía lo sigue siendo.
- Tranquilo, no tenés que hacer de cuenta que te importa ser un buen anfitrión.
Salió del baño, ya teniendo un aspecto un poco más presentable, y suspiró.
- Perdonen, es que hace días que ni veo la luz del sol.
- Se nota. – Murmuró Sally.
Nos reímos con descaro. Jess nos miraba con reprobación.
Kevin se desplomó sobre un montón de ropa, usándolo a modo de sillón, tratando de controlar su genio. 
- A ver, chicos… no estamos para bromas. – Dijo mientras se masajeaba las sienes con las manos. – ¿Me pueden decir qué carajos le hicieron?
- ¿Qué? - Murmuramos con Sally al unísono.
- ¡A Jess, obviamente! – Exclamó, exasperado. - ¿Qué le hicieron para que terminara así?
- ¡Nosotros no le hicimos nada! – Saltó Sally a la defensiva.
- ¿Por qué decís que fuimos nosotros?
- Es verdad, ellos no hicieron nada. – Aseguró Jess.
Kevin la miró por unos segundos y luego negó con la cabeza.
- No, ¿saben qué? Esto solo puede significar que le pasó algo malo, y ustedes no hicieron nada para evitarlo.
- ¿Por qué decís eso? – Exclamamos Sally y yo.
Pero Kevin ni nos miró. Tener una conversación lógica con este tipo puede ser difícil. En vez de eso, se dirigió a Jess.
- Jess…  no sé cómo decirte esto…  Tu alma blanca… ya no es más blanca, al igual que tu cuerpo y que todo lo demás. Se impurificó. 
Jess se quedó en silencio, como procesando la información.
- O sea… ¿Qué ahora soy mortal?
Kevin se exasperó.
- ¡Mierda, ¿es que nunca me escuchan?!  Nunca fuiste inmortal, un alma pura se puede impurificar en cualquier momento y eso es exactamente lo que te pasó a vos. Y aún así… Bueno, no me lo esperaba. Para ser pura, tu alma era rara. De hecho, tener el alma pura a tu edad no es algo… Natural.
- Yo no sé cuál es mi edad.
- ¡Ya, es una forma de decir! por tu cuerpo podemos deducir que sos una chica de 15 muy desarrollada, o una de 20 muy pequeña, o alguna de las edades de en medio.
A Sally, por alguna razón, le entró la risa tonta y yo no tardé en contagiarme. Kevin nos ignoró, por supuesto.
- Lo que quiero decir, - Retomó, un poco ofuscado.- Es que, en general, si lograste tener el alma pura a esta edad, no hay razón para que se te impurifique justo ahora. Claro que teniendo en cuenta tu situación… es un poco subjetivo. No sabemos nada de tu pasado… Pero yo supuse que no era algo que se te iba a ir fácilmente. Tu alma tenía brillo peculiar, parecía ser más fuerte que cualquier desgracia…
Se quedó pensativo y nosotros no nos animamos a agregar nada. Reinaron unos segundos de silencio.
- ¿Y bien? – Saltó Kevin, de repente. - ¿No me van a decir qué pasó?
- ¿Qué pasó…? – Inquirí, sin saber a qué se refería.
- ¡No se hagan los desentendidos!  Algo tuvo que haber pasado para que Jess terminara así. Antes de que se forme una impureza en el alma, tiene que haber ocurrido una tragedia, aunque a veces parezca pequeña…
Nos dirigimos miradas mudas, sin que ninguno se atreviera a hablar. Al ver que Jess no parecía querer tomar la iniciativa, decidí hacerlo yo.
- Mi madre… Murió.
Kevin me miró como si sospechara que era una broma.
- ¡En serio! – Me defendí - ¿Te parece que mentiría sobre esto? Es solo que fue en circunstancias muy extrañas… y bueno, parece que a Jess le afectó…
Jess bajó la mirada.
- Pero… No entiendo. – Dijo Kevin. – Jess, ¿No se supone que podés observarlo todo? ¿Por qué te afectaría tanto la muerte de alguien que acabás de conocer, habiendo conocido la historia completa de tantas otras?
- Yo… No quiero hablar de eso. – Murmuró, un poco nerviosa.
- Ok... Tal vez solo sea que fue la primera vez que viste la muerte en vivo y en directo... bah, no sé, no sé como funcionan tus poderes, a decir verdad.
- …Fue la primera vez que lloró.- Dije luego de un rato.
- ¡...Matt! - Me reprochó Jess.
- Por lo menos que ella recuerde. - Pensé que lo mejor que podíamos hacer era contarle todo lo que le había sucedido, por si había alguna forma de ayudar.
Pero Kevin pareció no darle demasiada importancia al comentario. En vez de eso, nos miró a los dos con recelo y luego espetó.
- Ustedes están escondiendo algo.
- ¿¡Qué!? ¡No! - Reaccionamos casi al mismo tiempo. Aún hoy en día, no tengo ni idea de lo que Kevin sospechaba de nosotros. Probablemente, algo muy retorcido.
- Si si, eso hace que me parezcan más confiables todavía. - Dijo con sarcasmo.
- ¡Dios mío, Kevin! Ahora entiendo porqué nadie te soporta. - Solté, un poco incómodo de que nos observara con desconfianza.
- ¡Andate a la mierda! - Exclamó. Ese día Kevin estaba particularmente malhablado.
- No quisiera interrumpir- Dijo entonces Sally (pero era evidente que lo decía con todas las intenciones de interrumpirnos) – Pero me parece que se están olvidando de algo crucial... Ja, y eso que yo no suelo ser la lista.
- ¿Qué cosa? - Preguntó Kevin.
- Jess perdió sus poderes.
La cara de frustración de Kevin se transformó visiblemente en una de asombro y desconcierto.
- ¿… En serio? - Preguntó, mirándola a Jess. Ella asintió levemente con la cabeza. - O sea... ¿que ya no ves nada de lo que veías antes?
- Al principio creí que estaba ciega. - Musitó, con una mueca.
- Pero qué... raro. Es decir... ¿Significa eso que tu condición de alma pura estaba ligada a tus poderes?
- Bueno, tres cosas cambiaron ese día. - Agregué yo. - Su aspecto, y sus poderes. Y ahora sabemos que también su alma se impurificó.
- Eso quiere decir... ¿Que todo lo que eras antes dependía de la pureza de tu alma?
- … Yo sigo siendo la misma persona. Solo que con un aspecto distinto, y mis poderes en realidad no desaparecieron del todo, pero me cuesta muchísimo más acceder a ellos.
- Pero... no entiendo. Es decir, he conocido gente con alma pura en el pasado. Y ninguna de esas personas eran albinas, o tenían poderes sobrenaturales... - Hizo una pausa.- Tal vez... es extraño como tu alma también era blanca, al igual que vos, y ahora que perdiste esa blancura, ella también desapareció de tu alma. Y ya te lo he dicho, tu alma tenía un brillo peculiar. Tal vez no era realmente pura tu alma, si no que simplemente era blanca, porque vos eras blanca... - Lo miramos sin saber que agregar. Kevin hacía demasiadas peroratas sobre cosas de Buscadores, y era lógico que se nos escaparan unas cuantas. En un momento, sacudió la cabeza. - ¡Dios! ¡Lo que estoy diciendo no tiene sentido! Pero en fin, no es que se puedan hacer muchas deducciones lógicas de una albina omnisciente. - Hablaba más para él mismo que para nosotros. En un momento, volvió a dirigirse a Jess. - Perdoná, debió haber sido muy duro... digo, perder tus poderes.
