
Siento los músculos tensados. Y los pies me oponen resistencia. Debe ser que hoy tuve demasiada vida, y me pegó fuerte. Creo que no estoy muy acostumbrada a eso.
Los quiero demasiado, hijos de puta. Los quiero tanto que tengo que insultarlos. Los quiero tanto, que tengo miedo, porque me pueden hacer mierda en un minuto. Sin esfuerzo, quizá, solo basten unas pocas palabras. Es horrible, por dos segundos no tenés nada, y de golpe todo deja de tener sentido y valor, porque todo tu cerebro se llena de risas… y después volver a la nada, y lo único que recuerdas son las risas estridentes en tu cabeza. ¿Cuál es la prueba de que fuiste tan feliz? ¿Por qué reías?
A veces pienso en los cuentos de hadas, y en esas princesas que escapan de la torre o de sus deberes para verse con algún príncipe, y luego, a las doce, por culpa de alguna especie de hechizo, tienen que volver a su vida de antes, como si nada hubiera pasado. Está bien, yo en nada puedo parecerme a una princesa. Tampoco tengo un príncipe por el cual escaparme. Pero si vamos al caso, es lo mismo.
Los odio. Los odio porque lograron hacer que los quisiera. Porque hicieron que pueda dejarlo todo atrás por ellos. Porque me hicieron más dependiente de lo que ya soy, casi por naturaleza. Porque me hacen quererlos, porque me hacen llorar. Porque hicieron que puedo volverme así de patética. Patética…
Y sobre todo, porque me hacen notar que cuando se van, yo no tengo nada, pero con ellos, todo es vida, todo es vida. Y ellos siempre son ese todo.
Que son mejores que yo, y aún así se juntan conmigo y me aceptan como a un igual. Jamás entenderé porqué lo hacen y siempre los odiaré por eso. Los admiro, y estoy tan orgullosa que los envidio.
A veces, quisiera llorar delante de ellos, para que sepan todo lo que me duele, y que me abracen, como cuando estamos felices, pero ahora como si quisieran verme mejor. Pero me gusta hacerme la fuerte. Además, por estúpido que sea, los quiero, y me gusta ver la sonrisa en sus rostros, y no quiero que se borre por mi culpa.
Los quiero demasiado, hijos de puta. Los quiero tanto que tengo que insultarlos. Los quiero tanto, que tengo miedo, porque me pueden hacer mierda en un minuto. Sin esfuerzo, quizá, solo basten unas pocas palabras. Es horrible, por dos segundos no tenés nada, y de golpe todo deja de tener sentido y valor, porque todo tu cerebro se llena de risas… y después volver a la nada, y lo único que recuerdas son las risas estridentes en tu cabeza. ¿Cuál es la prueba de que fuiste tan feliz? ¿Por qué reías?
A veces pienso en los cuentos de hadas, y en esas princesas que escapan de la torre o de sus deberes para verse con algún príncipe, y luego, a las doce, por culpa de alguna especie de hechizo, tienen que volver a su vida de antes, como si nada hubiera pasado. Está bien, yo en nada puedo parecerme a una princesa. Tampoco tengo un príncipe por el cual escaparme. Pero si vamos al caso, es lo mismo.
Los odio. Los odio porque lograron hacer que los quisiera. Porque hicieron que pueda dejarlo todo atrás por ellos. Porque me hicieron más dependiente de lo que ya soy, casi por naturaleza. Porque me hacen quererlos, porque me hacen llorar. Porque hicieron que puedo volverme así de patética. Patética…
Y sobre todo, porque me hacen notar que cuando se van, yo no tengo nada, pero con ellos, todo es vida, todo es vida. Y ellos siempre son ese todo.
Que son mejores que yo, y aún así se juntan conmigo y me aceptan como a un igual. Jamás entenderé porqué lo hacen y siempre los odiaré por eso. Los admiro, y estoy tan orgullosa que los envidio.
A veces, quisiera llorar delante de ellos, para que sepan todo lo que me duele, y que me abracen, como cuando estamos felices, pero ahora como si quisieran verme mejor. Pero me gusta hacerme la fuerte. Además, por estúpido que sea, los quiero, y me gusta ver la sonrisa en sus rostros, y no quiero que se borre por mi culpa.
Otras veces, simplemente me gustaría sentarme delante de la tele y ver a los dibujitos animados, admirarlos sin que ellos influyan en mi vida o viceversa. Y después viene la parte que me arrepiento.
Hoy quiero creer que soy valiente, y no me voy a esconder detrás de personajes. No quiero ser esa escritora cobarde. Basta de Kate, basta de Anette, basta de Azul. Mi nombre es Grisel, aunque ya casi nadie me dice así. Este es mi estilo de vida, bienvenidos a mi mundo. Etc.
Hoy quiero creer que soy valiente, y no me voy a esconder detrás de personajes. No quiero ser esa escritora cobarde. Basta de Kate, basta de Anette, basta de Azul. Mi nombre es Grisel, aunque ya casi nadie me dice así. Este es mi estilo de vida, bienvenidos a mi mundo. Etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario