Todo texto aquí visto es pura creación de grillito, alias Azul, alias Fairy, alias la chica astronauta, alias Azul, alias la loca esa

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Procuren no chocarse con la luna!

sábado, 4 de junio de 2011

Indecisa



Esta soy yo
Así será el resto de mi vida.
Este es mi camino,
Y no creo que haya una salida.

Es difícil ser fuerte,
La mayoría de las veces,
Cuando todo está oscuro,
El temor crece y crece.
---
Mirame, estoy temblando,
Soy como un bebé a punto de morir,
Como un ser tan sano,
Que sin embargo,
Va cometer el peor de los pecados.

Estoy ciego, cariño,
O ciega, ya no lo sé,
Mi espíritu ahora es carne,
Mis deseos gritan de sed.
---
Esta soy yo,
Hallaré la forma de ser feliz,
Este es mi camino,
Es sinuoso, pero es para mi.

No soy nada fuerte,
Y no puedo levantarme
Las heridas me duelen
Pero nadie puede desarmarme.

Esta es la peor
Fórmula para ser feliz,
Mi niño.
Esta es la peor
Fórmula para ser feliz,
Mi amor

---
Mirame, estoy temblando,
Soy como un bebé a punto de morir,
Como un ser tan sano,
Que sin embargo,
Va cometer el peor de los pecados.

Estoy ciego, cariño,
O ciega, ya no lo sé,
Mi espíritu ahora es carne,
Mis deseos gritan de sed.
Gritan de sed…

cap 12 El viaje de la Hechicera EPDA




Los miedos de Azul no tardaron en hacerse realidad.
Cuando ya se estaba por cumplir el 7º día de oscuridad, el Gran Ojo volvió a abrirse, y todo se llenó de luz de nuevo.
Todas disfrutaron de los rayos que alumbraron la mañana. Todas menos la Hechicera.
Apenas despertó y observó el cielo, pegó un grito de horror.
El Ángel celebró aquel momento de debilidad, pues la Hechicera acababa de demostrar que no era inmune al miedo. Y es más: Su peor temor se estaba haciendo realidad.
¿Qué era lo que había fallado? ¿Acaso aquella era una demostración de cobardía? ¿Realmente no estaba lista para concluir con su trabajo?
La Hechicera estuvo el resto del día absorta en sus pensamientos. Era inútil intentar hablarle, o intentar averiguar que era lo que le ocurría. Meditaba, ignorando los juegos de las demás que festejaban la renovada luminosidad. Meditaba intentando encontrar el punto medio de sus sentimientos, luchando por hallar la estabilidad total, aquella posición neutral y extracorporal que necesitaba urgentemente para no caer en la desesperación, para poder comprender sus errores y sus emociones bloqueadas.
Se esforzó tanto en encontrar una salida a su dolor (el cual crecía y crecía en forma descontrolada) que halló la forma de escapar de su cuerpo, liberándose de las opresiones corporales y del nudo de su garganta. Su alma se desprendió de las ataduras, y ahora navegaba inerte en el cielo de aquel mundo que no era el suyo.
Ahora podía verlo con total claridad, sin la molesta interrupción de necesidades físicas o dolores emocionales. Por un momento, pudo observarlo todo y saberlo todo. Pudo comprender al universo, al ciclo de la vida, y a la milésima de detalles de la existencia cotidiana que cualquiera pasaría por alto.
Y solo en ese estado pudo hallar un camino y una respuesta.

La Hechicera había dejado su cuerpo vacío en medio del prado. Al principio, ninguna de las hadas se preocupó, pues no era raro que la Hechicera estuviera meditando.
Pero entonces comenzó a brillar. Era una luz oscura en medio de aquel prado luminoso.
Sus amigas intentaron hacerla entrar en sí, pero a pesar de que probaron todo lo que se les ocurría, no lograron hacer que la Hechicera diera el menor signo de estar viva.
Lo único que hacía era largar más y más oscuridad, amenazando con volver a llenar el prado de tinieblas. Al cabo de una hora, ya no se podía ver el cuerpo de la Hechicera, y en su lugar se hallaba un enorme agujero negro.
A partir de ese momento, las demás hadas no pudieron hacer más que esperar.