Ella se encogió de hombros.
- Es raro. La verdad, todavía sigo bastante confundida... Me siento bastante estúpida, si he de ser sincera. – Al decir lo último, sonrió.
Kevin rio débilmente. 
- Si, Kevin sabe lo que se siente. - Dije conteniendo la risa. Jess me dio un codazo (aunque estoy seguro de que se estaba riendo también)
Kevin no se daba por aludido, sabía que no le convenía saltar por nuestras bromas. Pero aseguraría que por dentro nos insultaba en todos los idiomas que se le ocurrían. Se incorporó de su montaña de ropa, y exclamó:
- ¡Pero bueno! mejor que estés sin poderes, ¿no? Esa porquería te estaba haciendo mierda el cerebro.
- Si, pero era útil. - Respondió Jess mientras revoleaba los ojos.
- Ahora que tenés la oportunidad, deberías empezar a preocuparte más por vos misma, no por hacer “cosas útiles”
Ella torció la boca.
- Es que… no necesito nada.
Kevin y yo nos agarramos la cabeza como reacción ante aquél estúpido comentario. 
- Jess, tenés que aprender a ser más egoísta. – Le dije.
- ¿¡Pero es que no te das cuenta!? – Exclamó Kevin. – Te busca el gobierno por razones desconocidas y de vez en cuando te agarran ataques vomitivos, ¿Y creés que no necesitás nada?
- … La verdad, lo único que me gustaría ahora es que volvieran mis poderes.
- … ¡Sos una idiota!
- Bueno, que el gobierno dejara de buscarme estaría bueno, que dejaran de darme ataques vomitivos también, pero no sé cómo hacer eso.
- Tal vez… deberíamos investigar al respecto – Dije yo, iluminado por una idea repentina.
Los demás me miraron como si estuviera loco.
- Bueno, no sé. No tenemos nada mejor que hacer, ¿No? Como que necesitamos de un nuevo objetivo.
- Mmm, no sé, ¿no te parece que con intentar mantenernos con vida ya tenemos sufieciente? – Me dijo Sally con ironía. – Muy lindo tu plan, pero ¿Cómo pensás hacerlo, sabelotodo?
Me quedé callado, porque obviamente no tenía la más remota idea. Pero mi plan de tener algo para hacer no era tan malo.
- Es posible que haya una manera de averiguar algo sobre el pasado de Jess. – Dijo entonces Kevin.
- Ah ¿si? ¿Cómo?- Inquirió Sally.
- Bueno, hay muchas formas. No sabemos para qué la busca el gobierno, pero el hecho de que lo haga nos hace suponer que este esté relacionado con su encierro. Tal vez habría que buscar una forma de investigar archivos, y también podríamos revisar diarios antiguos en la biblioteca… Tal vez en ellos haya alguna pista sobre el momento que Jess fue encerrada, o en el que escapó, cualquier cosa puede ser útil… he hecho varias investigaciones, y les aseguro que los diarios viejos son más útiles de lo que creen.
>> Y además… Bueno, a pesar de que Jess siempre pudo saberlo todo, no sabe nada sobre su pasado. Y no solo eso, también hay otros “agujeros” en sus poderes, tal vez eso sea significativo…
- La verdad… yo siempre pensé que era un método de autodefensa. – Interrumpió Jess. – No es fácil enfrentarse a las cosas que tienen que ver con uno, no de un modo completamente omnisciente. Y es posible que lo que me haya pasado en el pasado no pueda recordarlo porque el fondo sé que no me conviene recordarlo.
- A eso quería llegar. – Retomó Kevin. - ¿No me contaste alguna vez que tuviste “agujeros” con cosas que no parecían estar relacionadas con vos?
- Si… Me pasó con vos. No podía leer tu mente. Todavía no puedo, en realidad. Ni la de ninguno de los buscadores. Aunque después pensé que tal vez era porque  todos ustedes sabían que yo tenía el alma pura, y al parecer esa es una información muy importante sobre mi…
- ¡Exacto! ¡Es posible que el hecho de que tengas (o tuvieras) el alma pura esté muy relacionado con lo que te ocurrió en el pasado, y ese simple hecho bloqueara todos nuestros pensamientos! Lo cual, si lo pensamos, no es tan extraño, porque, como te digo, tener el alma pura no es algo natural. Evidentemente, algo te hicieron… Y eso nos lleva a creer que lo que sea que te hayan hecho, tenga algo que ver con la religión de Los Buscadores…
- … Esta conversación no me hace sentir muy cómoda. – Musitó.
- Pero es necesaria. – Replicó Kevin. Parecía muy entusiasmado de poder exponer todas sus teorías. – Pensá… ¿Qué otros “agujeros” tuviste?
- La verdad no me acuerdo… Es decir, por momentos parecían cosas tan al azar, no se me ocurrió que podía haber un patrón en todo eso.
- No sabe quiénes son mis padres biológicos. – Dije yo, sin poder evitarlo. Todavía tenía bastante presente aquel momento con Jess, y no podía creer que ella no lo recordara.
- ¿Tus padres biológicos? – Preguntó Kevin. Oh dios, recuerdo que pensé, cierto que éste no sabe nada de mí. 
- Kevin, no hay que ser un genio para darse cuenta de que no fui criado por Nacidos de Mágistral. – Dije con un dejo de impaciencia. Contar esa historia no me hacía nada feliz. – Es decir, fíjate, ¿Por qué te parece que ando de la compañía de Sally todo el tiempo? Tampoco me cae bien este país, eso no es normal en alguien… alguien que luzca como yo.
- Es verdad, sos bastante raro. – Dijo con seriedad. Parecía querer vengarse de todo lo que le había dicho antes.
- Gracias. – Musité. No le iba a dar el gusto. – Yo crecí en una Villa Terrena, con Sally. Mi madre era una Terrena. Nunca me dijo quiénes eran mis padres biológicos y Jess no puede saberlo, lo único de lo que está segura es de que mi madre no era… Mi madre.
- … Ok, eso sí es raro. – concluyó Kevin luego de pensarlo un rato.
- ¿Ves? – Reaccionó Jess. – No tiene sentido. Cada vez pienso más que esos agujeros realmente son al azar.
- No, no puede ser al azar. Y no podés saberlo, la realidad es extraña y a veces las cosas encajan de un modo que no te lo esperás. Vos deberías saberlo más que nadie… Lo único de lo que estoy seguro es que tenía razón. 
- ¿¡!? ¿Sobre qué?
- ¡Que realmente ustedes me están ocultando algo!
- ¡Kevin! – Se impacientó Jess. – ¡Esto empieza a ser irritante!
- ¡Pero tengo razón! Por lo menos hay una conexión extraña entre ustedes dos. Evidentemente, tus padres están relacionados con ella, de alguna manera.
