
" El prado de azul estaba ahora invadido. Una tarde, cuando El Gran Ojo se estaba cerrando, (el día y la noche eran marcados por un ojo situado en el cielo, rodeado de nubes perfectamente enruladas) llego una nueva visitante. Azul reaccionó como solía hacerlo, pero, por alguna razón, a la misteriosa hada no le afectuba las jaulas pues las transpasaba, como si fueran espejismos. Sin saber más que hacer, Azul la miro, pensando encontrar algo bueno en ella. La visitante le ofreció su amistad, y Azul no pudo hacer otra cosa que aceptarla de buena gana. Pero poco después, la paz acabó. Azul conoció la verdadera identidad del hada misteriosa. Se hacía llamar "la princesa de las flores" y como tal, debía gobernar. Sin envargo, como no sabía que gobernar, se dirijió a los lejanos prados en busca de algo prometedor. La cosa es que halló a azul. Y como toda princesa precisa de sirvientes ¿quién mejor para ocupar tan prestigioso papel? Fue así que Azul tuvo que cumplir todos sus deseos, pues no estaba acostumbrada a saber que era que le mandaban, y no sabía como defenderse, pues, misteriosamente, sus poderes no funcionaban contra ella. Además, por alguna razón, apreciaba la compania. Hacía mucho que no sentía lo que era estar acompañado, y no se había dado cuenta que necesitaba de alguien. La princesa la mandó a construir un trono para ella, y luego, un castillo.Veia como su exclava trabajaba, mientras que se hacía preguntas. Pensaba que lo que le daba a Azul era una ayuda, puesto a que estaba tan sola que cualquier cosa le venía bien. Lo peor era que Azul tambien lo pensaba así. Pero ella fue amigandose con el hada del prado, y se fue dando cuenta de que habían algunas cosas rídiculas en esa existencia. Qué no tenía sentido governar un prado completamente vacío. Y que Azul no tenía por qué servirle. Que no necesitaba de un trono, ni de un castillo. Que tampoco era esa la vida que quería. Y a pesar de su naturaleza de princesa, logró dejar a un lado esos instintos para abrir paso a una amiga, su primer amiga..."
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