Al alma de la Hechicera le costó mucho regresar a su cuerpo. No se había dado cuenta de que cada vez se estaba yendo más lejos, y que mientras descubría más secretos y más verdades de la existencia, estaba dejando un poco de su propia vida en aquel abismo desconocido e infinito.
No sabía a donde se estaba yendo, pero definitivamente aquel lugar no era el reino de las hadas, ni Médium, ni el interior del Gran Ojo, ni tampoco era ninguno de los Mundos Celestiales.
En ese momento tuvo la certeza de que no importa que tan atrás hayas dejado tu humanidad, ni que tan cruel o tan bondadoso seas, siempre puedes caer más allá.
Por que El Abismo es desconocido e infinito. Y siempre hay espacio para caer más abajo.
Lo único que la impulsó a luchar para volver, fue el miedo. Era realmente ilógico que un ser que conocía todos los secretos de la oscuridad le temiera a lo desconocido.
O tal vez era eso. Había confiado tanto en la oscuridad, que se había olvidado que no se podía confiar en la muerte.
En aquel viaje no obtuvo demasiado. La mayoría de los conocimientos que había aprendido, los olvidó en cuanto tuvo conciencia de ser ella misma.
Era algo realmente confuso volver a la realidad cuando descubres que la realidad no es nada comparada con el enorme abismo de lo desconocido.
Y le costaba centrar sus ideas.
Lo único que ganó en aquel viaje fue un poco más de fuerza, y una meta.
Por un momento, pensó que su destino no tenía sentido. Porque supo que todas las almas tienen el mismo camino.
Pero después se dio cuenta de que a pesar de que todas las almas siguen el mismo camino, no todas las almas son iguales. Y ella no quería recorrer el camino infinito con un alma atormentada.
Cuando volvió en sí, estaba llorando.

Después de mucho tiempo de observar como la Hechicera expandía su oscuridad interna, Azul y las demás observaron que, lentamente, la oscuridad estaba desapareciendo, y se iba metiendo nuevamente dentro del cuerpo de la Hechicera.
La oscuridad desapareció bastante rápido y de manera repentina. En su interior encontraron a una Hechicera llorosa y sentimental, que de la nada empezó a abrazar a todas a sus amigas, a decirles que lo lamentaba, y que las quería mucho, y que en su vida ellas habían sido sus únicas amigas de verdad, y las únicas que no la habían tratado mal, o las únicas que no la habían tratado como si fuera alguien demasiado despiadado, o como si tuviera alguna extraña enfermedad, y que otra vez lo lamentaba, pero se iba a tener que ir, por que si no iban a pasar cosas malas, cosas muy malas.
Esa fue la única vez que la Hechicera le dijo a sus amigas palabras de afecto.
Ninguna pudo evitar acordarse del día en el que la Hechicera había bajado al mundo, agarrada de un rayo de luz, y todas pensaron que ella se guardaba demasiadas cosas, nunca demostraba los sentimientos agradables, ni tampoco aquellos que duelen, y que al final aquellos sentimientos que duelen terminan contaminando a los demás, y todo duele, y todo es difícil de sacar… sin llorar.
Pero ninguna comprendió la razón por la cual huiría, y trataron de calmarla, y de decirle que todo iba a mejorar, pero no había caso.
Su razón de escape era algo profundo que al parecer ellas no comprendían.
Tuvieron que dejar que se alejara por el horizonte, por que no había nada capaz de encarcelar la libertad que en ese momento le permitían sus alas.
Azul, el Ángel y la Princesa la miraron alejarse con tristeza.
Azul pensaba en sus miedos, que se cumplían irrevocablemente, y el Ángel en lo triste de las despedidas.
Pero de golpe la Princesa alzó vuelo y fue a buscar a la Hechicera, dejando a las demás con desconcierto.
- ¿Adonde vas? – Le preguntó la Princesa cuando la alcanzó.
La Hechicera ya había gastado toda la gentileza que le quedaba.
- ¿Qué haces acá? No tenés que seguirme.
La Princesa ignoró la pregunta.
- Vas a ir allá, ¿verdad? Al interior del Gran Ojo, al lugar donde se juntan las dimensiones.
La Hechicera la miró con la peor cara que pudo.
- No es de tu incumbencia.
La Princesa tomó aquello como una afirmación.
- Quiero ir con vos.
La Hechicera la miró, y no pudo comprender sus deseos. Le pareció que lo que le estaba pidiendo era absurdo y estúpido.
- No seas tonta.- Respondió con decisión. – Estar en aquel lugar no es algo agradable.
Se produjo silencio, y la Hechicera creyó que la Princesa había entrado en razón.
- Entonces, ¿Por qué vas a ir ahí?- Dijo la Princesa aparentemente enfadada.
La Hechicera sonrió.
- Eso tampoco es de tu incumbencia.

A pesar de todo, Azul siempre había admirado a la Hechicera. Odiaba la forma que trataba a las demás, pero siempre le tuvo respeto. Creía que detrás de sus misteriosas acciones y de sus infinitas barreras, había un deber noble.
Nunca más volvieron a saber de ella.
La huida de la Hechicera tuvo bastante resonancia en las habitantes del prado.
Y sin embargo, la más afectada parecía ser la Princesa. Últimamente se juntaba mucho con el Ángel de fuego, y hablaban en voz baja.
Azul odió, como siempre había odiado, aquella extraña conexión que tenían sus amigas, a la cual nunca pudo pertenecer. Ahora se sentía más sola que nunca.

Lo que nunca supieron, tanto las habitantes del prado como la Hechicera, fue la verdadera razón por la cual el Gran Ojo estuvo cerrado casi toda una semana. Era algo en lo que la Hechicera no tenía nada que ver.