- ¡Digamos que es así, pero eso no lo sabíamos!- Exclamé. – Y no sé cómo funcionan para vos las cosas, señor Buscador, pero hasta dónde yo sé, no se puede ocultar lo que no se sabe.
- Bah, estoy seguro de que algo tienen entre manos.
- … ¡Vos sos el idiota! – Replicó Jess, para mi agrado. Verla insultar a Kevin me subió bastante el ánimo, la verdad. Es que ella no suele tener esas respuestas, pero cuando las tiene, da justo en el clavo.
A Kevin no le cayó tan bien, por lo que refunfuñó un poco.
Pero aun así nos dejó hacernos un lugarcito en su desordenado departamento para dormir, y al día siguiente se levantó temprano para ir a la biblioteca. Creo que eran la seis de la mañana cuando sus vueltas por la habitación me despertaron y yo le dije algo como “¿Qué hacés a esta hora levantado?” y dijo:
- Prometo que hoy vuelvo con información.
Y se fue. Lo habría acompañado, pero no entiendo cuál era su obsesión para levantarse a las 6 de la mañana. Por lo cual teníamos el día libre, y le propuse a las chicas de ir a uno de esos bares terrenos clandestinos.
-No te preocupes, no vamos a ir a lo del cantinero que noqueaste. – Le dije a Jess.
Así que salimos y noté que Jess estaba rara, y le pregunté qué pasaba.
- Uf, la Capital siempre me dio escalofríos. Creí que ahora que no tenía mis poderes iba ser menos sensible a eso, pero creo que incluso me perturba más.
Me reí.
- La capital tampoco es muy agradable para mi 
- ¡Los dos son unos aguafiestas! prefiero la capital mil veces antes que la Villa Terrena.- Interrumpió Sally- Bueno, obvio que tiene sus desventajas, pero acá hay más gente, y más oportunidad de hacer cosas, y es más divertido.
- Sally, no podés preferir este lugar antes que tu hogar.
- ¡Prefiero lo que se me da la gana! – Dijo mientras me sacaba la lengua.
- De todas formas, Jess, ¿Qué tienen que ver tus poderes?
- No sé… siempre creí que de alguna manera, la capital volvía a mis poderes torpes. Como si recibiera una mala frecuencia.
- Tonnnta, ¿no debiste haberle dicho a Kevin?
- Pero no es exactamente un agujero… ¿o si?
- La verdad no sé… Pero pensalo bien, la capital es dónde se encuentra la Mansión Azul… y es el gobierno el que te busca…
- Si… Visto de ese modo, tiene bastante sentido.
- Y… ¿Qué sabés de la Mansión Azul? ¿Alguna vez la investigaste?
Jess revoleó los ojos.
- No, la verdad es que nunca lo intenté demasiado, Matt. Hay veces que puedo ver el edificio, y algunas cosas que pasan ahí dentro, pero… no sé, lo recibo con interferencias. Y además, me da una mala sensación.
- A cualquiera le daría… ¡Pero eso es muy importante! Significa que realmente está conectado con vos…
- ¿Eso no era ya bastante obvio? ¿De qué nos sirve saberlo?
- Jess… ¿No será que no puedes leer la mente de las personas que están en la Mansión Azul y por eso recibís imágenes con interferencias?
- Matt, ¿Me estás escuchando? 
- Creo que debemos entrar en la Mansión Azul.
Por unos segundos, las dos me miraron en silencio.
- Ahora estoy completamente segura de que estás loco- Dijo Sally.
- ¿Qué lograríamos con eso, Matt? ¿No sería como ir a la boca del lobo?- Dijo Jess.
- Tal vez, pero seguro ahí encontramos información.
- Es un plan estúpido. – Sentenció Jess.
- Aparte, ¿cómo lo lograríamos?- Inquirió Sally. – No se puede entrar a ese lugar así como así, ¿no?
- Claro que no, Tendríamos que colarlos de alguna manera.
- Por dios Matt, es una locura. – Concluyó Sally.
- Ya nos hemos colado en otros lugares antes…
- Si, pero mis poderes funcionaban mejor… Y no era la Mansión Azul. – Dijo Jess. – Además, Kevin se fue a buscar información hoy a la mañana, ¿no? Seguro que vuelve con algo… ¿Para qué nos vamos a meter en algo que no es necesario?
Me encogí de hombros.
- Creo que si alguien acá tiene las respuestas, es el gobierno. Y que tarde o temprano vamos a tener que enfrentarnos a eso… ¿O Querés vivir en la clandestinidad por siempre?
- Es una pregunta muy estúpida, y no la voy a responder. No importa si tengo que vivir escondiéndome (o sin saber nada de mi pasado) por siempre, prefiero que ustedes estén seguros, y a salvo…
Cuando Jess dijo eso, me sentí extrañamente incómodo, y al mismo tiempo complacido; y estoy casi seguro de que Sally se sintió igual. Jess se dio cuenta de que el ambiente se había puesto raro y se ruborizó (y en ese momento fue aún más notorio su reciente cambio). Nadie se atrevió a decir nada hasta que llegamos al bar.
Sally en seguida se fue a hacer sociales y a bailar un poco, y Jess me acompañó a la barra.
Como Jess en ese momento llevaba puesta ropa que le había prestado Sally y tenía el cabello casi oscuro, podría haber pasado por una terrena, pero apenas le mirabas la cara rosácea y redondita te dabas cuenta que de terrena sólo tenía la ropa. Pero desde luego, no llamaba la atención tanto como yo.
- No se permiten nacidos de Magistral acá… - Murmuró el cantinero (cuyo nombre ahora no recuerdo, sólo lo vi esa vez, pero sí me acuerdo de que era un hombre bastante corpulento).
- Hey, tranquilo, vengo con ella. – Dije, y señalé a Sally en medio del gentío. Pareció una excusa bastante idiota, y el cantinero me gruñó. – No voy a causar problemas. – Agregué, un poco nervioso por la ventaja que el cantinero me sacaba en tamaño.
- Ustedes siempre causan problemas. Pero los exiliados están tomando ventaja…
- ¿Cómo es eso?- Saltó Jess de repente, para sorpresa de los dos.
- ¿No escucharon las noticias? Estuvieron hablando de eso por días en la radio.
Los dos lo miramos con cara de no entender. 
El cantinero suspiró.
- Pasó hace un par de días. Hubo un levantamiento de exiliados de Foggia, atacaron un pueblito de Nacidos de Mágistral. Bueno, era un pueblo pequeño y bastante aislado, pero los exiliados ganaron. Ahora el territorio es suyo.
Tuve que tomarme unos segundos para asimilar tal información.
- ¡Al fin! ¡Al fin una victoria! – Exclamé con alegría. - ¡Dios, ¿es cierto?! ¡Es increíble! ¡Tarde o temprano este país va a pagar lo que se merece! ¡Sabía que ellos serían los primeros! – No sé si dije antes que el pueblo de Foggia es uno de mis favoritos, y creo que claramente ellos debían ser los que ganaran ese enfrentamiento. Estaba muy orgulloso de ellos. Bueno, lo sigo estando. - ¡¿Te das cuenta Jess?! ¡Muchas cosas van a cambiar a partir de ahora!
Jess me miraba con una cara de miedo que no comprendí.
- … Algo está muy mal.
Por supuesto, me indigné.
- ¿¡Cómo podés decir eso!? ¡Lo único que está mal es que existan tantas Villas de exiliados que sufren de frío y hambre y discriminación! ¡El pueblo de Mágistral está recibiendo lo que se merece!
- ¡No es eso! Esto no debería estar pasando… Es decir, es completamente ilógico. Mágistral siempre estuvo protegida por… alguna clase de hechizo. Algo muy raro está pasando. No es normal que una civilización tan primitiva como Foggia tenga siquiera un oportunidad contra algo tan sólido como es la nación de Mágistral…
- ¿¡Y a quién carajos le importa!? ¿¡Qué importa cómo fue? lo importante es que pasó! ¡Ya era hora, mierda!
Me estaba enojando en serio. Jess me miraba, incapaz de salir de su temor.
- Algo está muy mal… - Se limitó a repetir.
El cantinero nos miró sin entender nuestra discusión.
- ¿Quiénes son ustedes? – Se extrañó. – No quiero problemas por acá ¡Vayanse!
- Vámosnos. – Le murmuré a Jess. Había logrado que perdiera todas las ganas.
Busqué a Sally y salimos, no sin que ella protestara un poco.
Creo que no hablé hasta que llegamos a la habitación de Kevin, y Jess tampoco.
- Cómo que hay una tensión un poco extraña, ¿no? – Comentó Sally cómo si nada.

---

Cuando llegamos, Kevin ya estaba dentro, y yo seguía de malhumor.
- ¿Y a éste que le pasa? – Preguntó, el muy idiota.
- … ¿Te enteraste de lo que pasó con los exiliados de Foggia? – Dijo Jess.
- Si, por supuesto. Estuve todo el día leyendo diarios, y pasé por los nuevos también.
- ¿Encontraste algo?
Kevin negó con la cabeza.
- Nada realmente útil. Al no tener fechas seguras relacionadas con… el momento que te secuestraron, ni nada que tenga que ver con tu pasado, fue muy difícil…. pero, mierda, creí que encontraría algo en algún momento… Lo único que encontré que realmente pude relacionar con vos, fueron los carteles de “se busca” que están publicados en todos los diarios, poco después de que te escapaste, pero aparte de eso… - Dio un largo suspiro, moviendo la cabeza de un lado a otro. –Fue un día desalentador.
- Si, a Matt también le afectó, evidentemente.-  Dijo Sally. Ella siendo siempre muy buena para hacer rabiar a las personas. Gruñí.
- ¿Qué pasó? – Volvió a preguntar Kevin.
- Se enojó conmigo porque dije que no era normal que Foggia ganara una partida contra Mágistral…
- No estoy enojado, solo estoy… frustrado. –Interrumpí.- Y no dijiste eso. Dijiste que “estaba mal”
- No sé si está mal, simplemente creo que no es… natural.
- ¡¿Qué no es natural?! ¡¿Qué carajos querés decir con que no es natural?!
- ¡Qué Foggia podrá luchar todo lo que quiera, pero es obvio que Mágistral tiene todo un ejército enorme dispuesto a atacar contra cualquiera que le suponga una amenaza y es muy extraño que aún no haya actuado! ¡Y todos sabemos que Foggia es un pueblo que se rehúsa a avanzar tecnológicamente, que no tiene ninguna oportunidad! ¡No entiendo porque Mágistral no ha hecho algo al respecto aún! ¡Y no te enojes conmigo solo porque sabés que tengo razón!
- Tarde o temprano actuará.- Sentenció Kevin con mucha seguridad.
- … ¿Cómo estás tan seguro? ¿Por qué actuaría después, si no actuó ahora? – Pregunté.
- Porque no es la primera vez que pasa… Lo sabías, ¿no, Jess?  
Jess lo pensó un momento.
- Mágistral ha tenido a lo largo de la historia un par de fluctuaciones. Ha habido veces que Mágistral perdió pequeñas batallas, pero casi enseguida se repusieron, por lo cual ya nadie recuerda esos acontecimientos. 
- Bueno, ya verás cómo sucede lo mismo esta vez.
- Yo creo que la lucha de los Foggianos no debe caer en el olvido.
- No podés obligar a una nación a recordar lo que no es relevante, Matt. – Dijo Kevin. – Nadie va a recordar al pequeño pueblo vencido por el país inmortal. Eso es cosa de todos los días.
- Por lo menos yo no me voy a olvidar. – Mascullé, conteniendo la rabia. Sabía que no tenía sentido enojarse con Kevin o con Jess, sobre todo porque, muy a mi pesar, tenían parte de razón.
- ¿No es raro como por momentos en la historia parece romperse el… escudo que protege a Mágistral? – Inquirió Jess.
- ¿El escudo?- Inquirí.
- Bueno ya saben… Mágistral siempre estuvo protegida de una manera muy… particular. 
- Si… Pero Mágistral siempre se repuso rápido… - Dijo Kevin.
- Pero… ¿Por qué se debilita, en primer lugar?
- Ok, pasemos a otro tema. – Decidí, quería al menos ganar una partida. – Kevin, ¿Entonces no encontraste información relevante?
- No… Bueno, podría volver mañana. Apenas alcancé a revisar los diarios, y no todos, por supuesto…
- No ¿sabés qué? Tenemos un plan mejor.
- Huy Matt, olvídate de eso. – Dijo Sally.
- Ustedes saben que es la única manera de obtener algo seguro.
- No, no es así. Y no es seguro. – Saltó Jess.
- ¡Sabés a qué me refiero!
- ¡Matt, calmate, por favor! – Gritó Sally. Y me callé. - ¡No te das cuenta que hoy estás demasiado alterado! ¡No te descargues con nosotros, por favor!
Me quedé de piedra. Maldita Sally, me conocía desde hace demasiado tiempo.
- Perdón, pero ¿Por qué discuten? – Inquirió Kevin.
Jess suspiró.
- Matt tiene la absurda idea de que deberíamos filtrarnos en la Mansión Azul para buscar información sobre a mí.
A Kevin se le iluminaron los ojos.
- … ¿Por qué esa mirada?
- Porque… yo no creo que sea tan mala idea.
- ¿Qué…?
- Sabemos que el gobierno es responsable de tu secuestro. Entonces, sabemos que ellos te conocen mejor que nadie.
- ¡Pero…!
- Además,- Volvió a interrumpir Kevin. – al tener vos el alma pura (o tenerla) te relaciona directamente con Los Buscadores. Y hay rumores de que en la Mansión Azul tienen una sala secreta llena de información y objetos relacionados con Los Buscadores…
- Dios mío, solamente querés ir allá por eso – Dijo Sally.
- ¿Y qué? Tiene que ver con nuestra investigación, ¿no? – Farfullo Kevin, un poco avergonzado.
- Pero, ¿Cómo vamos a hacer que no nos atrapen? – Preguntó Sally.
- … Yo no quiero que me secuestren de nuevo. – Dijo Jess con preocupación.
- Tal vez, ahora que cambiaste, ni siquiera te reconozcan… - Argumenté.
- Si es así, significa que realmente no saben mucho de Jess, o por lo menos no saben más que nosotros. Debemos ir preparados. – Dijo Kevin.
- Entonces haremos un plan.

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A partir de entonces estuvimos varios días realizando planes sobre la mejor forma de inmiscuirnos en la Mansión Azul. No recuerdo mucho los detalles porque apenas llegamos a realizar unos a cabo. Teníamos en cuenta, más que nada, la información que podía darnos Jess, que en estos momentos en los que sus poderes estaban casi extintos, era escasa y poco segura. Hicimos varios mapas de lo que Jess podía ver de la Mansión Azul (que vale la pena decir que tenía bastantes agujeros). Anotamos el personal que ella reconoció y sus habituales costumbres. Sopesamos los diferentes lugares por los que podíamos entrar sin que nadie nos descubriera. En los tiempos que trabajé con Jess, aprendí que por mucho que esté vigilado un edificio, siempre hay una forma de entrar. Siempre.
Así que esperamos hasta un feriado, a la noche; cuando, según Jess, eran más bajas las probabilidades de que nos encontraran. No hay mucho que contar sobre eso. Luego de saltar la cerca en un punto estratégico, nos colamos por una puerta trasera que daba a los baños del personal. Por alguna razón nadie le prestaba atención a ese lugar, aunque tampoco era muy fácil de encontrar.
Luego de eso, avanzamos muy lentamente por las habitaciones, siguiendo una serie de horarios que habíamos anotado muy minuciosamente, según las instrucciones de Jess. Confiábamos en que si sucedía algo fuera de lo normal, Jess estaría lo suficientemente lúcida como para darse cuenta con tiempo y así tener oportunidad de actuar al respecto. Pero debimos haber supuesto que no sería así. Jess comenzó a quejarse de un fuerte malestar apenas pusimos un pie en la Mansión.
Recuerdo que en un momento tuvimos que hacer una parada en lo que parecía ser una sala de estar. Llena de objetos lujosos. Lo que más me impresionó fue el cuadro.
Era un retrato de cuerpo entero de La Presidenta a sus 16 años, desnuda, con cola de pez, sobre una caracola gigante y rodeada de perlas. La Presidenta siempre aparentó ser menor de lo que era. En el retrato parecía de 13 y sus pechos incipientes me generaron un rechazo inexplicable.  Parecía tan frágil, con esa mirada de nada… y sentí más bronca que nunca. Porque ese ser que se encontraba en nuestro mismo edificio era todo menos frágil. Y era el responsable de todo. Y el pintor debía ser un morboso de mierda para poder soportar ver a esa mujer (que en realidad no era más que una niña) desnuda y encima agregarle todos esos artificios repugnantes.
Y en ese instante insignificante que me distraje para ver esa asquerosa pintura, nos atraparon. Tan simple como eso. De la nada salieron 6 guardias de seguridad y se lanzaron sobre nosotros. No tuvimos oportunidad alguna de escapar. Ni siquiera Sally, que era la más fuerte del grupo."

jueves, 20 de junio de 2013

Hoy voy a decir la palabra

Hoy voy a decir la palabra Cáncer.,
Cáncer, Cáncer, Cáncer,
Cáncer, Cáncer, Cáncer,
Cáncer, Cáncer, Cáncer.
Hoy voy a decir la palabra Cáncer,
Por mi Mamá, que cuando lea esto
me va a decir “No digas la palabra Cáncer”
Y por mi Papá que nunca lloró
pero lloró cuando escuchó la palabra Cáncer.
Hoy voy a decir la palabra Cáncer,
porque todos deberían escuchar la palabra Cáncer
tanto los que están enfermos como los que no,
tanto los que lo sufrieron como los que no.
Porque nunca nadie va a poder acercarse
a sentir o a conocer realmente
todo lo que esconde la palabra Cáncer.
Y porque nadie merece que callen su verdad.
Hoy voy a decir la palabra Cáncer,
y voy a exclamarla y gritarla,
mientras tenga las fuerzas
por todos aquellos que no deben quedar en el olvido,
y para intentar, aunque más no sea,
atenuar el dolor
de ese cáncer
que es el miedo


y el desamparo.

jueves, 28 de febrero de 2013

Utopías cap 9: Humanización


La noche que murió mi madre fue… Bueno, obviamente no fue nada bonita, aunque en esos momentos aún no había asimilado por completo el hecho de su muerte. Para comprender la ausencia de alguien y el impacto que te causa, es necesario que transcurra el tiempo. Y desde luego, en el momento que ocurre no podés ni imaginarte lo que significa vivir el resto de tu vida sin esa persona.
No sentía tristeza, ni dolor, sino una mezcla extraña entre resignación… y bronca, una bronca que se acrecentaba a medida que pasaban las horas. Bronca por haber hecho todo el viaje al pedo, bronca por no haber pasado más tiempo con ella, y bronca por no haber llegado antes,  por haber perdido tiempo en estupideces  y haber perdido la pequeña oportunidad de que los remedios la hubieran sanado. En mi cerebro no había espacio para la tristeza, estaba demasiado ocupado reprochándome.  Al mismo tiempo, sentía que sabía que eso iba a pasar tarde o temprano, y en realidad siempre fui consciente de que tal vez mi madre moriría antes de que yo volviera a casa.
Esa noche, mi cabeza era un hervidero de pensamientos que se debatían entre la culpa y la disculpa, entre mis ideales y mi sentido común. Estábamos tirados en el piso de mi casa, con las bolsas de dormir. Ya habíamos enterrado a mamá, en las afueras de la villa, con la ayuda de Frank y las hermanas de Sally. Frank también estaba durmiendo en mi casa, y lo mismo Sally, en contra de todo pronóstico, pues yo estaba seguro de que prefería mil veces dormir en la casa de sus hermanas. Sally no es lo que dice una amiga muy atenta, a pesar de que no sea a propósito; y además siempre le huyó bastante a temas como la muerte, más allá de su alma liberal.
Y en ese momento dormía en una bolsa de dormir  junto a la mía, con una respiración lenta y densa que delataba la profundidad de su sueño. Dios, esa mujer podría dormir en medio de un terremoto y ni se mosquearía. Por extraño que sea, esa noche su respiración se me hacía algo ruidoso y molesto, era algo que regularmente marcaba el paso del tiempo y me envolvía en un sopor de pensamientos ventosos e inconstantes. Yo me sentía medio anestesiado, y probablemente estaba demasiado sensible hacia cualquier cosa. En un momento sentí una puntada de desesperación: necesitaba hacer algo, necesitaba salir del hechizo de las exhalaciones de Sally. Tenía ganas de hacer algo loco y arriesgado, ponerme a gritar y despertar a todos, pero enseguida me dije que era una estupidez, y no tuve el valor de cometer semejante estupidez. Era horrible ser el único despierto, teniendo en cuenta que era mi madre la que se había muerto, y que era obvio que no iba a poder dormir, y sin embargo los demás dormían como idiotas sin preocuparse por si tenía ganas de pegarme un tiro o matar a alguien.
Pero claro, no era el único despierto, y eso calmó un poco mis ansias. Jess estaba sollozando en la puerta de afuera, y desde adentro apenas se escuchaban sus lamentos, como los de un sutil fantasma. Jess parecía sufrir la muerte de mi madre más que yo mismo, sobre todo en esos momentos en los que todavía no había podido procesar la situación. Se la había pasado llorando toda la tarde. Decidí que los dos nos merecíamos un poco de compañía y salí afuera para sentarme a su lado.
-          No tenés que venir a consolarme- Musitó cuando se percató de mi presencia, sin dejar de cubrirse el rostro con las manos. – Mejor acostate y tratá de dormir.
No le hice caso y me acomodé cerca de ella.
-          No voy a poder dormir. – Me limité a decirle en voz baja, y ella no agregó nada.
Nos quedamos en silencio un rato largo. Disfruté de la brisa nocturna, como si por unos instantes ella fuera capaz de liberarme de mis pensamientos, o por lo menos de darme sensación de libertad. Estaba demasiado ofuscado como para tener una conversación, y ella no podía dejar de llorar, o al menos eso parecía. Por momentos daba la sensación de que se calmaba un poco, pero esos instantes eran fugaces. Yo no la entendía, y en un momento se lo dije.
-          Hey, no llores… No tenés porqué llorar… todos tenemos que morir alguna vez, ¿no? – Dije en un intento de sonar despreocupado, para que ella pueda tomárselo más a la ligera.
Jess emitió un gemido. Se quitó las manos del rostro y abrió los ojos, y por un instante me dio un vuelco el corazón. Sus ojos blancos, inundados de lágrimas, parecían brillar en la oscuridad, reflejando la escasa luz de la luna. Era una imagen que impresionaba y aterrorizaba, sobre todo porque los ojos de Jess tenían el poder de hacerte sentir que estabas al borde del abismo. Pero al mismo tiempo, no se podía negar que era algo místico y hermoso. Bueno, cuando superabas la parte escalofriante. Sus lágrimas parecían una extensión de sus ojos, también se veían blancas y resplandecían sobre sus mejillas.
-          Tu madre… no tenía que morir todavía… - Dijo con voz quebrada.
-          … ¿Qué decís?- Exclamé, sin terminar de comprender lo que quería decir con eso. – Está bien, tal vez a veces nos parece que ciertas cosas no deberían haber pasado… pero no te reproches. Que vos sepas todo lo que pasa en el mundo, no significa que podías anticiparte a su muerte. Vos misma lo dijiste, no podés ver el futuro.
Jess negó enérgicamente con la cabeza.
-¡No, no, no! No entendés, yo sí tuve la culpa. Yo estaba en el momento en el que a tu mamá le agarró el ataque. –su voz comenzó a temblar.  – Fue horrible… pero yo no quería que pasara… ¡Perdoname! – suplicó, y ahí se largó a llorar de vuelta.
Yo seguía sin entender nada, pero algo de lo que Jess decía me daba mala espina. De todas formas decidí consolarla, pues sabía que Jess solía hacerse demasiado drama por cosas que en realidad no valían tanto la pena.
-          Hey, tranquila.- Dije mientras torpemente le daba palmaditas en la espalda. – Contame ¿qué pasó cuando a mi mamá le agarró el ataque?
-          Yo… estaba hablando con ella… y la insulté, y ella se puso nerviosa… muy nerviosa, pude sentirlo, estaba aterrada, pero yo no podía pensar en eso… hablé sin pensar, dije cosas sin pensar… y cuando me di cuenta, supe que no me estaba escuchando, que  no respiraba, estaba tiesa, con la cara congelada en una expresión de horror… ¡Estaba muerta! ¡Y había sido por mi culpa!
-          ¿Pero qué le dijiste?- exclamé con un dejo de desesperación- ¿qué pudo haber sido tan terrible que la matara?
Jess dudó unos segundos, pero luego me miró de lleno con sus ojos de ciega brillantes.
-          Le dije… le recordé que vos no eras su hijo.
Tardé un poco en comprender la magnitud de lo que me estaba diciendo.
Mi primera reacción fue reír escépticamente, por supuesto. No era la primera vez que alguien hacía esa suposición, y yo me burlaba de los que la hacían ¿Quiénes se creían ellos para decir quiénes eran o no mis padres? Yo tenía razones para pensar que mi madre era mi madre biológica. Claro, nunca supe quién era mi padre, lo cual tal vez podría explicar mi aspecto, que desentonaba tanto con los demás terrenos. Pero mi madre era mi madre, y el que negara eso se las vería conmigo.
Obviamente, estaba olvidando que Jess no era cualquier persona.
-          Jess, ya sé que…
-          Matt.- Me calló.- Si te lo digo, es porque estoy segura.  Mercedes no era tu madre. Lo sé. Ella estuvo con vos desde que eras un bebé de 6 meses, pero no te parió. No lleva tu sangre.
-          Pero Jess, tengo razones para…
-          ¡Matt, dejá de mentirte! – Casi me gritó, y unas lágrimas atravesaron su rostro- ¡Lo sé, estoy segura, lo vi! Ya sabés de qué te estoy hablando. Sabés que soy capaz de saber esas cosas. Lo sé desde el momento que te conocí…
-          ¿¡Entonces por qué no me lo dijiste antes!? – Estallé, definitivamente enfadado. Por alguna razón, sus palabras me enfurecían.  ¿Por qué teníamos que hablar de esto ahora?
Jess, que de alguna manera siempre me había inspirado compasión, ahora se me hacía un ser cínico y morboso, ¿qué otra explicación había a esa situación? No podía entender a Jess, y en realidad nunca la había entendido.
Hasta su aire de nena buena me daba bronca. Me daba bronca su llanto, su inocencia, y sus buenas intenciones.
-          ¡No te lo dije porque pensaba que tenías que hablarlo con ella!- Me gritó, aunque casi no se le entendió nada, porque parecía ahogarse con sus propias lágrimas. Me sorprendía que los demás siguiesen durmiendo después de todo el lío que estábamos armando. - ¡Pero cuando vinimos acá, supe que ella no tenía intenciones de hablar con vos al respecto! ¡por eso decidí ir a tu casa cuando no estabas y así encontrarme con ella! Pero… Las cosas se me fueron de las manos y… ¡Yo no sabía que iba a pasar esto! – Y ahí pareció que no pudo resistirlo más y se volvió a rendir al llanto, cubriéndose nuevamente el rostro.
Yo estaba enojado, pero deseaba estarlo todavía más. Miraba a Jess llorar desconsoladamente, y sentía que se me iban las fuerzas. Deseaba simplemente odiarlo todo, a Jess, a mi madre, a la villa, a Sally, todo, pero me sentía débil y cansado.  Y mi voluntad para odiar se desinflaba inevitablemente como un globo pinchado. Lo cual era muy malo, porque si no sentía odio ¿qué iba a sentir? necesitaba llenar ese vacío incontrolable.
Tomé los restos de determinación que me quedaban para formular una pregunta importante.
-          En ese caso… ¿Quiénes son mis padres?
Jess gimió, como si mi pregunta le doliera.
-          ¡No sé! –Exclamó con desesperación. - ¡No puedo saberlo! ¡Es terrible Matt!
¡Ah! Mierda, Jess y sus poderes imperfectos. No podía ser de otra forma.
Otra vez deseé poder odiarla, pero mi bronca era una bronca muda, resignada a quedarse para siempre trabada en mi estómago.
Traté de relajarme y darle un descanso a mi mente, pero en cuanto lo intenté sentí como todo lo sucedido en el día impactaba sobre mí como un golpe en el cerebro.
De repente, lo vi todo, la muerte de mi madre, su engaño de toda la vida… Jess lloraba, y yo solo sentía una impotencia enorme, y unas tremendas ganas de desaparecer de la faz de la tierra. Tenía ganas de enloquecer, de destruirlo todo,  pero me sentía tan débil, tan insignificante, tan patético…
No sé cuánto tiempo pasó después de eso. Pudieron haber sido segundos u horas, lo hubiera sentido igual. No dijimos una sola palabra hasta que amaneció. Jess lloraba, y yo creo que también, no estoy seguro. Estaba demasiado metido en mis pensamientos como para saberlo. En algún momento nos calmamos.
-          Perdoname… - Musitó ella. Yo sentí un atisbo de la bronca que antes había tenido, pero ya no era exactamente dirigida hacia ella, si no al hecho de que deseaba terminar con este tema de una vez por todas, irme a dormir, no pensar más en el asunto.
-           No tengo nada que perdonar- Repliqué con sinceridad. Por mucho que quisiera echarle la culpa, sabía que era una manera demasiado fácil de descargarme, y que no era justo.
-          No digas estupideces…- murmuró con voz débil. Pero no dijo nada más. Parecía agotada de tanta angustia, aunque tal vez me lo parecía solo porque yo me encontraba de la misma manera.
En algún momento, cuando el sol ya había salido casi por completo, me percaté de algo y miré a mi amiga con extrañeza.
-          Es la primera vez que te veo llorar…
Jess me miró como si no entendiera a que me refería.
-          ¿Habías llorado antes?
Se quedó un rato mirando hacía ningún lado, demasiado concentrada en sus pensamientos.
-          Creo que… no. No que yo recuerde. – Y se quedó callada, como si aquel planteamiento le hubiera dado algo nuevo en que pensar.
Un poco después me reí sin ganas y le dije:
-          En ese caso, no deberías gastar tus lágrimas en la muerte de una mujer que ni conocés.
-          Matt… No digas eso…- Murmuró con voz ronca.
-          Pero tengo razón. Sabés que la muerte es inevitable, tarde o temprano iba a pasar, siempre lo supe… No podés ponerte así por cada desconocido que ves morir.
-          Pero no era cualquier desconocido… Era tu madre. Y murió por mi culpa…
-          Eso es discutible. Si no me hubiera mentido todos estos años, nada hubiera pasado.
-          Aún así, una muerte no es motivo para alegrarse.
-          ¿Y me lo vas a decir a mi? Pero no importa. Tu vida va a ser demasiado dura si vivís preocupándote de esa manera por todo el mundo. Te lo digo como un concejo.
Jess bajó la vista.
-          ¿Y cómo se supone que haga, si puedo ver el sufrimiento de todos los demás?
Suspiré. Tenía razón, al fin de cuentas. Jess nunca iba a poder librarse de su omnisciencia ni de la carga que ella implicaba (O al menos eso creía). Más allá de todo lo que me estaba pasando, nuevamente agradecía no estar en su lugar.
-          …Tus poderes son una maldita mierda. – Sentencié, con amargura.
Ella se rió, aunque fue una risa medio sollozada. Aun así, me relajé de ver a Jess un poco más feliz.
-          Jess… la verdad es que estoy muy cansado… Me gustaría tirarme un rato, si no te molesta. Ya tuve demasiadas emociones para un día… - Me sentía un poco mal, no sabía si lo correcto era dejarla sola. Tenía miedo de que le agarraran uno de esos ataques vomitivos que le daban cuando estaba triste o de mal humor. Sin embargo, ella me respondió:
-          No, está bien. La verdad es que yo también dormiría un rato.
Eso era raro, Jess casi nunca dormía. Pero decidí dejarla. La verdad, ya no tenía ganas de discutir ni de hacer nada. Solo quería tirarme y no pensar, dormir.
Efectivamente, se cumplió mi deseo, porque apenas me acosté caí en un sueño profundo y sin sueños. Fue algo sanador, aunque desde luego no solucionó ninguno de mis problemas.
Me pareció que solo habían pasado unos segundos cuando desperté, en la tarde, sobresaltado por un grito que provenía de la bolsa de dormir de Jess.
Todavía no me había despertado del todo, cuando veo a Sally entrar en la casa con cara de susto, y luego relajarse un poco para después frustrase.
-          Jess ¡¿Se puede saber qué te pasa? ¡Me pegué un susto horrible!... – Pero una vez que dijo eso, entrecerró sus ojos, como si acabara de darse cuenta de algo- … Estás distinta.
-          ¡No me digas! – Exclamó Jess con desesperación.
Yo todavía estaba medio estúpido por el sueño, así que no entendía muy bien la situación. En un intento por hacerlo, me incorporé y me restregué los ojos. Y cuando vi a Jess… lo primero que pensé fue que no era ella.
Ciertamente, Jess estaba distinta, estaba muy distinta.
Para empezar, su cabello ya no estaba blanco, ahora era oscuro, aunque de un color indefinido. Algo así como un marrón blancuzco. Otros detalles que en ese momento no distinguí muy bien pero que pronto se hicieron muy notorios, fue que sus cejas y sus pestañas tampoco eran blancas ahora. Su color de piel era más rosáceo, y su antigua palidez parecía muy evidente en estos momentos. Ahora era posible imaginar que la sangre corría por sus venas, y hasta el rubor grisáceo de sus mejillas tomó una apariencia más normal.
Y sus ojos… No solo ya no eran blancos, si no que ya no producían esa sensación de vacío… Su ojos eran… eran grises, sí, pero eran ojos al fin y al cabo, completos, con sus pupilas, su iris…
Tenían un brillo particular, podía leerse la emoción a través de ellos.
Jess volvió a chillar, parecía bastante asustada.
-          Jess, ¿qué te pasó?
Lo que dijo a continuación nos desconcertó.
-          Creo… ¡Creo que estoy ciega!- Gritó desesperada.
Sally y yo nos miramos sin entender. Que Jess estuviera ciega no tenía mucho sentido, puesto a que ahora tenía ojos de verdad.
Jess empezó a ponerse muy nerviosa. Jadeaba, gemía, tanteaba para todos lados como si temiera que los objetos a su alrededor desaparecieran. Y entonces, pasó lo que había estado esperando que no pasara, y comenzó a hacer arcadas.
-          ¡Sally, traé una palangana!- Reaccioné.
Sally actuó con rapidez, y yo me levanté y me acerqué a mi amiga. Cuando Sally trajo el balde, Jess se inclinó sobre él y vomitó estrepitosamente un líquido espeso y pegajoso, que, efectivamente, era más rojo de lo normal. Eso no sirvió para calmarla, de todos modos. Temblaba, traspiraba.
-          Tranquila, Jess, todo está bien. – Le dije, aunque decir eso era casi como mentir, porque la situación me daba escalofríos.
-          ¡Tengo miedo, Matt!- Chilló Jess, y a mí se me heló la sangre.
No tardó mucho en volver a dormirse. Cuando tenía estos ataques quedaba exhausta, y se dormía sin poder evitarlo. Pero ni Sally ni yo podíamos sacarnos la sensación que nos invadió.
-          ¿Qué fue eso? – Exclamé.
Sally frunció los labios.
-          Se transformó en una persona normal. Debió haber sido doloroso.

Nuevamente me sorprendía con su acertada sencillez para observar el mundo.
En efecto, Jess se había transformado en una persona normal, o, por lo menos, lo más normal que podía ser. Los supimos poco después que despertó.
No se había quedado ciega, había perdido sus poderes, tal vez no completamente, pero sí una gran parte de ellos. Para ella, debió haber sido como si se le desmoronara la realidad de golpe, toda esa información que llegaba a su cerebro de repente dejó de hacerlo. Era lógico que se sintiera ciega, pero poco después confirmó que ahora observaba las cosas de una manera distinta, que veía cosas que antes, de alguna forma, pasaba por alto. Los colores eran más vivos, los detalles más nítidos. Pero eso no compensaba el conocimiento de todas las cosas, al menos eso pensaba ella. Estaba enojada consigo misma, no podía entender cómo es que había dejado que le pasara eso.
Pronto comenzó a sentir hambre y sueño de manera regular. Aceptó comer algunas cosas, aunque, como yo, no comía carne. Para ella era una abominación comer cualquier cosa que estuviera viva, comer animales era demasiado. Ahora que lo recuerdo, Jess solía decir que la mente de los animales era un enigma para ella, pues no podía explorarla como lo hacía con la mente humana. Probablemente, por ese respeto que les tenía era que no se animaba a comerlos.
Tiempo después descubrió que no había perdido del todo su omnisciencia, pero ahora se manifestaban en su mente como flashes que venían a ella sin que los invocara, casi como premoniciones, solo que no eran del futuro, sino del presente y del pasado. Si era extremadamente necesario, Jess podía utilizar sus poderes con voluntad propia para averiguar algo en particular, pero eso la dejaba exhausta y la frustraba.
No había caso, Jess se había humanizado, y sabíamos que ya no podríamos usar sus poderes para nuestro favor.
-          Al menos Kevin se pondrá feliz… - Le dije una vez que la oí quejarse, recordando cuando nuestro amigo le había pedido que intentara no usar sus poderes.
Sally no parecía preocupada al respecto, al contrario, se la veía bastante feliz.
-          No entiendo porqué Jess se queja tanto. – Me dijo una vez. – No debería sentirse culpable, y menos por nosotros. Ahora que tu madre murió… - Recuerdo que titubeó en ese momento. – Bueno, lo que quiero decir es que ya compramos los remedios, sólo necesitamos plata suficiente como para poder sobrevivir, y eso lo podemos lograr sin Jess… Además, creo que le va a hacer bien, ¿no? Kevin lo dijo una vez, que sus poderes le causaban esos ataques… Supongo que ahora ya podrá estar un poco en paz… Pensalo, con el aspecto que tiene ahora ya ni necesita esconderse… ¡Va a poder dejar ese abrigo y esos lentes que acarrea para todos lados!
Toda esa perorata me dio a entender que Sally estaba feliz de que Jess ya no sea tan extraña.
Y la verdad, nunca vi a Sally y a Jess tan unidas como en esos tiempos. A veces me las encontraba hablando (igual que me los encontraba a Kevin y a Jess) en voz baja, vaya uno a saber de qué. Se había convertido en unas chismosas insoportables, pero en el fondo me alegraba verlas llevándose tan bien. Sally hasta le ofreció prestarle un poco de ropa, para, como ella misma había dicho antes, dejara de usar ese abrigo pesado.
Me acuerdo que la obligó a probarse un par de blusas y polleras largas y me dijo:
-          Ahora es oficialmente una persona normal, ¿Acaso no se ve hermosa?
Entonces observé a Jess, que se veía algo avergonzada por el alborozo de Sally. Y no supe qué responder. Por un lado, jamás supe si Jess era “hermosa”. Ahora que lo pienso, Jess era bastante bonita, siempre lo fue, incluso cuando era albina, aunque bueno, en ese entonces era demasiado extraña como para andar analizando si sus rasgos eran agradables o no. Pero nunca me pareció atractiva, o al menos nunca pude pensar en ella de esa manera, aunque no sé exactamente porqué.  Por otro lado, la ropa que Sally le había prestado a Jess (Que obviamente había heredado de sus hermanas) era demasiado evidente que era ropa de Terrenos. Y a Sally le quedaba bien, porque las telas livianas y los colores claros contrastaban con su piel oscura, pero Jess, que incluso en esos momentos su tez era bastante pálida (aunque ahora tenía un tono rosáceo) se veía… demasiado clara, demasiado transparente, casi frágil. Para mí era extraño, Jess parecía disfrazada de Sally, y aunque no era un disfraz creíble, me confundía un poco, de alguna manera…
No tardamos en decidir que debíamos volver a la capital. Para empezar, realmente queríamos hablar con Kevin, pensando que él tal vez podía ofrecernos más información acerca de la reciente transformación de Jess. Y ahora que mi mamá estaba muerta, ya no tenía razón ni ganas de quedarme. Por algún motivo, Sally decidió acompañarme, aunque yo estaba seguro de que prefería quedarse un tiempo más en la villa. De todas formas, no tardo en emprender su regreso, cuando tuvo la oportunidad y una “excusa”…


Quiero aclarar algo que tal vez no viene al caso, pero que para mí es necesario. No odio a mi madre. A Mercedes, quiero decir. No podría hacerlo.
No fue la mejor madre del mundo, es cierto, y también es cierto que arriesgué mucho para comprarle los remedios a una señora que en realidad me había mentido un montón de años, y ni siquiera llegué a tiempo. Pero no la culpo, por nada. Ella solo me dijo lo que yo quería oír. Nunca quise aceptar que yo no era un Terreno, y menos que era un nacido de Mágistral. Ella me mintió, pero yo accedí contento al engaño, que al fin de cuentas, era bastante obvio.
No habrá sido la mejor madre del mundo, pero estuvo ahí siempre que la necesité, me cuidó cuando nadie más quería hacerlo. Se las arregló para que me aceptaran en un mundo de terrenos, donde yo era evidentemente diferente.
Me costó hacerle el duelo, al principio, porque inmediatamente después a su muerte pasaron muchas cosas. Y admito que durante un tiempo me costó perdonarla.
Pero en este último año, he tenido tiempo para pensar las cosas más fríamente, y me di cuenta de que en realidad ninguno de sus engaños podrán empañar todos esos años en los que se dedicó a mi… como pudo.
Le tengo mucho respeto a su recuerdo, y aún hay días en los que me reprocho por no haber llegado a casa antes, por no haber podido tener una conversación sincera con ella, por no haber podido perdonarla cuando todavía estaba viva.
Pero sé que no vale la pena, que es inútil reprocharse esas cosas. Que hay cosas que pasan porque tienen que pasar, y que no se pueden cambiar, por mucho que queramos. Y porque es ridículo desear que mi madre todavía viva, porque eso es pedir demasiado, es desafiar todo lo que viví después de su muerte, es reprochar a la naturaleza de la misma forma que Kevin y yo lo hacemos todos los días en el laboratorio, sin lograr ningún resultado productivo.